viernes, 7 de febrero de 2020

Reseña de Guillaume Sabin: 

A propósito de El Estado posnacional


Hola Pablo.
Leí El Estado posnacional.
Primero, hay que agradecerte este libro, por 3 cosas principales:
1ro se inscribe en una forma de pensar y actuar muy característica de las experiencias de luchas y de las alternativas argentinas, a saber tener memoria (en en sentido que la memoria no recuerda sino que construye). 2ndo me permite recorrer el camino nuestro (mi familia y yo) en Argentina desde 2001, hacer lazos entre los años vividos en Argentina al lado de los movimientos autónomos y ahora; entender lo que pasó en el país desde nuestra última temporada larga hace ya más de 10 años (antes de este viaje de julio-agosto pasado). 3ro El Estado posnacional permite volver a vincularse con aquellos que participaron y pensaron 2001 y con quienes, como franceses, aprendimos la Argentina en su dimensión política: I. Lewcowitz, Colectivo Situaciones y sus distintos integrantes, A.M. Fernández, F. Ingrassia, Colectivo La Tribu, etc.

Un libro, entonces, que correspondía perfectamente con nuestra voluntad de volver a Argentina, de vincularnos de nuevo con experiencias argentinas. Nuestro viaje de preparación de julio-agosto tenía como objetivo (además de reencontrar amigos y amigas), empezar a contestar a algunas preguntas: ¿qué volvieron los movimientos autodenominados “autónomos”? ¿Estarán todavía presentes en el cotidiano de la vida? ¿Se habrán transformado en otras cosas? ¿Habrán desaparecido?

Durante este viaje de julio y agosto mi compañera y yo hemos ocupado una posición rara: “la Argentina de los movimientos sociales autónomos”, la Argentina dosmilunera era para nosotros algo muy próximo, un recuerdo muy cercano pues el paréntesis de 10 años sin vivir en Argentina nos aproximaba mucho más que los propixs argentinxs de esta época (vivimos en Argentina en 2003 y 2007). De hecho, amigxs nos dijeron cuando hablábamos de esta época con los muchos recuerdos que teníamos nosotros que, para ellos, mucho tiempo había transcurrido desde entonces, muchas cosas habían ocurrido. Sabíamos antes de volver a Argentina que tendríamos que poner de lado la “época de la autonomía”, que no se podría entender la situación sin cambiar de anteojos… ¿Significaría eso entonces olvidar lo que habíamos vivido –intensamente– en esos años de luchas, de invenciones y de alegría también?

Autonomía no es un gesto político de abolición o de destitución, sino un acto ético de diferenciación vital movido por la necesidad, que aspira a producir o proseguir desplazamientos de ruptura subjetiva, colectiva y popular” (prólogo “Autonomía”, A. Pennisi & A. Canci, p. 6), y se agrega : “… autonomía vital antes que contractual, contagiosa antes que persuasiva, cooperativa antes que competitiva, ético-política antes que moral, libertaria antes que delegativa, expresiva antes representativa” (p. 7). ¿Habrá entonces que conservar algo de memoria? ¿Se habrá conservado algo del espíritu dosmilunero? ¿Seguirían sus prácticas? ¿O serán ya preguntas demasiado conservadoras?

Hay que recordar algo: hasta por lo menos 2007, y incluso si en esta época se veía que algo cambiaba (en comparación con la energía de 2001-2003), no se podía vivir al lado de los movimientos sociales sin escuchar hablar de “autonomía”. Más: parecía que el mundo de la política, de la gestión-del-presente-sin-futuro, del management estatal había desaparecido de las bocas (vivimos las presidenciales del 2003 desde la organización más influente de los movimientos campesinos autónomos argentinos, y se podía constatar sin embargo que esta dimensión de la vida política no había desaparecido como por arte de magia de las cabezas de cadx unx).

El Estado posnacional viene a aportar unas repuestas importantes sobre el porvenir del “ancho” 2001 (mediado de los años noventas / mediado de los años 2000): está todavía. Pues el Estado ha debido transformarse después del grito multitudinario “Que se vayan todos” (algunxs agregaban “que no quede ni uno solo”) transformado en esos años en multitudes de prácticas concretas.

El Estado se transforma, pero siguen realidades crudas: cultivos transgénicos y uso de agrotóxicos, mega minería… p. 16-17). Y vuelven otras: la lucha por la toma del poder (hay que agregar del poder estatal), entonces vuelve el pensamiento según el cual el cambio vendrá desde arriba. ¿Y, porque no, de un hombre o mujer, providencial?

El libro no olvida poner el en balance cosas fuertes, cotidianas, territorializadas. A pesar del individuo consumidor-empresario “cada vez que surge un problema colectivo, vuelve a formarse un nosotros que lo trata” (p. 87). Asambleas, vecinos autoconvocados, etc. parecen provenir de la infrapolítica surgida con el 19 y 20 de diciembre de 2001. Otros ejemplos nuevos también, como los bachilleratos populares (como 100 en 2014) (p. 88). Otros ejemplos poco conocidos también, como el Contrafestejo que ocurre el 11 de octubre y desde 2002 en la ciudad de Paraná.

Pero, durante nuestro viaje (corto, parcial, incompleto…) una cosa se impone indubitablemente: la palabra “autonomía” casi no se escucha más sino para definir años anteriores, la política de las primarias (PASO) parecen tomar todo el espacio antes ocupado por lo político. Sentimiento raro. ¿Se habrán achicado tanto estos últimos años los movimientos autónomos en Argentina? ¿Sería eso ”el eclipse de la autonomía dosmilunera” (p. 19)? ¿Cuál es “el devenir micropolítico de la infrapolítica” (p. 39)?

Ocurre que, para los medios y los políticos republicanos, lo infrapolítico es imperceptible: así como es irrepresentable para la República, es inapreciable para las cámaras” (p. 62). Es cierto. Pero en el 2001 “ancho” (mediados de los años noventas / mediados de los años 2000), no se podía ignorar, estaba en todos lados (y en muchas de bocas). Ahora parece que la infrapolítica que había surgido en el espacio público se ha vuelto de nuevo en el sentido primero de J.C. Scott: lejos de la mirada pública. Parece que la autonomía, ahora en Argentina, hay que buscarla (periferias, medios de comunicación alternativos, proyectos de tamaño más modesto a lo que estábamos acostumbrados. ¿O más bien las cosas no cambiaron de lugar o de tamaño sino de naturaleza?: “… el régimen político kirchnerista  logró producir [algo] en la relación entre lo político y la política: el pasaje de una relación tan intramitable entre ellos a una relación tan tramitable que la infrapolítica se aparece como lo micro de la instancia macro” (retomando un intervención del Colectivo Situaciones, p. 69).

Más allá del kirchnerismo, el libro permite no olvidar que “hay dos experiencias que son raras o imperceptibles para un consumidor: por un lado, la de lo común, por otro lado, la de la enunciación autónoma” (p. 153). En el mismo orden de pensamiento “una política del nosotros necesita reelaborar este nivel imaginario desde el gesto profano” (S. Scolnik & D. Sztulwark, p. 161).

¿Habrá logrado el kirchnerismo su objetivo de hacer desaparecer el 2001 “ancho” y todos sus protagonistas (asambleas, piquetes, empresas recuperadas…) (p. 75)? ¿O bien el riesgo de focalizarse sobre los K tiene como consecuencia el sobredimensionar la figura de la política sobre lo político? ¿la mirada desde arriba sobre aquella desde abajo?

Dialéctica del libro: “Fíjense la evolución de la cantidad de empresas recuperadas: en 2002 había 59; en 2004, 161; en 2010, 205”… sigue la infrapolítica de la autonomía. Sí. Pero con el apoyo del Estado posnacional. Sí. Pero ese apoyo es menos importante que  el apoyo infrapolítico: barriales, comunitarios, familiares, particulares (p. 82-83).

También el texto permite recordar a los y las de abajo, en Brasil, Turquía, Egipto… quienes “no se quedan solo en el grito: acampan, generan medios autoorganizados, debates, propuestas, aparecen nuevos grupos y colectivos. [Multitudes] autoconvocadas, principalmente por las redes sociales, se organizan de manera transversal, sin un centro, sin ideología, banderas o liderazgos unificados. Por el contrario, en las protestas, frecuentemente emergen narrativas conflictivas, un patrón fragmentario, deseos muchos veces contradictorios e irreconciliables” (B. Cava, p. 183). ¿Desde arriba? “Las manifestaciones son inmediatamente acusadas de no tener dirección política, de presentar demandas vagas, de no tener futuro” (Id.). ¿Desde arriba? “El campo de la izquierda [acá brasileña] todavía es muy iluminista […]. La izquierda piensa que siempre la acompaña la razón. Y que fuera de su campo todo contiene una carga errática y peligrosa, que necesita ser controlada” (id., p. 186).

El aporte sobre el 15M y los Indignados españoles (A. Fernández Savater, p. 208-215) sigue con experiencias ajenas, sin complacencia: “siguen los desalojos, los recortes, las privatizaciones, los ajustes, etc.” (p. 209). ¿Habría entonces que pensar un “(a)salto institucional”? No hay que olvidar que el neoliberalismo atraviesa los cuerpos y nuestras vidas cotidianas, de manera a veces deseable, “tiene todo el sentido” (p. 210 y siguientes). Finalmente “no hay macro sin micro” (p. 212), y el neoliberalismo, pues atraviesa no solo las cabezas sino también los cuerpos, no se puede combatir solo con discursos (p. 213). Se trata entonces de abrir espacios, de hacer otras experiencias.

Otras experiencias como la del Mercado Solidario en Rosario, desde 2001 hasta 2015 (R. García, p. 215-235), donde se mezclan experiencias cotidianas, pensamientos críticos y ajuste sobre las prácticas frente a los limites, a lo encontrado (en las redes de trueque, ya en 2001, “estaban presentes […] apetencias propias de la forma cultural del capitalismo”, p. 219). Experiencia fuerte para usar positivamente “las fuerzas de trabajo libre” (la desocupación del capitalismo feroz), y abrir “un campo de batalla en la ecología de la subjetividad” (p. 225 y 230).

La ultima experiencia abordada en el libro es aquella de Ciudad Futura (Rosario), “una idea de lo político radicalmente ligada a la transformación cotidiana de la realidad” (p. 251).

El libro no olvida la dimensión represiva del sistema K: conflictos de Soldati (desalojo de 13.000 personas) o de la comunidad Qom (Toba) (expropiación de 1.300 ha protegidas). Tampoco su anhelo por la “dicotomización”, “binarización” (Estado contra mercado, el pueblo contra los antikirchneristas, el vacío de 2001 contra la nueva gobernalidad, etc.) (por ej. p. 126-127). [¿Se podría explicar el odio de Cristina Kirchner escuchado durante nuestra estadía de julio-agosto de 2019, por esta caricatura de la realidad? ¿O hay que buscar en otros lugares?]. El libro tampoco no olvida subrayar el consenso del sistema K (compartido por toda la clase política) sobre la economía extractivista, es decir: “extractivismo rural, hidrocarburíifero, minero y urbano, devastación del medio ambiente, concentración y extranjerización de la economía, precariedad laboral, mercantilización general de la vida” (hay que notarlo, también notar que este consenso es mundial y no dibuja una subjetividad de la clase política argentina o latinoamericana).

El libro deja también espacio a una crítica más directa del kirchnerismo: la “gran panquequera” que va del discurso social a la “gendarmería” para los pobres, de la ampliación de los derechos humanos al acuerdo con la empresa Chevron, etc. (A. Pennisi, p. 166-169). Pennisi insiste sobre la multiplicación de los planes sociales que se instalan como forma regular de subsistencia (p. 170).

Por fin, el libro es una invitación en “pensar el estado sin conocimiento de antemano” (S. Mezzadra & B. Neilson). Es cierto (y tal vez se necesitaría una referencia a K. Polanyi y su Gran transformación, quien había subrayado el rol ambiguo del Estado en el desarrollo y mantenimiento del capitalismo…). Para nosotros es una invitación a volver, a vincularse de nuevo con esta resistencia argentina que tiene memoria, con aquellos y aquellas que siguen actuando y pensando a la vez.

Una última pregunta: ¿dónde están las mujeres? La pregunta no es una de esas preguntas “políticamente correcta”, viene preguntar otra cosa. Durante el “ancho” 2001, las resistencias y alternativas se vivían en el muy concreto de la vida cotidiana. Por eso la presencia de la mujeres, y los gritos de los niños. Por eso lo político encarnado de esta época, de estas experiencias. ¿Habrá que buscar mujeres y niños para volver a encontrar el espíritu dosmilunero?