por Bruno Napoli
El momento político de dispersión nos tiene desacorralados. No hay forma material posible de acorralar algo en la dispersión. Ya no estamos “unidos y organizados” en ningún lugar placentero de nuevas subjetividades. Nada nos convoca a una sola plaza o a un solo relato. Ya no. Es un momento político extenso que nos ha dispersado de manera regular. Nos sentimos solos y atravesados por la imposibilidad de hablar en conjunto al conjunto, de hablar en masa a la masa. Pues a tomar por culo, pues ya no hay masa, no hay conjunto que enfrente a otro conjunto. No hay un relato que enfrente a otro. El que conocimos hasta ayer resulto precario en todos sus aspectos y fue barrido fácilmente en los primeros días de la actual gestión. Los gestores del anterior relato se retiraron rápidamente a cuarteles de invierno a especular, esa regular y ya familiar forma de entender la política: jugar acá para mover por allá, apostar a esto para luego conseguir aquello, sumar con este (menos malo) para luego ir por y con los buenos a hacer quien sabe que….. Eso no es la política. La política es ocuparse de las cosas materiales e ir por muchas formas de resolverlas, materialmente. Pero nos han relatado mil formas de conspiración para lograr empoderar a los muchos que esperan y siguen esperando vivir un poco mejor, y no han mejorado en nada. Todo se desmadró en pocos meses, y los especuladores siguen especulando, mientras los miles o millones a los que nos jodieron con los cambios ocurridos seguimos escuchando a los grandes especuladores de la política (los mismos que hacían cuentas ficticias de entregar el gobierno por cuatro años para volver con el llamado de los más necesitados –sin importar las muertes que sufren los más necesitados y el hambre que pasan los más necesitados-). El momento político nos muestra qué juego hace cada uno de los especuladores: los que gobiernan, y los que gobiernan diciendo que no gobiernan –pues apoyan, acompañan, aseguran gobernabilidad, e incluso no apoyan sabiendo que otros lo harán y las cosas se harán igual.
Es un momento de transparencia en la cara y discurso de cada
uno. Ya podemos observar, y esto nos dispersa más aun, que juego parejo hacen
todos en este juego, donde una casta política se asegura su lugar en el estado
(sea en la rosada o en el congreso o en las intendencias o en las gobernaciones
o en los concejos deliberantes, no importa, un lugar en el Estado y un lugar en
los medios para seguir en el candelero y en la intención televisiva del voto).
Todos los representantes hacen su juego y ya, pues el único mal recuerdo que
tienen es el 2001 (ese patético grito clasemediero que reaccionó cuando le
tocaron sus ahorros pero nos regaló como yapa el “que se vayan todos”, el no
poder salir a la calle sin ser insultados. Y el buen recuerdo que tienen los
políticos del 2001 es la represión y el tendal de 39 asesinados por el estado
para que la política –la especulación, tal cual la entienden ellos- regrese a
sus causes normales. Y ante este momento político que parece desesperante, nos
sentimos dispersos, sin posibilidad de aunar esfuerzos, sin la posibilidad de
actuar en conjunto. Aplacados y acallados por un coro de alcahuetes que al
unísono dicen enfrentamiento cuando deben decir represión, que dicen reforma
cuando deben decir reducción de derechos, que dicen conflicto de intereses
cuando deben decir robo y estafa. Y los especuladores de la clase política
están a la altura de las circunstancias. Y lo demuestran cada vez que hablan,
pues no dicen, especulan: si apoyamos acá, obtenemos allá, si jugamos con este,
relanzamos a aquel, si acompañamos esto vamos por aquello –ahora resulta que
son todos genios de la política, todos Churchil al cuadrado-.
Ante este desmadre nos sentimos dispersos, pues no
encontramos nada que nos una, ni nadie que nos guie. Pues no vemos aun que la
única opción siempre ha sido actuar en la dispersión. No hacen falta grandes y
grandilocuentes acuerdos donde unos muchos, en interminables encuentros
“políticos” nos pongamos de acuerdo en un solo relato, ya lo pasamos mal y muy
precariamente con estos relatos precarios. Lo que hace falta es actuar en la
dispersión. Volver a ese instinto que nos dice que una represión es una
represión y un asesinado es un asesinato y una desaparición es una
desaparición. Y no necesitamos convencer a nadie de esto. Lo sabemos. Allí
actúa nuestro instinto de animales polítizados y experimentados en vivir. Vivir
lo vivido y actuar sobre lo que sabemos que debemos hacer. Pues sabemos que
debemos actuar, y eso ya es mucho. Pero debemos actuar en la dispersión, sin
necesidad de juntarse en muchedumbres a enfrentar algo que además nos
constituye, pues cuando queremos en masa enfrentar al estado, nos enfrentamos a
nosotros, a los especuladores (que cuando nos ven juntos se acercan para la foto
y nos dicen que nos acompañan y nos apoyan –y como son buenos oradores /viven
de eso, de ser buenos oradores/ les creemos, y nos vuelven a engañar pues
cuando regresan a sus puestos, hacen todo lo que esté a su alcance para no
soportar otro 2001, otro “que se vayan todos”).
Por eso, la acción en la dispersión es hoy la única opción.
Y como hacerlo? Pues ahí está depositado nuestro intelecto, en saber actuar
ante la casta transparentada que votará todas las leyes que nos denigraran de
aquí y en muchos años, “para no hacerle el juego…..” esta vez ya no saben a quién.
En esta dispersión que sentimos y sufrimos en el cuerpo, hay que preparar
acciones pedagógicas, políticas, sociales, económicas, todas directas y
contundentes. El no de cada uno a lo que se impone es una acción en la
dispersión. La desobediencia a lo dicho por la casta y sus repetidoras es una
acción concreta en la dispersión. Dejar de creer en cada uno de los
“representantes” de la especulación política es una acción en la dispersión. No
permitir que nos convoque ningún político (aunque nos duela, porque en algún
lugar les “creemos”) es una acción en la dispersión que obligará a esos
“representantes” a hacer otra cosa. Actuar en cada lugar donde esté nuestro
cuerpo, con actos que repudien la acción represiva/discursiva de un Estado
defendido por cada miembro de la casta política es una acción en la dispersión.
Estamos dispersos, si, muy dispersos, y muchos nos sentimos “solos” ante el
avance de una gestión que tiene el apoyo de toda la casta política (aunque
muchos digan que no lo hacen, pues lo hacen, por eso votarán las peores leyes
de los últimos 40 años en bloque –y a no engañarse, las “honrosas excepciones”
están calculadas, pues quienes voten en contra lo hacen sabiendo que las leyes
salen, y si les toca gobernar, el “trabajo sucio” ya está hecho y le echarán la
culpa a otro –“fueron los anteriores, es la herencia que nos dejaron y no
podemos cambiarla de un día para el otro”…)
En esta dispersión hay que actuar, repudiando cada dicho,
cada declaración de un representante, cada acción de represión con actos que
saboteen el entendimiento de lo que hacen. Decir no a toda la ficción es una
forma de actuar en la dispersión. Hacer pedagogía en cada lugar que uno ocupa
es actuar en la dispersión. Desandar cada ruta marcada por la casta es actuar
en la dispersión. Y armar pequeños grupos de acción en la dispersión también es
actuar en la más amplia dispersión. No importa una convocatoria “unificada” a
una plaza….desde cuando son efectivas? Y vemos que se pierde un tiempo
increíble discutiendo entre miles de grupos si hay que hacer tal o cual cosa, y
siempre mirando de “no hacerle el juego a…….”. Ya basta con esa forzada unidad
en la acción. La acción en la dispersión demuestra miles de unidades y voluntades
que accionando en miles de formas cotidianas, o en miles de pequeños grupos que
no necesitan estar en contacto entre ellas, pueden significar una unificación
de acción por acción atomizada y que reproduzca los miles de actos que saboteen
el sentido común. Es hora de la acción en la dispersión, y que cada uno desde
su lugar o cada pequeño grupo, sin necesidad de coordinar miles de voces, actúe,
sabiendo que otros harán lo mismo en miles de lugares, en pequeños grupos o de
manera individual, pero eso conforma un mar de acciones que en la dispersión
conforman un movimiento que hace, no discute para ponerse de acuerdo con otros
miles, simplemente hace. Y su orientación será hacer lo que se deba hacer ante
la violencia, la injusticia, la inequidad. Sin necesidad de discusiones
semánticas, que no conducen a nada, pues solo la acción conduce, el resto es el
decorado de la casta.
Miles de acciones directas en la dispersión desobediente nos
mantendrán en contacto.
Saber de miles de acciones que desarmen el andar común de
las cosas. Una acción enorme englobada en miles de acciones en la dispersión
que disloquen lo resuelto por el sentido común. Lo demás no importa nada.