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martes, 27 de octubre de 2015

Crónica de un “sciolismo” anunciado - Colaboración de Ariel Pennisi a la nueva edición de El Estado posnacional

imagen tomada de telam.com.ar


Llegó la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales. Compartimos la de Ariel Pennisi, que ayuda a leer los resultados de la primera vuelta electoral.
 
1.

"Insisto: de lo más lastimoso y despreciable que nos deja el kirchnerismo es un antikirchnerismo ciego, salvaje y chiquilín"
                                                                                                                                Jorge Asís, en twitter
 "Macri es un tipo confiable, un tipo íntegro. De los tipos en la política en los que confío. Lo conozco hace más de treinta años. Se que no tiene odios, que nunca te va a hacer una operación berreta por atrás. No es muy habitual eso. Es impecable. Yo siempre con él tengo una consideración especial. No es uno más".
Daniel Scioli (2014)


La homogeneización de todo el período gubernamental que involucra las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner bajo la imagen de un “modelo” no permite despejar heterogeneidades que a veces se traducen en sentidos irreductibles, ni visualizar cambios de condiciones o incluso nuevos problemas. Por eso, alguna vez se escuchó a Horacio González hablar de “orientación” –prefiriendo el término al más presuntuoso “modelo”. Es cierto que las formas de gobernabilidad actuales parecen admitir las mil y una posiciones según la contingencia y que el fluido del poder tiende a diluir lo que en otra lógica parecía contradictorio, de modo que, ¿por qué hablar de contradicciones? Circula mediáticamente el chiste del “panqueque”, lanzado primero desde el oficialismo para definir a sus emigrantes e incluso a los propios que despuntan ambigüedad (uno de los más atacados fue de manera regular Scioli), pero últimamente retomado por periodistas y opositores para referirse al kirchnerismo entero como una gran panquequera. El desfile de videos de archivo de corto plazo podría ser impactante, con panqueques estelares como Ricardo Fórster o Luis D´Elía, sin contar a Uribarri o a la propia presidenta. Pero cuando la calle angostada de los márgenes políticos acerca las veredas, los saltos de un lado a otro no parecen tan significativos y todo se resuelve en la calle de tierra embarrada del realismo.
El 54% de los votos obtenidos por el oficialismo en la elección presidencial de 2011 dirimió trayectorias: certificó la defunción de la trama que incluía movimientos sociales y actores diversos en condiciones de discutir transformaciones, autonomizó al gobierno del elemento crítico que podía albergar su base de sustentación y liberó la fuerza del número (más de la mitad de los votantes) de rendiciones de cuenta, tornándola incluso elemento de legitimación de un derrotero no muy lejano a lo que podríamos empezar a llamar “sciolismo”.
La primera propuesta interpretativa del gobierno acerca de la “situación” del país, apenas reasumida la presidenta, llevó el nombre de “sintonía fina”. Disminuía significativamente el ingreso de divisas y aumentaba la preocupación del gobierno por la conflictividad social: gendarmería para los pobres con el plan “Cinturón sur” que se venía haciendo efectivo desde mediados de 2011 y se vuelve el brazo armado de la “sintonía fina”; escalada represiva a cargo del inefable secretario seguridad Berni; confirmación de la Ley Antiterrorista y reconocimiento por parte de sectores cercanos al oficialismo de la existencia del Proyecto X. En 2013. ¿Cuál será el porcentaje que, a consciencia o a pura indiferencia, legitimará los nuevos récords de violencia institucional[1] por parte de ese viejo actor, oxidado como los fierros, que es el Estado? El rumbo extractivista sigue cumpliendo etapas, con la instalación de una planta de Monsanto en la localidad de Malvinas Argentina en Córdoba, los subsidios a grandes empresas superan las inversiones en vivienda y programas sociales, el aumento del pan en 2013 deja ver los entretelones de la concentración económica en rubros sensibles como la alimentación, y se votan leyes casi anacrónicamente noventistas como la de ART y la baja de los aportes patronales. La devaluación de enero de 2014, del 16% en solo tres días, seguida de ajuste a los consumidores vía quita de subsidios a servicios básicos, combinó cierto tufo duhaldista con aires de realismo político y el nunca abandonado victimismo del gobierno.
Cuando se discutía el mínimo no imponible para salarios considerados “altos”, instalando la idea de que el salario puede cifrarse como ganancia, el defensor de la tercera edad reconoció que los jubilados venían perdiendo capacidad de compra de lo mínimo necesario para sostenerse cotidianamente. La ley de Hidrocarburos y el acuerdo con Chevron rinden tributo a las lógicas entreguistas más recientes –aunque respondan en la práctica a la necesidad de financiamiento en el cortísimo plazo–, mientras que las leyes que más bien hacen pensar en otra orientación de política pública, como la estatización parcial de YPF y la estatización de la gestión de los trenes, se topan con dos dilemas: en el caso de YPF, se contrató a un Ceo del establishment para aplicar una política de ingresos vía aumento de combustibles y para usarla como una instancia de endeudamiento externo; el caso de los trenes se reduce a un montaje mediático, ya que la ley no solo no rescinde los contratos con las concesionarias, sino que habilita la posibilidad de ingreso de nuevos privados al negocio (es decir, los trenes no dejan de ser un negocio). La invisibilización de la represión brutal sufrida por colectividades indígenas y campesinos a manos de gobernadores oficialistas y empresarios es la contracara de la política de salvataje (que incluye gran diversidad de programas sociales) vuelta regla precaria para la vida de millones de personas. Los acuerdos con China anuncian la vuelta de las “relaciones carnales”, esta vez con otro poderoso de turno, “una de las potencias capitalistas más poderosas del mundo” (Rancière). Por su parte, la designación de Milani –acusado de crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura– marcó un nuevo gesto por arriba que indica la capacidad del gobierno de absorber costos políticos por abajo, o bien, la conformación definitiva del gobierno como una forma de la política por arriba a distancia del “nosotros” que Pablo Hupert caracteriza en El Estado posnacional.
No se trata de subrayar las medidas más problemáticas y desconocer otras que sí tuvieron que ver con instancias de reparación, cambios económicos, ampliación de derechos o regulación de sectores antes hostiles a la rendición de cuentas. “Una de cal y una de arena” parece configurar la dinámica de este proceso político y gubernamental que tiende a cementar un bloque dudoso a la hora de analizar perspectivas político-económicas y horizontes de sentido.
No se trata en esta suerte de balance apurado[2] de mostrar la oscuridad kirchnerista “soportada” por su militancia como moneda de cambio del realismo político. Tampoco podríamos concluir en la acusación a un gobierno engañoso o falsoprogresista que, cuando las papas queman, le baja el pulgar a los sectores populares. El dilema pasa por el lugar que tiene en la institucionalidad vigente la capacidad decisoria de los múltiples actores en lucha o en situación de construcción de redes democráticas o incluso los planteos que juegan sus energías en el sostenimiento de formas de vida minoritarias. Mejor aun: qué expresión (no representación) se da para sí eso que no funciona en términos de gobierno, lo ingobernable que es materia prima de las vidas. Más allá de un gobierno con sus postulados o, incluso, un gobierno más allá de sí mismo (de su voluntad), las viejas formas contractuales y el vivado voto popular son parte de las lógicas del circuito cerrado de la potestas. Los militantes y los adherentes cualesquiera, tanto favorables como no favorables al gobierno, en tanto asumen los discursos y tonos de voz de la pantomima representacional vuelven más dificultoso distinguir registros. Nosotros mismos, a través de este texto, escribiendo y leyendo, formamos parte apasionadamente de la discusión de café, aunque el punto de partida de este planteo es una distancia que busca su propia consistencia en tiempos de polarizaciones reduccionistas. Lo que aparece como “contradicciones” inexplicables de un gobierno parece formar parte de un contexto de dispersión y fragmentación de los lazos, los comportamientos y del Estado mismo. Retomando el planteo del historiador Ignacio Lewkowicz[3], si el Estado dejó de ser esa pan-institución donadora de sentido, aparece hoy como una facción que debe, por un lado, relegitimarse constantemente, ya no ante ciudadanos sino ante consumidores y, por otro, negociar con las facciones –no necesariamente las naciones– más potentes desde el punto de vista de recursos y fuerza. En ese sentido, “kirchnerismo” no es el nombre de la vuelta del viejo Estado benefactor, sino una construcción “imaginal”[4] que, a partir de una alteración en la composición socio-afectiva de 2001, asume plenamente la condición parcial al ser facción del Estado contemporáneo y vuelve indistinguible la distinción clásica Estado/gobierno.
El período que vio reinventarse un Estado tras la irrupción de 2001 conjuga prácticas de consumo y endeudamiento atomizadas y expandidas como nunca con restitución de derechos y discursos sobreactuadamente “civiles”; enamoramiento con los derechos humanos –antes institución, hoy objeto de disputa–  linchamientos fascistoides que descubren un policía en cualquier hijo de vecino; la multiplicación de planes sociales de emergencia que se instalan como forma regular de subsistencia, alimentando nuevos niveles de financierización, y la consolidación de un universo laboral acotado a la capacidad industrial instalada curiosamente llamado “reindustrialización”…
Escribe Horowicz en un artículo del diario Tiempo Argentino: “Los partidos políticos en Argentina, y no solo acá, han muerto de muerte natural. La sociedad los ignora y por cierto tampoco le importa si sus direcciones nominales existen o si sólo se trata de una exigencia de la justicia electoral. Los partidos han sido colonizados por una lógica estatal, donde la mínima unidad de poder es la intendencia.” Reemplazaríamos “lógica estatal” por “lógica gubernamental”, es decir, el gobierno y control territorial, el cuerpo a cuerpo con lo social, ya no mediado por lo representacional, sino interpelado como en una conversación llena de chicanas, donde las chicanas más intensas son las son las que tácitamente circulan entre dirigentes y votantes antes que entre adversarios políticos. La ilusión de transparencia en la relación votante/votado que se hace patente con la apelación a los nombres de pila sin apellido (“Gabriela”, “Mauricio”), mechada con el costado más comercial de la relación, cristalizado en las siglas y otras construcciones de marca (“CFK”, “+ a”), signa un tiempo incómodo, incierto y, esperemos, en algún lugar abierto.



2.

“En cuanto a los antikirchneristas, mantienen con los kirchneristas un consenso de fondo en el modelo de acumulación de capital (extractivismo rural, hidrocarburífero, minero y urbano, devastación del medio ambiente, concentración y extranjerización de la economía, precariedad laboral, mercantilización general de la vida).”
Pablo Hupert

Hace unas semanas, Patricio Mussi, intendente hereditario de Berazategui, hijo de un típico barón del conurbano que repentinamente adoptó los eslóganes de la comunicación oficialista, ensayó su mejor actuación, como en un  rito de iniciación y dijo: “No van a poder privatizar la sangre de jóvenes peronistas y kirchneristas que queremos llevar este modelo hasta el final.” Un twitter selló el acting reproduciendo la frase y buscando rebote mediático. El Estado publicitado es la forma de interpelación de un nuevo tipo de Estado en tiempos de un neoliberalismo que ya no es solo ideología en manos de las elites, sino corriente sanguínea de los comportamientos y prácticas de la población, funcionaria y no funcionaria, empresaria y no empresaria, acomodada y no acomodada. La sangre ya está privatizada, el desafío pasa por construir situaciones y condiciones de otras formas de consistencia, más allá de la sangre, más acá del Estado, pero no muy lejos de lo Común.
Hablando de “sangre privatizada”, cabe repasar el rol de los Mussi en Berazategui y la riesgosa situación en que pusieron a la sangre pública, a los cuerpos hechos de carne y cemento, de rutinas y sorpresas, que son las vidas de sus habitantes. En 2005 los pobladores del barrio Rigolleau en Berazategui ven con sorpresa el comienzo de una obra. Dos empresas tercerizadas habían mandado a sus obreros a pocear las veredas que van desde la calle 136 a la calle 145 sobre la Avenida 21, donde se encuentra la fábrica de vidrios Rigolleau. Meses después fueron alertados por algunas mujeres de Ezpeleta (partido de Quilmes) que venían denunciando los efectos mortales de la subestación Sobral que la empresa Edesur había instalado en esa localidad. Cuando empezaron a interiorizarse sobre las consecuencias de los campos CEM y los PCB y lo contrastaron, en principio a vuelo de pájaro, con la situación de Ezpeleta que a poco tiempo de instalada la subestación presentaba índices preocupantes de cáncer, sobre todo en las inmediaciones, salieron literalmente a la calle. El clima se espesó y no pasó mucho tiempo para que se conformara una asamblea vecinal que llegó a contar con más de 400 vecinos. Si bien en un comienzo lograron forzar al intendente Juan José Mussi a su favor, llegando incluso a prohibir la instalación de la subestación, tras ganar las elecciones Mussi se dio vuelta (o volvió a su posición original), anuló su propio decreto y se abrió una etapa de lucha intensa por parte de los asambleístas. Los primeros operativos policiales significaron forcejeos y mostraron de manera fáctica la influencia de Edesur que, a esa altura, parecía un organismo público imponiendo condiciones y contando con las fuerzas de seguridad (Gendarmeria y policía de la provincia de Buenos Aires) para avanzar con la obra. Más tarde, los vecinos rescatarían como resto de una redada un documento en el que se acredita que Edesur le da órdenes a la policía a cambio de honorarios directos. La asamblea Vecinos Autoconvocados por la Vida toma forma y le imprime a los simples vínculos vecinales una tónica que desde 2001 –por otra parte, no tan lejos– no se percibía en el barrio.
            Los vecinos de Berazategui cercanos a la fábrica Rigolleau fueron protagonistas de una lucha en la que se enfrentaron a múltiples formas de violencia institucional y parainstitucional. Fueron reprimidos en varias oportunidades por policías de distintos distritos golpeando a chicos y mujeres con bebés e hiriendo a varios asambleístas. Gendarmería y patotas que respondían al intendente, continuaban el hostigamiento y las agresiones constantes, sus teléfonos fueron intervenidos, varios de ellos fueron víctimas de persecuciones individuales con el objeto de intimidarlos, dos de los amparos que presentaron ante la justicia “se perdieron”, fueron falsificados y ocultados informes hospitalarios que daban cuenta de los daños físicos sufridos durante la represión policial y, tal vez lo más notable, tuvieron que soportar dos estados de sitio de hecho con cercos policiales, prolongados por más de un mes cada uno. La escena parece tomada de los momentos más oscuros de nuestra historia: cercos perimetrados con vallados y policías o gendarmes custodiando el paso de los habitantes que simplemente querían entrar o salir de sus casas, llevar a sus hijos al colegio… vivir su vida cotidiana. La batalla se extendió a la Universidad Nacional de La Plata donde un equipo de investigadores que ofreció ayuda a los vecinos produciendo un estudio que demostraba de manera inapelable el carácter altamente contaminante de la subestación fue intimado por autoridades de la propia universidad haciendo peligrar matrículas profesionales.
            En 2010, el intendente de la subestación del cáncer fue designado por la presidenta Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable. En abril de 2012, con un gobierno nacional fortalecido por el 54% de los votos y una intendencia completamente alineada –y pretendidamente fortalecida–, Edesur logra hacer funcionar la subestación Rigolleau. Es decir, los vecinos afectados, quedan expuestos los 365 días del año a la radiación electromagnética de 132.000v producida por un cableado que, bajo tierra, pasa muy cerca de los cuerpos de quienes viven en las cercanías de la subestación. Por su parte, Mussi dejó en la intendencia a su hijo, Patricio Mussi, quien continuó la línea del padre sin matices. El viejo Mussi, fiel a su prontuario, tuvo que abandonar la función en la secretaría tras un escándalo en ACUMAR[5].
Los asambleístas de Berazategui y quienes colaboran con ellos desde distintas disciplinas, lograron comprobar, por un lado, los efectos contaminantes de la subestación, que pueden llegar a ser mortales y, por otro, su destino económico, que nada tiene que ver con mejorar la calidad de vida de la localidad: “Esta subestación como todos los vecinos comprobamos el verano anterior y por los reiterados cortes de luz que venimos sufriendo, no es para nosotros sino que es una obra que beneficia a la empresa Rigolleau, a la Unión Industrial y a los emprendimientos inmobiliarios de la costa.”[6] Los intereses concretos de los vecinos de un barrio en la provincia de Buenos Aires, en una situación que reúne varios registros y problemáticas, quedan desfasados de lo supuestamente expresado en las urnas. La empresa Edesur, cuyos accionistas muestran una distribución entre capitales extranjeros y locales y un comportamiento que ameritaría –sobre todo con la fuerza de los votos– revisar un proceso de estatización[7] con control público para evitar que el Estado reproduzca los comportamientos de los privados, se vio favorecida por la justicia, el gobierno local (Berazategui) y el gobierno nacional, mediante el recurso a una fuerza de seguridad de jurisdicción nacional como la Gendarmería, sin mencionar la completa omisión por parte de los medios oficialistas. Mientras el gobierno se dedicó a criticar públicamente a la empresa e incluso multarla por los reiterados cortes de luz que generaron manifestaciones callejeras de toda índole, la connivencia en el caso de Berazategui muestra otra racionalidad, más bien ligada a intereses empresariales, a formas de gobierno territorial y a la prioridad de los barrios privados por sobre la vida común que intenta seguir siendo barrio.
Nuevamente, no se trata de una impugnación estilo “troskista” al gobierno nacional o al conjunto social de apoyo, ni mucho menos a sectores militantes que despliegan sus convicciones en el “territorio”. El cuestionamiento al “sciolismo” que se viene anunciando desde ya largos años[8], pasa por pensar cruces con otro tipo de territorialidades políticas que, en algunos casos, alcanzan condensaciones entre macro y micropolítica (Pablo Hupert), interfaces relativamente eficaces, pero cuando las racionalidades chocan de frente sin lograr inscribirse en la trama fallida de gestión de lo no representable, reaparece cierto primitivismo del capital. Berazategui muestra hasta qué punto el corporativismo empresa-Estado-gobernabilidad local se manifiesta cuando una instancia de contrapoder concreto es aislada y desarticulada, en este caso, mediante la aplicación de una amplia gama de estrategias represivas, disuasivas y de desgaste subjetivo. La Asamblea volvió a poner a la luz la pregunta por el mando (quién manda, cuándo y dónde), y la respuesta se dio en ese plano, a la antigua, pero con ribetes de posnacionalidad.
...
Por otra parte, las militancias locales, demasiado atentas a la “causa nacional” y, sobre todo, a no contradecir a los jefes políticos ni a manchar sus alianzas, fueron  funcionales a la embestida corporativista. Del mismo modo, algunos medios de comunicación con intereses cercanos a los de la empresa, en el terreno de las finanzas, ni siquiera intentaron usar políticamente el conflicto. Los asambleístas no se sienten fracasados, aunque el fracaso los marcara desde un comienzo; entienden que haber retrasado durante más de seis años la instalación de la subestación y haber resistido todo tipo de ataques –más allá, claro, del desgaste inevitable y la pérdida de integrantes y aliados en el camino–, no solo salvó vidas de los efectos mortales de los campos CEM, sino que politizó las vidas de muchos de ellos, en tanto, una situación concreta, eterno instante, pone en juego la vida entera. ¿Qué significan “micro” o “macro” ante un acto singular que se rompe vida?


[2] El texto completo en que se detalla cada punto mencionado como medida o política oficial desde 2012 hasta la fecha se titula “Un giro del 54%” y es de próxima publicación.
[3] Ver: Grupo Doce. Del fragmento a la situación. Buenos Aires: edición propia, 2001; y Lewkowicz. I. Pensar sin Estado. Buenos Aires: Paidós, 2004.
[4] Término que arrancamos de El Estado posnacional
[8] Recordemos, a nivel de las cuestiones electorales, que el nombre de Scioli empezó a sonar fuerte cuando, antes del fallecimiento de Kirchner, se discutía quién oficiaría como candidato del Frente Para la Victoria para suceder a Cristina Fernández. http://www.lapoliticaonline.com/nota/44270/; http://pasado.eldia.com/edis/20101012/20101012103411.htm  

jueves, 24 de septiembre de 2015

Sobre "Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo" - Segunda colaboración del Mercado Solidario de Rosario a la nueva edición de El Estado posnacional



Se viene la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales. Aquí compartimos la segunda colaboración del Mercado Solidario de Rosario que relata su secuencia de experimentación de otras formas de economía.


Sobre Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo


por Stella Maris Orzuza, socia productora del MS

"somos antisistema porque el Estado es antinosotros"
El libro de Pablo Hupert es un capital muy preciado para nuestra experiencia porque reivindica el sentido político del 2001, en su carácter productor e instituyente. Hupert realiza un desarrollo histórico que muestra determinantes de distinto orden (económico, sociales, políticos) que propiciaron que 2001 pudiera ser el germen para muchas nuevas historias, que tienen en particular la potencia de lo colectivo a distancia del Estado y del Mercado.
Se podría haber escrito una historia en que nos hubiéramos ido quedando cada vez más solos frente a un Estado cada vez más pequeño y retraído, y un Mercado que solo exalta individualidades. Sin embargo, eso no fue lo que sucedió. Nos permitimos, en vez de ello, recostarnos unos sobre otros, buscar formas ingeniosas, encontrarnos, tomar conciencia de que lo que hacíamos cotidianamente, en nuestras familias, con nuestros amigos, ayudándonos a resolver las necesidades de la cotidianeidad, podía extenderse. Nos permitimos romper los límites de las familias y los pequeños círculos de amigos, aunque su potencialidad emergiera de allí. Nos permitimos constituirnos en sujetos políticos y definir políticas. Supimos que podíamos resolver el trabajo, la vivienda, el cuidado; corrimos el límite de lo posible. Descubrimos que podíamos encontrar en los otros esa potencia que solos no tenemos, que solo tenemos en el encuentro con otros. Desdibujamos los límites de lo público y lo privado, creando nuevos espacios públicos, en general reduciendo lo privado, pero descubriendo que, en la solidaridad del compañero/a, que tiene el mismo problema que yo, era posible encontrar un aliado. Y así encaramos luchas, nos animamos a decir otra cosa que lo que se decía, a inventar organizaciones, sentimientos, prácticas. Ahora somos organizaciones que disputamos la tierra a Monsanto, que reivindicamos las luchas campesinas e indígenas, que construimos nuestras propias historias y les disputamos sentidos a los historiadores. Que buscamos y encontramos lo que tienen en común nuestras luchas. Nos animamos a inventar lo que no existía. Descubrimos nuestro carácter creador, y ya no lo abandonamos. Y nos seguimos multiplicando, en muchos nuevos nosotros. Ese es el carácter instituyente y productor de 2001, como tan bien logra retratarlo este libro.


martes, 22 de septiembre de 2015

Otras formas de economía y política - Primera colaboración del Mercado Solidario de Rosario a la nueva edición de El Estado posnacional

Se viene la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales.
Aquí compartimos avances de la primera colaboración del Mercado Solidario de Rosario que relata su secuencia de experimentación de otras formas de economía



2001 – 2015: La experimentación económica y política del
Mercado Solidario de Rosario


por Roberto García, socio productor del MS


El sueño es ver las formas invisibles
de la distancia imprecisa, y con sensibles
movimientos de esperanza y voluntad,
buscar en la línea fría del horizonte
el árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente



Intro: Toma de consistencia en el caldo agitado del 2001

Todo comienzo es abstracto, como la línea fría del horizonte que en lo lejano no tiene la arboleda, la playa, la flor, el ave, la fuente...
Antes de la conformación del Mercado Solidario como espacio político de experimentación económica anticapitalista, nuestra primera toma de consistencia grupal estuvo imbricada con la movilización social que durante todo el desarrollo del año 2001 fue inseminando el acontecimiento del 19 y 20 de diciembre. En aquel contexto, fuimos incentivados por la fuerza creativa desplegada por diversos sectores de la sociedad argentina. Conjunto social mayoritario que previamente había sido golpeado, marginado y excluido por las políticas neoliberales que consintieron en aplicar los partidos políticos dominantes, principalmente el peronismo, durante el mandato de Menem (aunque el período haya comenzado con la hiperinflación alfonsinista y se agotara en sus aspectos más salientes con el gobierno de De la Rúa, y muchos de sus principios continúen hasta la actualidad).
Tratamos de presentar principalmente la secuencia de problemas a las que nos fuimos enfrentando y de cuya resolución se fue dibujando un camino posible de intervención experimental en la generación de un campo político-económico no-capitalista.
Para el nosotros de aquellos días, ambos aspectos entramados de la lucha desplegada en el acontecimiento del 2001: resistencia y creación, concentraban la generosidad posible de lo imposible. Y en la inmanencia de ese movimiento comenzamos a movernos, intentando un reconocimiento cercano de esa otra política que se expandía en la creación de espacios autogestivos y formas positivas de sociabilidad, incluidas las prácticas económicas diferenciales al capitalismo.

Problema I: Invención de nuevas sociabilidades y deseo capitalista

El primer problema que atravesamos, y definió en buena parte nuestro futuro, no se hizo evidente desde el comienzo, que en forma concreta como Nodo de la Red del Trueque Solidario fue en abril del 2002.
Más allá de la relativa facilidad de ingresar en este espacio, en principio incentivados a mirar de cerca el fenómeno por la compañera María Elena Pérez, vimos con fascinación el hecho concreto de que en Rosario existieran más de 500 nodos de Truque (entre las dos Redes Nacionales), diseminados en diversas instituciones barriales o en espacios públicos. Y que en muchos de ellos se juntaran cientos de personas a trocar sus capacidades de trabajo dejadas de lado (vueltas a desligar) por el mercado neoliberal[1].
Entonces en esa etapa inicial del 2001 coincidimos en entender que el gran articulador subjetivo del trueque, en tanto sistema económico abierto de intercambio de fuerzas de trabajo libre, había sido la puesta en marcha de una moneda social inventada sin el permiso de ningún estamento del Estado. La moneda ya no sería como en su fase precapitalista un flujo descodificado por el capital de comercio, sino una instancia de conjunción de esa fuerza de trabajo libre, constituyente necesaria de la relación característica del capitalismo, y en buena parte desligada del mercado de trabajo explotado vía desocupación endémica. Esta situación desligada era por otra parte la posible condición de volver a religar dichas capacidades de trabajo ociosas, pero esta vez de manera autogestiva, a través del intercambio de los “Prosumidores”.
Sin embargo, además de la potencia desatada por la fuerza subjetiva común en el encuentro de las instancias del trueque, durante ese primer período del 2001, en nuestro acercamiento participante a los nodos, también observábamos que estaban presentes en la experiencia apetencias propias de la forma cultural del capitalismo. Estas apetencias amenazaban las nuevas y endebles relaciones de intercambio solidario desplegadas durante los 7 años de existencia del experimento. Se podía reconocer con claridad la forma mercantil, que aunque encerrada en los límites del intercambio, igualmente ponía en juego de manera descarnada la ley de la oferta y la demanda, tensionando un máximo de desigualdad entre aquellos que contaban con un excedente monetario del salario que convertían en un pequeño (y por supuesto acotado) capital de comercio para comprar mercancías de primera necesidad, que justamente por ese motivo escalaban su valor en créditos, distorsionando el valor referencial de los intercambios. De esta manera, la disposición de estos pequeños capitales de comercio comenzó a perjudicar a aquellos otros que sólo ofrecían lo producido por su capacidad de trabajo.
De la persistencia de la ley de la oferta y la demanda en el trueque resultó la sobrevaloración en créditos de los productos de primera necesidad mercantilizados, y sobre este plusvalor de código comercial motivado en la demanda, se completó el círculo inflacionario en la medida en que esos productos a su vez se convertían en insumos de nuevas producciones que también debían “aumentarse” en créditos[2].
…Esos debates críticos sobre las relaciones de composición y descomposición en pugna dentro del trueque nos sirvieron para tomar la decisión de intentar la construcción de un nodo que, participando dentro de la Red del Trueque Solidario, tuviera algunas características diferenciales al funcionamiento desbordado de los nodos en aquel período.
En abril de 2002, el grupo difuso que comenzó con la investigación-participante en el movimiento del trueque había aumentado a 27 productores de bienes y servicios conformando el Nodo 20 de diciembre, dentro de la Red del Trueque Solidario.
…La manera en que nosotros, en la preconstitución de nuestro Nodo del Trueque, intentamos articular una respuesta activa a esas dos preguntas fue proponer un acuerdo local de funcionamiento que bloqueara la circulación de las apetencias propias de la cultura capitalista que habíamos visto funcionar en la Red. Si el deseo y el interés dentro de la sociedad difícilmente encuentran un camino dirigido a la emancipación igualitaria, el intento restringido que nos proponíamos era establecer un “acuerdo” basado en las voluntades subjetivadas por el acontecimiento político de diciembre de 2001.
Hacia la mitad del 2002, comenzamos a discutir en Asamblea cómo equiparar los valores de las producciones a intercambiar, cómo desarticular la práctica del “acaparamiento” de producciones con alta demanda o cómo lograr la resolución colectiva de las consabidas necesidades de consumo de productos de primera necesidad (sin apelar al ingreso de “revendedores” al trueque, tal como planteaba nuestro acuerdo fundacional). En relación a esto último ¿cómo sería posible responder a esa necesidad una vez aislada la forma comercial de la “reventa” y su consecuencia: la forma devaluada de la moneda social? La primera parte de la respuesta era evidente: no había productores de bienes primarios agrícolas en el trueque, salvo un grupo de productores de huerta orgánica que participaban de nuestro Nodo. La búsqueda de esos productores fue entonces parte de la resolución futura que el acuerdo de sociabilidad solidaria que nos propusimos en aquel tiempo debía enfrentar. ¿Pero habría productores campesinos dispuestos a entrar en estas formas de intercambio con productores urbanos? La necesidad individual entonces se convertía para nosotros en una búsqueda genérica que ampliara los límites del sistema del trueque. Pero necesitamos muchos años para comenzar a vislumbrar una respuesta práctica a aquel problema aislado en el comienzo de nuestro recorrido.
Hacia fines del 2002, la mayoría de los nodos del Trueque fueron sucumbiendo a sus propias distorsiones. La poderosa pulsión de la cultura capitalista que nos habita, y que habían activado dentro del trueque una parte importante de sus miembros, demostraba haber sido más recurrente que las voluntades subjetivadas colectivas que se habían encontrado en aquel movimiento social[3]. El Nodo 20 de diciembre, ya había decidido desvincularse de la Red en la medida en que la interacción con el desastroso funcionamiento general de la misma se fue haciendo cada vez más incompatible con nuestro “acuerdo de funcionamiento”.
La participación, que oscilaba entre 60 y 90 personas durante las instancias de intercambio que realizábamos los días sábado, se redujo a alrededor de 30 miembros (más o menos los que comenzaron la primera jornada del Nodo 20 de diciembre), a partir del momento en que nos desatamos del movimiento nacional del trueque para generar nuestro propio espacio de intercambio con moneda social[4].


Problema II: ¿Micro o socio emprendedores?

Los caminos que llevan a la construcción de los jardines de la nueva sociabilidad siempre se bifurcan. La elección de uno u otro sendero implicará el abandono de un paisaje conocido, aún en su hostilidad, para entrar en un territorio incierto. Por eso entendemos la construcción de formas de producción, intercambio y consumo no capitalistas como experimental.
Pero la definición del carácter experimental de nuestra práctica llegó con los años. Volviendo a fines del 2002, … la represión a los movimientos sociales más activos y contestatarios como los movimientos territoriales había fracasado rotundamente con el crimen aberrante de los militantes Kosteky y Santillán del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. La actividad social todavía estaba suplementada por la cercanía del acontecimiento del 2001 y por ese motivo no se dejó pasar lo evidente: que la práctica fascista de la polícia de Buenos Aires era concomitante al intento de recomposición de la fuerza del estado gobernado por el peronismo duhaldista[5].
Sin embargo, además de las dos vías principales para recomponer la fuerza del estado (devaluación para lograr la recirculación del mercado y represión de lo social) se desarrollaron una batería de medidas de asistencia por medio de “políticas sociales” que en buena medida respondían a las demandas de los movimientos emergentes …
Esta nueva situación activa del gobierno duhaldista con respecto a las políticas sociales post-2001, reinstaló uno de los programas que se habían comenzado a utilizar a instancias de las políticas neoliberales: el emprendedurismo como intento de paliar la desocupación estructural. Como “política” había sido instalada como parche inconsecuente frente a los retrocesos permanentes que los gobiernos neoliberales realizan frente a las presiones del mercado del capitalismo mundial integrado, que a su vez son la causa de los aumentos en la tasa de desocupación.
Durante todo el año 2003, los miembros del Mercado Solidario 20 de diciembre tratamos de encontrar no sólo un lugar original como “trabajadores libres asociados” (como decíamos, con tiempos total o parcialmente desligados del contrato explotado por el capital)[6], sabiendo que a diferencia de los movimientos de desocupados no contábamos con un territorio común, o de las fábricas recuperadas no contábamos con saberes técnicos específicos a desalienar poniéndolos en marcha (ni mucho menos contábamos con medios de producción abandonados por el éxodo del capital que se había retirado del mercado productivo para proteger parte de su existencia)[7].
Cada uno de los miembros del nodo de trueque traía o había adquirido algunos saberes técnicos para desarrollar la acción productiva de bienes o servicios. En parte, para nosotros, el nombre común elegido, Mercado Solidario, se traducía como un espacio de habitabilidad de capacidades productivas ociosas que pudieran intercambiarse, de allí que la forma del emprendedor (más aún con la carga que implicaban las promesas de subsidios o de asistencia estatal) fuera una opción realmente actuante de la nueva economía solidaria[8]Un micro-emprendedor, decía Lucio Salas, de ser posible intentaría ser un gran-emprendedor y si le fuera posible trataría ser dueño de una empresa. En definitiva, la misma lógica engañosa del capitalismo nos tendía otra trampa para direccionar a los desocupados del mercado de trabajo hacia un camino casi imposible: ser un futuro explotador. Otra cosa, decía Salas, era que los miembros desligados del mercado de trabajo se pensaran como fuerzas de producción solidarias entre sí. Por esta vía llegábamos a lo que él definía como socioemprendedores.
…Esta decisión sostuvo la consistencia del antiguo grupo de trocadores para dar más adelante un primer paso hacia la asunción política de sostener un nuevo posible en la trama de las relaciones objetivas en la sociedad: experimentar formas de producción diferentes a la relación vampírica que el capital entabla con las fuerzas vitales de trabajo que explota, desde una práctica afirmativa. Sabíamos que otros grupos también estaban dando los mismos pasos que nosotros.

Problema III: El consumo alienado en interioridad

Para profundizar la constitución de los “socioemprendimientos” y conseguir un espacio propio de producción, intercambio y oferta de las producciones colectivas, discutimos durante 4 meses en un “Taller de Economía Solidaria”, cuyo resultado fue la decisión de constituir una cooperativa de producción/trabajo[9] y alquilar un espacio para producir y montar el almacén[10].
El problema que se nos presentó fue que ninguno de nosotros, en tanto miembros de un nuevo grupo de productores asociados, veíamos la necesidad política de direccionar nuestro limitado poder de compra principalmente hacia nuestro propio almacén. Comprender esta realidad no era, por otra parte, nada del otro mundo: no iba a ser tan fácil enfrentar al enemigo más poderoso de todos los tiempos. Producir de manera cooperativa, aunque no es nada sencillo, fue una respuesta que el movimiento social le dio a un problema objetivo: poder reencauzar las fuerzas de trabajo libres que estaban dispersas en bolsones de desocupación, producto de la etapa de políticas neoliberales.
Pero asumir una política coordinada a nivel del consumo no es tarea fácil, por la razón evidente de que el consumo es la fuerza motriz que mueve el sistema de explotación y expoliación del capitalismo y él mismo se ha convertido en expresión ideológica de su potencia. Comprendimos nosotros y otros grupos con los que empezábamos a relacionarnos en red, como se verá más adelante, que el problema del consumo dentro del movimiento de la economía de experimentación anticapitalista, no es solo un escollo a enfrentar dentro de la circulación económica sino un campo de batalla en la ecología de la subjetividad[11], en tanto es gestador de fantasías autocomplacientes, cuando no de una nueva tecnología del yo, en la medida en que nos propone un falso equilibrio existencial. Y de esta forma cultural que ha asumido el consumo en las sociedades post-industriales, en tanto miembros de lo social, ninguno de nosotros está exento. De allí su difícil resolución.
El trabajo de este problema nos reforzó la idea común en muchos otros grupos de que las producciones de nuestros movimientos debían encontrar espacios propios de circulación, autónomos del mercado de comercio formal[12]. Comenzar a consumir todas las producciones de otras organizaciones que comenzábamos a llevar al nuevo Almacén El Trocadero significó el primer escalón de sostenimiento de ese espacio que habíamos decidido abrir. Nuestro consumo se amplió al de nuestros familiares, amigos y, sobre todo, compañeros del movimiento social.
A partir de ese escalón inicial, comenzamos a plantearnos cómo llevar adelante estrategias de consumo organizado en la que participaran los otros trabajadores externos a las prácticas productivas asociativas (en definitiva la mayoría de los consumidores son trabajadores que reciben un dinero-salario, a cambio de vender su fuerza de trabajo, para luego usarlo para cubrir sus necesidades de consumo).
La primera comunicación que hicimos, allá por el 2006, promocionando una bolsa de productos alternativos a los del mercado formal capitalista, con la idea de desarrollar núcleos de consumidores organizados, decía lo siguiente: “se trata de proponer una redirección de parte de nuestro consumo, que no implique un gran gasto emotivo de nuestra parte, sino que algo de lo que gastamos en consumir, lo reenviemos a otro tipo de relaciones económicas, lo dirijamos a las organizaciones de productores organizados que no exploten a las personas, ni al medio ambiente. No somos meros “vendedores” que persiguen un beneficio lucrativo privado desconectado de los demás, estamos incentivando otras formas de relaciones políticas, siendo partícipes de otro tipo de economía”. Aquella primera comunicación incentivando otra forma de consumo tenía mucho todavía de manifiesto de lo que habíamos descubierto en nosotros mismos. No logramos gran cosa, pero, sin embargo, fue una manera de no “ahogarnos en las frías aguas del cálculo” propias de la circulación y el consumo capitalista a poco de haber empezado nuestra experimentación.
La conclusión sintética del problema fue habernos podido decir a nosotros mismos (dentro del movimiento de la economía solidaria): todo consumo es político.

Problema IV: La producción solidaria recapturada por el mercado capitalista

Con las organizaciones con las que avanzamos hasta la conformación de la Red Argentina de Comercio Justo (RACJ), habíamos acordado que el eje del trabajo de circulación económica de las producciones haría eje en la relaciones Sur-Sur, es decir entre organizaciones de nuestro país y de Latinoamérica. En contrapartida al esquema del Comercio Justo que mantenía relaciones tipo Norte-Sur en las que las organizaciones de los países más pobres en la escala del capitalismo mundial (cuyo eufemismo es Sur) son las proveedoras principalmente de materias primarias, alimentos o artesanías, y las organizaciones pertenecientes al Norte, donde están los países ricos, hacen las veces de comercializadoras[13]. En definitiva el nuevo problema que distinguíamos era la inconveniencia de mantener la dicotomía dentro del movimiento de la economía solidaria entre organizaciones productoras por un lado y organizaciones comercializadoras por el otro. En fin, la RACJ entró en un impasse político. La forma en que nosotros estábamos intentando enfrentar la relación entre los productores alternativos y el consumidor, era por medio del Almacén El Trocadero, donde movilizábamos nuestra producción y la de otros, sin apelar a la obtención de un rédito comercial, y eso no tenía mucho que ver con la forma tradicional del Comercio Justo.
De ese impasse salimos principalmente junto a la Cooperativa La Asamblearia (CABA) y el Centro Ecuménico Poriajhú (Cap. Bermúdez, Sta. Fe), organizaciones con las cuales habíamos compartido el proceso de conformación de la RACJ. En definitiva lo que comenzamos a observar era que luego de haber resuelto con diversa suerte las instancias de organización productiva, las organizaciones de la economía solidaria no respondían de la misma manera la pregunta ¿cómo distribuir lo producido? La respuesta generalizada pasó por intentar acceder a distintos canales de distribución comercial de tipo capitalista[14], como ya dijimos. En este sentido, las principales configuraciones que forman parte de la economía solidaria (organizaciones territoriales, movimientos campesinos, fábricas recuperadas, empresas sociales o emprendimientos familiares) han permanecido como islas circunscritas al interior de sus propios límites de cooperación, sin desarrollar un horizonte político común más allá de la búsqueda de la reproducción económica de la vida (aspecto fundamental para las nuevas luchas contra el capitalismo, pero no suficiente).
En definitiva el problema también podría expresarse como una relación diferencial entre el horizonte político común, entendido como la creación de espacios de experimentación de relaciones solidarias no capitalistas que sostengan una vida ocupada en la construcción de lo común (alejada de la competencia de los intereses particulares) y la sola organización de la reproducción solidaria de la vida[15].
En definitiva, junto a las organizaciones con las que comenzamos a intercambiar producciones con el objetivo de generar un stock en común, por un lado las producciones propias se diversificaban al ser trocadas por las de otros grupos favoreciendo la oferta, y, por el otro, de multiplicar los nodos de venta de cada organización productora. Desde el 2007, junto a la Cooperativa La Asamblearia (C.A.B.A.), el Centro Ecuménico Poriajhú (Cap. Bermúdez, Sta. Fe), la Granja Agroecológica La Verdecita (ciudad de Santa Fe) y el Almacén Ambulante (más recientemente) venimos desarrollando una experiencia de Distribución Solidaria y de Consumo Organizado de nuestras producciones y de otras organizaciones hermanas, en contraposición a la forma de comercialización tradicional[16], a la que renombramos Red de Comercio Justo del Litoral[17].
El horizonte político común que ha construido la Red es el desarrollo de un espacio autónomo y autogestivo de intercambio de las producciones de la economía solidaria y en definitiva anticapitalista, por medio de intercambios que son movilizados por Nodos de Distribución Solidarios (sin agregado de valores por comercialización o, mejor dicho, sin la resta de beneficios para las organizaciones). Cada organización de la Red se compromete a ofrecer las producciones de todos, que en realidad gracias al intercambio son las propias diversificadas, constituyéndose a su vez en Nodos de Venta que multiplican las posibilidades de oferta del conjunto. Este proceso de constitución de espacios comunes de intercambio y distribución solidaria, ya pasó por varios estadios de desarrollo[18], si bien la experiencia se encuentra activa y logramos constituir los stocks comunes de producciones motorizados por el intercambio y las relaciones de confianza con otras organizaciones, sin la necesidad de recurrir a subsidios o aportes monetarios externos a nuestras organizaciones, el horizonte político anticapitalista que sostenemos ya no se encuentra acompañado por la inmensa participación popular de aquellas jornadas “dosmiliuneras”.

A su vez, podríamos detallar problemas no resueltos todavía: ¿Cómo avanzar hacia una forma productiva colectiva más acorde a nuestra experimentación? ¿Cómo desarrollar nodos del Consumo Organizado? ¿Cómo sortear las incomprensiones propias de las relaciones con otras organizaciones con el fin de multiplicar la participación en la Red? ¿Cómo mantenernos ligados a la experimentación cuando nuestra “vida cotidiana” se enfrenta a la “vida colectiva” entendida como una política que requiere “otro tiempo”? Y sin embargo, aún en la dificultad y el peligro siempre latente de la dispersión, todavía nos mantenemos cercanos a aquella corriente subjetiva que buscaba generar espacios habitables autonomizados de la dominación del capital y del control del estado.

Epílogo

Comenzamos este racconto de la experimentación económica y política del Mercado Solidario de Rosario citando el poema Horizonte de Fernando Pessoa. El advenimiento de problemas y de nuevos intentos por acceder a un camino de construcción positiva de relaciones sociales con una lógica diferente a la capitalista, eran en aquel comienzo del 2001 tan abstractos como la “fría línea del horizonte”.
Tal como puede suceder en las búsquedas políticas emancipatorias: “el sueño es ver las formas invisibles de la distancia imprecisa, y con sensibles movimientos de esperanza y voluntad, buscar en la línea fría del horizonte el árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente, los besos merecidos de la Verdad”.





[1]     En el Nodo llamado La Pérgola, un viejo galpón de ferrocarril perteneciente al antiguo puerto de Rosario, que estaba abandonado a hacia fines de los ´90, se llegaron a juntar 2000 personas que llegaban a la noche o la madrugada para participar de un trueque que comenzaba de mañana.
[2]     O simplemente por una valoración relacional que se equiparaba con los precios inflados de los productos de primera necesidad.
[3]     Un ejemplo ilustrativo de estas fuertes apetencias en juego dentro del trueque, era para nosotros una pareja de productores panificadores que trocaban en el nodo 20 de diciembre. Ellos encajaban perfectamente en la categoría de ser productores directos de los bienes que ofrecían, sin embargo a su vez eran coordinadores de otro nodo, donde había “reventa” y distorsiones inflacionarias que les permitían “comprar” barato en nuestro nodo que no inflacionaba los precios y “vender” caro en el suyo, donde volvían a conseguir mucha cantidad de créditos comparativamente devaluados (con la ventaja de que se trataba del mismo papel moneda). De esta manera podían “arrasar” la producción de nuestro Nodo. Ellos fueron de los productores que no estaban de acuerdo con la desvinculación del Nodo de la Red del Trueque Solidario.
[4]     El Nodo 20 de diciembre y posteriormente el Trueque Mercado Solidario funcionó en un espacio brindado solidariamente por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario, desde 2002 hasta 2004, a instancias del director del Centro Cultural de la Cooperación, por aquellos años, el Sr. Jorge Testero.
[5]     No olvidemos que el propio Secretario de estado del gobierno de Duhalde, el ricotero Anibal Fernández, actual lenguaraz del kirchnerismo, sostenía luego de la masacre de Avellaneda (26 de julio de 2002) que se había actuado a partir de la información que alertaba que los piqueteros estaban preparando un levantamiento armado.
[6]     En definitiva, el problema de las nuevas sociabilidades igualitarias es cómo transformar las “fuerzas de trabajo libre” capturada por el capital y componente de esa relación característica, en “trabajadores libres asociados” que compartan la producción dentro de un nuevo acuerdo económico igualitario. Se puede entender que la “libertad” de la fuerza de trabajo encierra su propia capacidad de ir más allá de la relación con el capital.  ¿Subjetivación de un nuevo horizonte económico?
[7]     Sobre la experiencia de la recuperación de fábricas en Rosario recomendamos el excelente trabajo de campo participante de Juan Pablo Hudson: Acá no, acá no me manda nadie: empresas recuperadas por obreros. 2000-2010. - 1 a ed. - Buenos Aires : Tinta Limón, 2011.
[8]     Es para marcar también que la forma “emprendedor” era contigua a la de Prosumidor, por su carácter individual o a lo sumo familiar. Era muy extraño que los Prosumidores establecieran vínculos colectivos para producir en común dentro del movimiento del Trueque.
[9]     En el 2004, con el nuevo gobierno kirchnerista, se empezaron a consolidar algunas de las tomas de fábricas del 2001 como cooperativas. También eligieron ese camino algunas de las experiencias de producción de bienes y servicios de los movimientos territoriales y piqueteros, por lo cual la forma jurídica era una resultante común de la emergencia de los movimientos sociales del 2001. Por supuesto también implicaba la redirección de la experiencia hacia un formato económico “clásico” que entroncaba con las políticas de desarrollo del mercado interno llevadas adelante por el nuevo gobierno.
[10]   Hasta agosto del 2004, cuando alquilamos nuestra primer sede, desarrollábamos las actividades en espacios “prestados”. El nodo del trueque dentro de la red lo llevábamos adelante en la Sala de la Cooperación de Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario. Luego producimos durante un tiempo en una cocina comunitaria de una iglesia a la que nos había invitado otra cooperativa. Y también desarrollamos ferias en el espacio de La Toma, empresa recuperada de Rosario.
[11]   Fundamenta Félix Guattarí, en su texto Las tres ecologías, que deberemos enfrentar las trabas, detenimientos o frustraciones subjetivas de manera ecológica. “Así como hay una ecología para las malas hierbas debería haber una ecología para las malas ideas”.
[12]   Uno de los grupos que defendieron esta idea y nos ayudaron a sostenerla fueron los compañeros del MoCaSe quienes asumieron que sus productos no debían “escaparse” a la economía formal capitalista, por el contrario buscaron hacerlos circular en el interior de los movimientos de la economía solidaria.
[13]   De hecho, la manera común en la que las organizaciones comercializadoras (Tiendas de Comercio Justo) muestran su trabajo es presentándose como “agregadoras” de valor (por medio del packaging, de la publicidad, etc) de las producciones sin “envoltorio semiótico” que producen las organizaciones del Tercer Mundo. En este sentido se podría decir que la tareas del Comercio Justo tradicional es darle una carga simbólica (o ideológica) a las producciones puras para ofrecerlas a los consumidores del primer mundo.
[14]   Una estrategia diferente fue la de los movimientos campesinos, que optaron por formar grupos de comercializadores urbanos. Si bien esto es una variante importante con respecto al mercado comercial capitalista, igualmente se sigue manteniendo la dicotomía entre organizaciones productoras solidarias y organizaciones comercializadoras, es decir que “viven” de la diferencia comercial de lo producido por otros.
[15]   Podríamos ver que las distintas organizaciones del nuevo movimiento de la economía solidaria tienen de partida diferentes relaciones con lo político, que expresan por otra parte la situación fragmentada en detrimento de un “horizonte común”. Un Emprendimiento Familiar tiene por lo general una pertenencia casi nula al mundo de la presentación política en el movimiento de la economía solidaria. Las fábricas recuperadas, por lo general, han circunscrito su presencia política a la situación de resistencia y luchas por la recuperación de sus empresas. Las Empresas Sociales, tal vez, presenten la mayor dispersión de pertenencias políticas, desde la ecología a los problemas de las minorías, incluyendo las luchas feministas. Y los Movimientos Campesinos, de la Vía Campesina por ej., tienen pertenencia a la presentación política de luchas de resistencia contra el avasallamiento del “mercado” (y muchas veces el estado) sobre la vida en común en los territorios y la soberanía alimentaria.
[16]   En la economía solidaria los productores asociados recuperan la plusvalía que en el formato capitalista el patrón “extrae” para alimentar el capital. La comercialización capitalista es la que en verdad pone en funcionamiento la máquina de producción capitalista al hacer circular las mercancías convirtiéndolas en dinero; por eso, para su existencia el capital mercantil requiere el reparto de una parte de la plusvalía extraída por el capital productivo (Marx, El capital, T II). En este sentido, dejar la producción asociativa en manos del capital de comercio implica una verdadera pérdida económica, ya que las organizaciones tienen que volver a repartir con las comercializadoras lo que habían recuperado en la producción. Aquí vemos que la búsqueda de mecanismos alternativos a la comercialización capitalista no es meramente una propuesta ideológica sino económica. Por supuesto, en la medida en que no existan esas opciones de circulación alternativas para la producción del movimiento de la economía solidaria quedamos atrapados en los límites del capitalismo.
[17]   Se decidió mantener el nombre conocido de “Comercio Justo”, aún cuando en la nueva Red no se trabajara con los criterios del Fair Trade. Siempre está en la mira la posibilidad de cambiar por otro nombre más acorde a nuestra práctica.
[18]   Como Red de Comercio Justo del Litoral organizamos tres Ferias Nacionales de la Economía Solidaria y Autogestiva en Rosario (en 2015 estaremos organizando la cuarta Feria Nacional), tenemos en la actualidad dos Nodos de Venta fijos: El Almacén El Trocadero, del Mercado Solidario y el espacio de La Asamblearia, en el Mercado de Bien Público de Bondpland en BsAs; una Feria semanal en la ciudad de Santa Fe que organiza La Verdecita junto al Consorcio de Productores Hortícolas; un bolsón de Consumo Organizado que reparte el Almacén Ambulante en Rosario y varias ciudades vecinas. Y en conjunto con la RCJL y la Coop. Encuentro (ENESS), gestionamos de manera autogestiva el Almacén de Las Tres Ecologías en un galpón que pertenece a la Municipalidad de Rosario que cedió ese espacio para su uso.