miércoles, 16 de septiembre de 2015

Notas de Amador Fernández-Savater para una política no-estadocéntrica

Se viene la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales.

Aquí compartimos un avance de la colaboración de Amador Fernández-Savater y la introducción que escribió para esta edición para contextualizar las 25 tesis de sus “Notas…”


Introducción:
Escribí este texto en abril de 2014, en el marco de los debates que puso encima de la mesa la aparición de Podemos, el partido liderado por Pablo Iglesias que aspiraba (y aspira) a “traducir la indignación del 15M en votos y poder político”. Pienso que unas breves notas de contexto podrían situar mejor al lector argentino en lo que supuso esa aparición y en la naturaleza de esos debates.
El comienzo de todos estos procesos y discusiones es la crisis económica que se manifiesta claramente por estos lares a finales de 2008. Desde ese momento, en España vivimos una situación realmente excepcional, una aceleración histórica y una apertura de lo posible sin precedentes en el pasado inmediato.
Por un lado, está la gestión neoliberal de la crisis. No se trata simplemente de “recortes”, sino de un cambio radical de escenario. Neutralización de los restos de soberanía de la democracia parlamentaria, desmantelamiento del Estado del bienestar, precarización y empobrecimiento general de la vida... A nivel personal, la crisis supone un hachazo en la normalidad de la vida de millones de personas. Lo que dábamos por garantizado (derechos, recursos, apoyos) se hunde ante nuestros ojos. Y se abren una cantidad de preguntas que nunca nos habíamos hecho. Nuestro mismo “estar en el mundo” se vuelve problemático.
Por otro lado, está el desafío a la situación, que no ha venido de la mano de la izquierda tradicional ni de los movimientos sociales clásicos, sino del 15M, el “movimiento de las plazas”, los “indignados”.  De modo bastante “espontáneo”, en mayo de 2011 se ocupan las principales plazas de muchas ciudades de España, en un impulso plural pero con características comunes: protagonismo de la gente sin experiencia de politización previa, protesta y crítica centrada en la economía y la política (expresada en eslóganes como “lo llaman democracia y no lo es” o “vuestra crisis no la pagamos”), horizonte común positivo de una “democracia real ya” (sobre la que hay mil versiones), etc.
Esa experiencia de nueva politización que hicimos en las plazas se extendió luego por toda la sociedad, mediante movimientos como las “mareas” (de defensa de lo público) o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, aterrizando y desplegándose en contextos locales y situados. Es entonces que empezamos a hablar de “clima 15M” para referirnos a algo que no es un movimiento o una estructura organizativa, que ni  siquiera son “islotes de autoorganización”, sino una energía liberada, una sensibilidad y una posibilidad difusa y contagiosa de nueva politización.
Pero tres años después, las prácticas 15M tocan un límite y entran en cierto impasse y desorientación. Un límite externo: no hay cambio tangible de la orientación general de la política macro. Es decir, siguen los desalojos, los recortes, las privatizaciones, los ajustes, etc. Otro límite, esta vez interno: la dificultad para sostener/expandir esa otra política micro que se hace con el cuerpo, en primera persona, que exige implicación, etc.
Se empieza a decir entonces que “hay que ir más lejos” y que ese ir más lejos pasa por un “(a)salto institucional” (un cambio en la escala y los tiempos de la política). Se empiezan a organizar dispositivos de “(a)salto a las instituciones”. Todo ello en medio de una cierta deslegitimación de las prácticas micro: “no escalan”, “la batalla cotidiana cansa”, “no se puede vivir siempre movilizado”, etc. Ante las mil dificultades que nos encontramos en la práctica, renace la ilusión tentadora de un atajo: la “toma del poder”, el poder (político) como palanca de cambio. Lo que en el texto se llama “la política estadocéntrica”.
El dispositivo más exitoso, con vistas a ese asalto institucional, es en un primer momento Podemos. Un partido-no-partido (se dice a sí mismo “instrumento de la ciudadanía para desalojar del poder a la oligarquía y devolver las instituciones a los ciudadanos”) creado en torno al carisma mediático de un joven profesor de izquierdas que se ha hecho célebre recorriendo las tertulias mediáticas (todo un género en España) y llevando hasta allí el discurso crítico de la calle con la clase política (bautizada por él mismo “la casta”, hoy un término de uso común en España). Es sobre todo con Podemos -con algunos de los enunciados que popularizó Podemos, más concretamente- que discute ese texto, aunque se trata de discusiones más amplias, que desbordan el contexto inmediato, sobre la transformación social hoy, ahora, en el siglo XXI. 
En estos últimos dos años (2014-2015), lo electoral se ha puesto en primer plano en España. Algunos amigos vemos esto con preocupación: hay un riesgo evidente de “totalización” y, como se dice comúnmente por aquí, “no se deben poner todos los huevos en la misma cesta”. El neoliberalismo es una política que penetra por todas las rendijas de lo social (y no sólo a través de las políticas de ajuste dirigidas desde el Estado), ¿no debería ser por tanto una política anti-neoliberal “multicapas y multicanales”? Es decir, transcurrir en distintos planos, tener diferentes actores, incluso desplegarse en una pluralidad de tiempos. ¿Cómo imaginar y practicar las conexiones entre las diferentes capas y canales? Es el debate que se quiso -y se quiere- plantear con estas “notas para una política no-estadocéntrica”.     

El neoliberalismo
01- Hay una concepción dominante del mundo … y se llama neoliberalismo.
02- El neoliberalismo -la gestión empresarial de la vida- es una lógica global, pero existe en cada uno de los lugares donde hacemos experiencia de la realidad (la escuela, el trabajo, la calle, las relaciones...).
04- El neoliberalismo pasa por los cuerpos. No se sostiene por lo que opinamos de él, sino por lo que nos hace sentir. Podríamos estar todos en contra y la máquina seguir funcionando tranquilamente. Porque estamos en contra en abstracto y en general, pero en las situaciones concretas que habitamos cotidianamente se nos hace evidente y deseable. Tiene todo el sentido.
05- El neoliberalismo global se desafía local y concretamente. Oponiendo, en cualquier lugar de experiencia, otras definiciones prácticas de lo evidente y lo deseable.
06- El cambio social pasa por la multiplicación y generalización de esas prácticas. Frágiles, ambivalentes, discontinuas, pero que prefiguran ya otra sociedad, otra definición de la realidad. Una nueva hegemonía.

Hacer plaza: el 15M, las mareas, la PAH
07- Las plazas del 15M fueron a la vez un desafío a la definición neoliberal de la realidad (un NO) y la producción de nueva realidad (un SÍ).
09- En segundo lugar, un SÍ. Un SÍ que no consistió tanto en un programa, como en hacer la experiencia común de un mundo mejor que el que nos ofrece a diario el neoliberalismo.
10- Esa experiencia cuestiona materialmente la definición neoliberal de la realidad: el yo como empresa, la búsqueda de beneficio como motor de los comportamientos, la competencia como principio de relación con el otro, la propiedad y el consumo como medidas de la riqueza y la buena vida, el mundo como conjunto de oportunidades a rentabilizar. Ese es el contenido sustantivo de la “democracia real” que se reivindicaba en las plazas.
11- Las distintas mareas, la PAH y otras muchas iniciativas han multiplicado la experiencia del 15M, traduciéndola y dispersándola por mil rincones de la vida cotidiana. Redefiniendo lo justo y lo injusto a través del NO: “la sanidad no se vende”, “este hospital no se cierra”, “no se desahucia a este vecino”. Creando nuevos espacios y tiempos donde vivir el SÍ. Llamamos a esa operación “hacer plaza”.
12- Se puedehacer plaza” en las plazas o fuera de ellas, con acciones y con palabras, en lo excepcional y en lo cotidiano, con otros e incluso solo. Hacer plaza es oponer un mundo a otro o poner un mundo en otro. Muy concretamente, en situación, con el cuerpo, agujerear la definición instituida de la realidad y producir nuevos sentidos para la vida social. Elementos de otra concepción del mundo.

El impasse
13- Esta forma de acción política, hacer plaza, es todo menos fácil. Por mil razones.
Ante las mil dificultades que nos encontramos en la práctica, renace la ilusión tentadora de un atajo: la “toma del poder”, el poder (político) como palanca de cambio.

El estadocentrismo
14- Llamamos estadocentrismo a un tipo de mirada que pone el poder político en el centro de las preocupaciones, las expectativas y los deseos de cambio social. Vamos a ponerle tres peros.
15- La mirada estadocéntrica ve el poder político como causa-motor-fuente de los cambios sociales. Alcanzarlo nos pondría por tanto en posición de poder cambiar la sociedad.
Pero el poder del poder político depende de lo que pase en los lugares de experiencia cotidianos. Lo que puede y no puede llegar a hacer está entrelazado y condicionado por los conflictos que atraviesan las miles de situaciones que tienen lugar en la base de la sociedad. No hay macro sin micro.
Por tanto, es una estrategia fatal vaciar de tiempo, deseo, atención y energía todas esas situaciones para concentrarse en alcanzar el poder político, porque éste depende de lo que esas situaciones le permitan y habiliten.


La revolución multicapas y multicanales
18- No se trata de dar la espalda al problema del poder político, sino de des-centrarlo, planteándolo en el interior de un proceso más amplio de construcción de nueva realidad.
El discurso estadocéntrico habla de que ahora mismo se trata de pasar “de lo social a lo político”, como si lo ocurrido en las plazas no hubiese sido político. Pero no se trata de pasar de una cosa (inferior) a otra cosa (superior), sino en todo caso de abrir un plano más.
21- El paradigma multicapas y multicanales es un paradigma de la abundancia y no de la escasez. Es decir, no parte de lo que le “falta” a la realidad para ser lo que “debería ser”, sino de la constatación maravillosa y maravillada de que ya hay mil experiencias y situaciones en marcha, de que ya hay corrientes de simpatía y flujos de comunicación.
22- La organización, en este paradigma, no consiste en “fundir” o “sumar” las diferentes experiencias en un bloque, sino en componerlas, comunicarlas y conectarlas en una red sin centro.
25- La hegemonía transformadora no es la hegemonía (cuantitativa) de la opinión, sino la hegemonía (cualitativa) de los comportamientos. No es un fenómeno mediático, sino un desplazamiento masivo del sentido de la vida.

http://elestadoposnacionallibro.blogspot.com.ar/

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