Aquí compartimos avances de la primera colaboración del Mercado Solidario de Rosario que relata su secuencia de experimentación de otras formas de economía
2001 – 2015: La experimentación económica y política del
Mercado Solidario de Rosario
por Roberto García, socio productor del MS
El sueño es ver las
formas invisibles
de la distancia
imprecisa, y con sensibles
movimientos de
esperanza y voluntad,
buscar en la línea
fría del horizonte
el árbol, la playa,
la flor, el ave, la fuente
Intro: Toma de
consistencia en el caldo agitado del 2001
Todo
comienzo es abstracto, como la línea fría del horizonte que en lo lejano no
tiene la arboleda, la playa, la flor, el ave, la fuente...
Antes
de la conformación del Mercado Solidario como espacio político de
experimentación económica anticapitalista, nuestra primera toma de consistencia
grupal estuvo imbricada con la movilización social que durante todo el
desarrollo del año 2001 fue inseminando el acontecimiento del 19 y 20 de
diciembre. En aquel contexto, fuimos incentivados por la fuerza creativa
desplegada por diversos sectores de la sociedad argentina. Conjunto social
mayoritario que previamente había sido golpeado, marginado y excluido por las
políticas neoliberales que consintieron en aplicar los partidos políticos
dominantes, principalmente el peronismo, durante el mandato de Menem (aunque el
período haya comenzado con la hiperinflación alfonsinista y se agotara en sus
aspectos más salientes con el gobierno de De la Rúa, y muchos de sus principios
continúen hasta la actualidad).
…
Tratamos
de presentar principalmente la secuencia de problemas a las que nos fuimos
enfrentando y de cuya resolución se fue dibujando un camino posible de
intervención experimental en la generación de un campo político-económico
no-capitalista.
…
Para
el nosotros de aquellos días, ambos aspectos entramados de la lucha desplegada
en el acontecimiento del 2001: resistencia y creación, concentraban la
generosidad posible de lo imposible. Y en la inmanencia de ese movimiento
comenzamos a movernos, intentando un reconocimiento cercano de esa otra
política que se expandía en la creación de espacios autogestivos y formas positivas
de sociabilidad, incluidas las prácticas económicas diferenciales al
capitalismo.
Problema I:
Invención de nuevas sociabilidades y deseo capitalista
El
primer problema que atravesamos, y definió en buena parte nuestro futuro, no se
hizo evidente desde el comienzo, que en forma concreta como Nodo de la Red
del Trueque Solidario fue en abril del 2002.
…
Más
allá de la relativa facilidad de ingresar en este espacio, en principio
incentivados a mirar de cerca el fenómeno por la compañera María Elena Pérez,
vimos con fascinación el hecho concreto de que en Rosario existieran más de 500
nodos de Truque (entre las dos Redes Nacionales), diseminados en diversas
instituciones barriales o en espacios públicos. Y que en muchos de ellos se
juntaran cientos de personas a trocar sus capacidades de trabajo dejadas de
lado (vueltas a desligar) por el mercado neoliberal[1].
Entonces
en esa etapa inicial del 2001 coincidimos en entender que el gran articulador
subjetivo del trueque, en tanto sistema económico abierto de intercambio de
fuerzas de trabajo libre, había sido la puesta en marcha de una moneda social
inventada sin el permiso de ningún estamento del Estado. La moneda ya no sería
como en su fase precapitalista un flujo descodificado por el capital de comercio,
sino una instancia de conjunción de esa fuerza de trabajo libre, constituyente
necesaria de la relación característica del capitalismo, y en buena parte
desligada del mercado de trabajo explotado vía desocupación endémica. Esta
situación desligada era por otra parte la posible condición de volver a religar
dichas capacidades de trabajo ociosas, pero esta vez de manera autogestiva, a
través del intercambio de los “Prosumidores”.
…
Sin
embargo, además de la potencia desatada por la fuerza subjetiva común en el
encuentro de las instancias del trueque, durante ese primer período del 2001,
en nuestro acercamiento participante a los nodos, también observábamos que
estaban presentes en la experiencia apetencias propias de la forma cultural del
capitalismo. Estas apetencias amenazaban las nuevas y endebles relaciones de
intercambio solidario desplegadas durante los 7 años de existencia del
experimento. Se podía reconocer con claridad la forma mercantil, que aunque
encerrada en los límites del intercambio, igualmente ponía en juego de manera
descarnada la ley de la oferta y la demanda, tensionando un máximo de
desigualdad entre aquellos que contaban con un excedente monetario del salario
que convertían en un pequeño (y por supuesto acotado) capital de comercio para
comprar mercancías de primera necesidad, que justamente por ese motivo
escalaban su valor en créditos, distorsionando el valor referencial de los
intercambios. De esta manera, la disposición de estos pequeños capitales de
comercio comenzó a perjudicar a aquellos otros que sólo ofrecían lo producido
por su capacidad de trabajo.
De
la persistencia de la ley de la oferta y la demanda en el trueque resultó la
sobrevaloración en créditos de los productos de primera necesidad
mercantilizados, y sobre este plusvalor de código comercial motivado en la
demanda, se completó el círculo inflacionario en la medida en que esos
productos a su vez se convertían en insumos de nuevas producciones que también
debían “aumentarse” en créditos[2].
…Esos
debates críticos sobre las relaciones de composición y descomposición en pugna
dentro del trueque nos sirvieron para tomar la decisión de intentar la
construcción de un nodo que, participando dentro de la Red del Trueque
Solidario, tuviera algunas características diferenciales al funcionamiento
desbordado de los nodos en aquel período.
En
abril de 2002, el grupo difuso que comenzó con la investigación-participante en
el movimiento del trueque había aumentado a 27 productores de bienes y
servicios conformando el Nodo 20 de diciembre, dentro de la Red del
Trueque Solidario.
…La
manera en que nosotros, en la preconstitución de nuestro Nodo del Trueque,
intentamos articular una respuesta activa a esas dos preguntas fue proponer un
acuerdo local de funcionamiento que bloqueara la circulación de las apetencias
propias de la cultura capitalista que habíamos visto funcionar en la Red. Si el
deseo y el interés dentro de la sociedad difícilmente encuentran un camino
dirigido a la emancipación igualitaria, el intento restringido que nos proponíamos
era establecer un “acuerdo” basado en las voluntades subjetivadas por el
acontecimiento político de diciembre de 2001.
…
Hacia
la mitad del 2002, comenzamos a discutir en Asamblea cómo equiparar los valores
de las producciones a intercambiar, cómo desarticular la práctica del
“acaparamiento” de producciones con alta demanda o cómo lograr la resolución
colectiva de las consabidas necesidades de consumo de productos de primera
necesidad (sin apelar al ingreso de “revendedores” al trueque, tal como planteaba
nuestro acuerdo fundacional). En relación a esto último ¿cómo sería posible
responder a esa necesidad una vez aislada la forma comercial de la “reventa” y
su consecuencia: la forma devaluada de la moneda social? La primera parte de la
respuesta era evidente: no había productores de bienes primarios agrícolas en
el trueque, salvo un grupo de productores de huerta orgánica que participaban
de nuestro Nodo. La búsqueda de esos productores fue entonces parte de la
resolución futura que el acuerdo de sociabilidad solidaria que nos propusimos
en aquel tiempo debía enfrentar. ¿Pero habría productores campesinos dispuestos
a entrar en estas formas de intercambio con productores urbanos? La necesidad individual entonces se
convertía para nosotros en una búsqueda genérica que ampliara los límites del
sistema del trueque. Pero necesitamos muchos años para comenzar a
vislumbrar una respuesta práctica a aquel problema aislado en el comienzo de
nuestro recorrido.
Hacia
fines del 2002, la mayoría de los nodos del Trueque fueron sucumbiendo a sus
propias distorsiones. La poderosa pulsión de la cultura capitalista que nos
habita, y que habían activado dentro del trueque una parte importante de sus
miembros, demostraba haber sido más recurrente que las voluntades subjetivadas
colectivas que se habían encontrado en aquel movimiento social[3].
El Nodo 20 de diciembre, ya había decidido desvincularse de la Red en la
medida en que la interacción con el desastroso funcionamiento general de la
misma se fue haciendo cada vez más incompatible con nuestro “acuerdo de
funcionamiento”.
…
La
participación, que oscilaba entre 60 y 90 personas durante las instancias de
intercambio que realizábamos los días sábado, se redujo a alrededor de 30
miembros (más o menos los que comenzaron la primera jornada del Nodo 20 de
diciembre), a partir del momento en que nos desatamos del movimiento
nacional del trueque para generar nuestro propio espacio de intercambio con
moneda social[4].
Problema II: ¿Micro
o socio emprendedores?
Los
caminos que llevan a la construcción de los jardines de la nueva sociabilidad
siempre se bifurcan. La elección de uno u otro sendero implicará el abandono de
un paisaje conocido, aún en su hostilidad, para entrar en un territorio
incierto. Por eso entendemos la
construcción de formas de producción, intercambio y consumo no capitalistas
como experimental.
Pero
la definición del carácter experimental de nuestra práctica llegó con los años.
Volviendo a fines del 2002, … la represión a los movimientos sociales más
activos y contestatarios como los movimientos territoriales había fracasado
rotundamente con el crimen aberrante de los militantes Kosteky y Santillán del Movimiento
de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. La actividad social todavía
estaba suplementada por la cercanía del acontecimiento del 2001 y por ese
motivo no se dejó pasar lo evidente: que la práctica fascista de la polícia de
Buenos Aires era concomitante al intento de recomposición de la fuerza del
estado gobernado por el peronismo duhaldista[5].
Sin
embargo, además de las dos vías principales para recomponer la fuerza del
estado (devaluación para lograr la recirculación del mercado y represión de lo
social) se desarrollaron una batería de medidas de asistencia por medio de
“políticas sociales” que en buena medida respondían a las demandas de los
movimientos emergentes …
Esta
nueva situación activa del gobierno duhaldista con respecto a las políticas
sociales post-2001, reinstaló uno de los programas que se habían comenzado a
utilizar a instancias de las políticas neoliberales: el emprendedurismo como
intento de paliar la desocupación estructural. Como “política” había sido
instalada como parche inconsecuente frente a los retrocesos permanentes que los
gobiernos neoliberales realizan frente a las presiones del mercado del
capitalismo mundial integrado, que a su vez son la causa de los aumentos en la
tasa de desocupación.
…
Durante
todo el año 2003, los miembros del Mercado Solidario 20 de diciembre
tratamos de encontrar no sólo un lugar original como “trabajadores libres
asociados” (como decíamos, con tiempos total o parcialmente desligados del
contrato explotado por el capital)[6],
sabiendo que a diferencia de los movimientos de desocupados no contábamos con
un territorio común, o de las fábricas recuperadas no contábamos con saberes
técnicos específicos a desalienar poniéndolos en marcha (ni mucho menos
contábamos con medios de producción abandonados por el éxodo del capital que se
había retirado del mercado productivo para proteger parte de su existencia)[7].
Cada
uno de los miembros del nodo de trueque traía o había adquirido algunos saberes
técnicos para desarrollar la acción productiva de bienes o servicios. En parte,
para nosotros, el nombre común elegido, Mercado Solidario, se traducía como un
espacio de habitabilidad de capacidades productivas ociosas que pudieran
intercambiarse, de allí que la forma del emprendedor (más aún con la carga que
implicaban las promesas de subsidios o de asistencia estatal) fuera una opción
realmente actuante de la nueva economía solidaria[8]…
Un micro-emprendedor, decía Lucio Salas,
de ser posible intentaría ser un gran-emprendedor y si le fuera posible
trataría ser dueño de una empresa. En definitiva, la misma lógica engañosa del
capitalismo nos tendía otra trampa para direccionar a los desocupados del
mercado de trabajo hacia un camino casi imposible: ser un futuro explotador.
Otra cosa, decía Salas, era que los miembros desligados del mercado de trabajo
se pensaran como fuerzas de producción solidarias entre sí. Por esta vía llegábamos
a lo que él definía como socioemprendedores.
…Esta
decisión sostuvo la consistencia del antiguo grupo de trocadores para dar más
adelante un primer paso hacia la asunción política de sostener un nuevo posible
en la trama de las relaciones objetivas en la sociedad: experimentar formas de
producción diferentes a la relación vampírica que el capital entabla con las
fuerzas vitales de trabajo que explota, desde una práctica afirmativa. Sabíamos
que otros grupos también estaban dando los mismos pasos que nosotros.
Problema III: El
consumo alienado en interioridad
…
Para
profundizar la constitución de los “socioemprendimientos” y conseguir un
espacio propio de producción, intercambio y oferta de las producciones
colectivas, discutimos durante 4 meses en un “Taller de Economía Solidaria”,
cuyo resultado fue la decisión de constituir una cooperativa de
producción/trabajo[9]
y alquilar un espacio para producir y montar el almacén[10].
…
El
problema que se nos presentó fue que ninguno de nosotros, en tanto miembros de
un nuevo grupo de productores asociados, veíamos la necesidad política de
direccionar nuestro limitado poder de compra principalmente hacia nuestro
propio almacén. Comprender esta realidad no era, por otra parte, nada del otro
mundo: no iba a ser tan fácil enfrentar al enemigo más poderoso de todos los
tiempos. Producir de manera cooperativa, aunque no es nada sencillo, fue una
respuesta que el movimiento social le dio a un problema objetivo: poder
reencauzar las fuerzas de trabajo libres que estaban dispersas en bolsones de
desocupación, producto de la etapa de políticas neoliberales.
Pero
asumir una política coordinada a nivel del consumo no es tarea fácil, por la
razón evidente de que el consumo es la fuerza motriz que mueve el sistema de
explotación y expoliación del capitalismo y él mismo se ha convertido en
expresión ideológica de su potencia. Comprendimos nosotros y otros grupos con
los que empezábamos a relacionarnos en red, como se verá más adelante, que el
problema del consumo dentro del movimiento de la economía de experimentación
anticapitalista, no es solo un escollo a enfrentar dentro de la circulación
económica sino un campo de batalla en la ecología de la subjetividad[11],
en tanto es gestador de fantasías autocomplacientes, cuando no de una nueva
tecnología del yo, en la medida en que nos propone un falso equilibrio
existencial. Y de esta forma cultural que ha asumido el consumo en las
sociedades post-industriales, en tanto miembros de lo social, ninguno de
nosotros está exento. De allí su difícil resolución.
El
trabajo de este problema nos reforzó la idea común en muchos otros grupos de
que las producciones de nuestros movimientos debían encontrar espacios propios
de circulación, autónomos del mercado de comercio formal[12].
Comenzar a consumir todas las producciones de otras organizaciones que
comenzábamos a llevar al nuevo Almacén El Trocadero significó el primer
escalón de sostenimiento de ese espacio que habíamos decidido abrir. Nuestro
consumo se amplió al de nuestros familiares, amigos y, sobre todo, compañeros
del movimiento social.
A
partir de ese escalón inicial, comenzamos a plantearnos cómo llevar adelante
estrategias de consumo organizado en la que participaran los otros trabajadores
externos a las prácticas productivas asociativas (en definitiva la mayoría de
los consumidores son trabajadores que reciben un dinero-salario, a cambio de
vender su fuerza de trabajo, para luego usarlo para cubrir sus necesidades de
consumo).
La
primera comunicación que hicimos, allá por el 2006, promocionando una bolsa de
productos alternativos a los del mercado formal capitalista, con la idea de
desarrollar núcleos de consumidores organizados, decía lo siguiente: “se trata
de proponer una redirección de parte de nuestro consumo, que no implique un
gran gasto emotivo de nuestra parte, sino que algo de lo que gastamos en
consumir, lo reenviemos a otro tipo de relaciones económicas, lo dirijamos a
las organizaciones de productores organizados que no exploten a las personas,
ni al medio ambiente. No somos meros “vendedores” que persiguen un beneficio
lucrativo privado desconectado de los demás, estamos incentivando otras formas
de relaciones políticas, siendo partícipes de otro tipo de economía”. Aquella
primera comunicación incentivando otra forma de consumo tenía mucho todavía de
manifiesto de lo que habíamos descubierto en nosotros mismos. No logramos gran
cosa, pero, sin embargo, fue una manera de no “ahogarnos en las frías aguas del
cálculo” propias de la circulación y el consumo capitalista a poco de haber empezado
nuestra experimentación.
La conclusión
sintética del problema fue habernos podido decir a nosotros mismos (dentro del
movimiento de la economía solidaria): todo consumo es político.
Problema IV: La
producción solidaria recapturada por el mercado capitalista
…
Con
las organizaciones con las que avanzamos hasta la conformación de la Red
Argentina de Comercio Justo (RACJ),
habíamos acordado que el eje del trabajo de circulación económica de las
producciones haría eje en la relaciones Sur-Sur, es decir entre organizaciones
de nuestro país y de Latinoamérica. En contrapartida al esquema del Comercio
Justo que mantenía relaciones tipo Norte-Sur en las que las organizaciones
de los países más pobres en la escala del capitalismo mundial (cuyo eufemismo
es Sur) son las proveedoras principalmente de materias primarias, alimentos o
artesanías, y las organizaciones pertenecientes al Norte, donde están los
países ricos, hacen las veces de comercializadoras[13].
En definitiva el nuevo problema que distinguíamos era la inconveniencia de
mantener la dicotomía dentro del movimiento de la economía solidaria entre
organizaciones productoras por un lado y organizaciones comercializadoras por
el otro. En fin, la RACJ entró en un impasse político. La forma en que nosotros
estábamos intentando enfrentar la relación entre los productores alternativos y
el consumidor, era por medio del Almacén El Trocadero, donde
movilizábamos nuestra producción y la de otros, sin apelar a la obtención de un
rédito comercial, y eso no tenía mucho que ver con la forma tradicional del
Comercio Justo.
De
ese impasse salimos principalmente junto a la Cooperativa La Asamblearia
(CABA) y el Centro Ecuménico Poriajhú (Cap. Bermúdez, Sta. Fe),
organizaciones con las cuales habíamos compartido el proceso de conformación de
la RACJ. En definitiva lo que comenzamos a observar era que luego de haber
resuelto con diversa suerte las instancias de organización productiva, las
organizaciones de la economía solidaria no respondían de la misma manera la
pregunta ¿cómo distribuir lo producido? La respuesta generalizada pasó por
intentar acceder a distintos canales de distribución comercial de tipo
capitalista[14],
como ya dijimos. En este sentido, las principales configuraciones que forman
parte de la economía solidaria (organizaciones territoriales, movimientos
campesinos, fábricas recuperadas, empresas sociales o emprendimientos
familiares) han permanecido como islas
circunscritas al interior de sus propios límites de cooperación, sin
desarrollar un horizonte político común más allá de la búsqueda de la
reproducción económica de la vida (aspecto fundamental para las nuevas luchas
contra el capitalismo, pero no suficiente).
En
definitiva el problema también podría
expresarse como una relación diferencial entre el horizonte político común,
entendido como la creación de espacios de experimentación de relaciones
solidarias no capitalistas que sostengan una vida ocupada en la construcción de
lo común (alejada de la competencia de los intereses particulares) y la sola organización de la reproducción
solidaria de la vida[15].
En
definitiva, junto a las organizaciones con las que comenzamos a intercambiar
producciones con el objetivo de generar un stock en común, por un lado las
producciones propias se diversificaban al ser trocadas por las de otros grupos
favoreciendo la oferta, y, por el otro, de multiplicar los nodos de venta de
cada organización productora. Desde el 2007, junto a la Cooperativa La
Asamblearia (C.A.B.A.), el Centro Ecuménico Poriajhú (Cap. Bermúdez,
Sta. Fe), la Granja Agroecológica La Verdecita (ciudad de Santa Fe) y el
Almacén Ambulante (más recientemente) venimos desarrollando una
experiencia de Distribución Solidaria y de Consumo Organizado de nuestras
producciones y de otras organizaciones hermanas, en contraposición a la forma
de comercialización tradicional[16], a la que renombramos Red de
Comercio Justo del Litoral[17].
El
horizonte político común que ha construido la Red es el desarrollo de un
espacio autónomo y autogestivo de intercambio de las producciones de la
economía solidaria y en definitiva anticapitalista, por medio de intercambios
que son movilizados por Nodos de Distribución Solidarios (sin agregado de
valores por comercialización o, mejor dicho, sin la resta de beneficios para
las organizaciones). Cada organización de la Red se compromete a ofrecer las
producciones de todos, que en realidad gracias al intercambio son las propias
diversificadas, constituyéndose a su vez en Nodos de Venta que multiplican las
posibilidades de oferta del conjunto. Este proceso de constitución de espacios
comunes de intercambio y distribución solidaria, ya pasó por varios estadios de
desarrollo[18],
si bien la experiencia se encuentra
activa y logramos constituir los stocks comunes de producciones motorizados por
el intercambio y las relaciones de confianza con otras organizaciones, sin la
necesidad de recurrir a subsidios o aportes monetarios externos a nuestras
organizaciones, el horizonte político anticapitalista
que sostenemos ya no se encuentra acompañado por la inmensa participación
popular de aquellas jornadas “dosmiliuneras”.
A
su vez, podríamos detallar problemas no resueltos
todavía: ¿Cómo avanzar hacia una forma productiva colectiva más acorde a
nuestra experimentación? ¿Cómo desarrollar nodos del Consumo Organizado? ¿Cómo
sortear las incomprensiones propias de las relaciones con otras organizaciones
con el fin de multiplicar la participación en la Red? ¿Cómo mantenernos ligados
a la experimentación cuando nuestra “vida cotidiana” se enfrenta a la “vida
colectiva” entendida como una política que requiere “otro tiempo”? Y sin
embargo, aún en la dificultad y el peligro siempre latente de la dispersión,
todavía nos mantenemos cercanos a aquella corriente subjetiva que buscaba
generar espacios habitables autonomizados de la dominación del capital y del
control del estado.
Epílogo
Comenzamos
este racconto de la experimentación económica y política del Mercado
Solidario de Rosario citando el poema Horizonte de Fernando Pessoa.
El advenimiento de problemas y de nuevos intentos por acceder a un camino de
construcción positiva de relaciones sociales con una lógica diferente a la
capitalista, eran en aquel comienzo del 2001 tan abstractos como la “fría línea
del horizonte”.
Tal
como puede suceder en las búsquedas políticas emancipatorias: “el sueño es ver las formas invisibles de la distancia imprecisa, y con
sensibles movimientos de esperanza y voluntad, buscar en la línea fría del
horizonte el árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente, los
besos merecidos de la Verdad”.
[1] En el Nodo llamado La Pérgola, un viejo
galpón de ferrocarril perteneciente al antiguo puerto de Rosario, que estaba
abandonado a hacia fines de los ´90, se llegaron a juntar 2000 personas que
llegaban a la noche o la madrugada para participar de un trueque que comenzaba
de mañana.
[2] O simplemente por una valoración relacional
que se equiparaba con los precios inflados de los productos de primera
necesidad.
[3] Un ejemplo ilustrativo de estas fuertes
apetencias en juego dentro del trueque, era para nosotros una pareja de
productores panificadores que trocaban en el nodo 20 de diciembre. Ellos
encajaban perfectamente en la categoría de ser productores directos de los
bienes que ofrecían, sin embargo a su vez eran coordinadores de otro nodo,
donde había “reventa” y distorsiones inflacionarias que les permitían “comprar”
barato en nuestro nodo que no inflacionaba los precios y “vender” caro en el
suyo, donde volvían a conseguir mucha cantidad de créditos comparativamente
devaluados (con la ventaja de que se trataba del mismo papel moneda). De esta
manera podían “arrasar” la producción de nuestro Nodo. Ellos fueron de los
productores que no estaban de acuerdo con la desvinculación del Nodo de la Red
del Trueque Solidario.
[4] El Nodo 20 de diciembre y
posteriormente el Trueque Mercado Solidario funcionó en un espacio
brindado solidariamente por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de
Rosario, desde 2002 hasta 2004, a instancias del director del Centro Cultural
de la Cooperación, por aquellos años, el Sr. Jorge Testero.
[5] No olvidemos que el propio Secretario de
estado del gobierno de Duhalde, el ricotero Anibal Fernández, actual lenguaraz
del kirchnerismo, sostenía luego de la masacre de Avellaneda (26 de julio de
2002) que se había actuado a partir de la información que alertaba que los
piqueteros estaban preparando un levantamiento armado.
[6] En definitiva, el problema de las nuevas
sociabilidades igualitarias es cómo transformar las “fuerzas de trabajo libre”
capturada por el capital y componente de esa relación característica, en
“trabajadores libres asociados” que compartan la producción dentro de un nuevo
acuerdo económico igualitario. Se puede entender que la “libertad” de la fuerza de trabajo
encierra su propia capacidad de ir más allá de la relación con el capital. ¿Subjetivación de un nuevo horizonte
económico?
[7] Sobre la experiencia de la recuperación de
fábricas en Rosario recomendamos el excelente trabajo de campo participante de
Juan Pablo Hudson: Acá no, acá no me manda nadie: empresas recuperadas por
obreros. 2000-2010. - 1 a ed. - Buenos Aires : Tinta Limón, 2011.
[8] Es para marcar también que la forma
“emprendedor” era contigua a la de Prosumidor, por su carácter individual o a
lo sumo familiar. Era muy extraño que los Prosumidores establecieran vínculos
colectivos para producir en común dentro del movimiento del Trueque.
[9] En el 2004, con el nuevo gobierno
kirchnerista, se empezaron a consolidar algunas de las tomas de fábricas del
2001 como cooperativas. También eligieron ese camino algunas de las
experiencias de producción de bienes y servicios de los movimientos
territoriales y piqueteros, por lo cual la forma jurídica era una resultante
común de la emergencia de los movimientos sociales del 2001. Por supuesto
también implicaba la redirección de la experiencia hacia un formato económico
“clásico” que entroncaba con las políticas de desarrollo del mercado interno
llevadas adelante por el nuevo gobierno.
[10] Hasta agosto del 2004, cuando alquilamos
nuestra primer sede, desarrollábamos las actividades en espacios “prestados”.
El nodo del trueque dentro de la red lo llevábamos adelante en la Sala de la
Cooperación de Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario. Luego
producimos durante un tiempo en una cocina comunitaria de una iglesia a la que
nos había invitado otra cooperativa. Y también desarrollamos ferias en el
espacio de La Toma, empresa recuperada de Rosario.
[11] Fundamenta Félix Guattarí, en su texto Las
tres ecologías, que deberemos enfrentar las trabas, detenimientos o
frustraciones subjetivas de manera ecológica. “Así como hay una ecología para
las malas hierbas debería haber una ecología para las malas ideas”.
[12] Uno de los grupos que defendieron esta idea y
nos ayudaron a sostenerla fueron los compañeros del MoCaSe quienes asumieron
que sus productos no debían “escaparse” a la economía formal capitalista, por
el contrario buscaron hacerlos circular en el interior de los movimientos de la
economía solidaria.
[13] De hecho, la manera común en la que las
organizaciones comercializadoras (Tiendas de Comercio Justo) muestran su
trabajo es presentándose como “agregadoras” de valor (por medio del packaging,
de la publicidad, etc) de las producciones sin “envoltorio semiótico” que
producen las organizaciones del Tercer Mundo. En este sentido se podría decir
que la tareas del Comercio Justo tradicional es darle una carga simbólica (o
ideológica) a las producciones puras para ofrecerlas a los consumidores del
primer mundo.
[14] Una estrategia diferente fue la de los
movimientos campesinos, que optaron por formar grupos de comercializadores
urbanos. Si bien esto es una variante importante con respecto al mercado
comercial capitalista, igualmente se sigue manteniendo la dicotomía entre
organizaciones productoras solidarias y organizaciones comercializadoras, es
decir que “viven” de la diferencia comercial de lo producido por otros.
[15] Podríamos ver que las distintas
organizaciones del nuevo movimiento de la economía solidaria tienen de partida
diferentes relaciones con lo político, que expresan por otra parte la situación
fragmentada en detrimento de un “horizonte común”. Un Emprendimiento Familiar
tiene por lo general una pertenencia casi nula al mundo de la presentación
política en el movimiento de la economía solidaria. Las fábricas recuperadas,
por lo general, han circunscrito su presencia política a la situación de
resistencia y luchas por la recuperación de sus empresas. Las Empresas
Sociales, tal vez, presenten la mayor dispersión de pertenencias políticas,
desde la ecología a los problemas de las minorías, incluyendo las luchas
feministas. Y los Movimientos Campesinos, de la Vía Campesina por ej., tienen
pertenencia a la presentación política de luchas de resistencia contra el
avasallamiento del “mercado” (y muchas veces el estado) sobre la vida en común
en los territorios y la soberanía alimentaria.
[16] En la economía solidaria los productores
asociados recuperan la plusvalía que en el formato capitalista el patrón
“extrae” para alimentar el capital. La comercialización capitalista es la que
en verdad pone en funcionamiento la máquina de producción capitalista al hacer
circular las mercancías convirtiéndolas en dinero; por eso, para su existencia
el capital mercantil requiere el reparto de una parte de la plusvalía extraída
por el capital productivo (Marx, El
capital, T II). En este sentido, dejar la producción asociativa en manos
del capital de comercio implica una verdadera pérdida económica, ya que las
organizaciones tienen que volver a repartir con las comercializadoras lo que
habían recuperado en la producción. Aquí vemos que la búsqueda de mecanismos
alternativos a la comercialización capitalista no es meramente una propuesta
ideológica sino económica. Por supuesto, en la medida en que no existan esas
opciones de circulación alternativas para la producción del movimiento de la
economía solidaria quedamos atrapados en los límites del capitalismo.
[17] Se decidió mantener el nombre conocido de
“Comercio Justo”, aún cuando en la nueva Red no se trabajara con los criterios
del Fair Trade. Siempre está en la
mira la posibilidad de cambiar por otro nombre más acorde a nuestra práctica.
[18] Como Red de Comercio Justo del Litoral
organizamos tres Ferias Nacionales de la Economía Solidaria y Autogestiva en
Rosario (en 2015 estaremos organizando la cuarta Feria Nacional), tenemos en la
actualidad dos Nodos de Venta fijos: El Almacén El Trocadero, del
Mercado Solidario y el espacio de La Asamblearia, en el Mercado de Bien
Público de Bondpland en BsAs; una Feria semanal en la ciudad de Santa Fe que
organiza La Verdecita junto al Consorcio de Productores Hortícolas;
un bolsón de Consumo Organizado que reparte el Almacén Ambulante en
Rosario y varias ciudades vecinas. Y en conjunto con la RCJL y la Coop.
Encuentro (ENESS), gestionamos de manera autogestiva el Almacén de Las Tres
Ecologías en un galpón que pertenece a la Municipalidad de Rosario que
cedió ese espacio para su uso.
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