martes, 27 de octubre de 2015

Crónica de un “sciolismo” anunciado - Colaboración de Ariel Pennisi a la nueva edición de El Estado posnacional

imagen tomada de telam.com.ar


Llegó la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales. Compartimos la de Ariel Pennisi, que ayuda a leer los resultados de la primera vuelta electoral.
 
1.

"Insisto: de lo más lastimoso y despreciable que nos deja el kirchnerismo es un antikirchnerismo ciego, salvaje y chiquilín"
                                                                                                                                Jorge Asís, en twitter
 "Macri es un tipo confiable, un tipo íntegro. De los tipos en la política en los que confío. Lo conozco hace más de treinta años. Se que no tiene odios, que nunca te va a hacer una operación berreta por atrás. No es muy habitual eso. Es impecable. Yo siempre con él tengo una consideración especial. No es uno más".
Daniel Scioli (2014)


La homogeneización de todo el período gubernamental que involucra las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner bajo la imagen de un “modelo” no permite despejar heterogeneidades que a veces se traducen en sentidos irreductibles, ni visualizar cambios de condiciones o incluso nuevos problemas. Por eso, alguna vez se escuchó a Horacio González hablar de “orientación” –prefiriendo el término al más presuntuoso “modelo”. Es cierto que las formas de gobernabilidad actuales parecen admitir las mil y una posiciones según la contingencia y que el fluido del poder tiende a diluir lo que en otra lógica parecía contradictorio, de modo que, ¿por qué hablar de contradicciones? Circula mediáticamente el chiste del “panqueque”, lanzado primero desde el oficialismo para definir a sus emigrantes e incluso a los propios que despuntan ambigüedad (uno de los más atacados fue de manera regular Scioli), pero últimamente retomado por periodistas y opositores para referirse al kirchnerismo entero como una gran panquequera. El desfile de videos de archivo de corto plazo podría ser impactante, con panqueques estelares como Ricardo Fórster o Luis D´Elía, sin contar a Uribarri o a la propia presidenta. Pero cuando la calle angostada de los márgenes políticos acerca las veredas, los saltos de un lado a otro no parecen tan significativos y todo se resuelve en la calle de tierra embarrada del realismo.
El 54% de los votos obtenidos por el oficialismo en la elección presidencial de 2011 dirimió trayectorias: certificó la defunción de la trama que incluía movimientos sociales y actores diversos en condiciones de discutir transformaciones, autonomizó al gobierno del elemento crítico que podía albergar su base de sustentación y liberó la fuerza del número (más de la mitad de los votantes) de rendiciones de cuenta, tornándola incluso elemento de legitimación de un derrotero no muy lejano a lo que podríamos empezar a llamar “sciolismo”.
La primera propuesta interpretativa del gobierno acerca de la “situación” del país, apenas reasumida la presidenta, llevó el nombre de “sintonía fina”. Disminuía significativamente el ingreso de divisas y aumentaba la preocupación del gobierno por la conflictividad social: gendarmería para los pobres con el plan “Cinturón sur” que se venía haciendo efectivo desde mediados de 2011 y se vuelve el brazo armado de la “sintonía fina”; escalada represiva a cargo del inefable secretario seguridad Berni; confirmación de la Ley Antiterrorista y reconocimiento por parte de sectores cercanos al oficialismo de la existencia del Proyecto X. En 2013. ¿Cuál será el porcentaje que, a consciencia o a pura indiferencia, legitimará los nuevos récords de violencia institucional[1] por parte de ese viejo actor, oxidado como los fierros, que es el Estado? El rumbo extractivista sigue cumpliendo etapas, con la instalación de una planta de Monsanto en la localidad de Malvinas Argentina en Córdoba, los subsidios a grandes empresas superan las inversiones en vivienda y programas sociales, el aumento del pan en 2013 deja ver los entretelones de la concentración económica en rubros sensibles como la alimentación, y se votan leyes casi anacrónicamente noventistas como la de ART y la baja de los aportes patronales. La devaluación de enero de 2014, del 16% en solo tres días, seguida de ajuste a los consumidores vía quita de subsidios a servicios básicos, combinó cierto tufo duhaldista con aires de realismo político y el nunca abandonado victimismo del gobierno.
Cuando se discutía el mínimo no imponible para salarios considerados “altos”, instalando la idea de que el salario puede cifrarse como ganancia, el defensor de la tercera edad reconoció que los jubilados venían perdiendo capacidad de compra de lo mínimo necesario para sostenerse cotidianamente. La ley de Hidrocarburos y el acuerdo con Chevron rinden tributo a las lógicas entreguistas más recientes –aunque respondan en la práctica a la necesidad de financiamiento en el cortísimo plazo–, mientras que las leyes que más bien hacen pensar en otra orientación de política pública, como la estatización parcial de YPF y la estatización de la gestión de los trenes, se topan con dos dilemas: en el caso de YPF, se contrató a un Ceo del establishment para aplicar una política de ingresos vía aumento de combustibles y para usarla como una instancia de endeudamiento externo; el caso de los trenes se reduce a un montaje mediático, ya que la ley no solo no rescinde los contratos con las concesionarias, sino que habilita la posibilidad de ingreso de nuevos privados al negocio (es decir, los trenes no dejan de ser un negocio). La invisibilización de la represión brutal sufrida por colectividades indígenas y campesinos a manos de gobernadores oficialistas y empresarios es la contracara de la política de salvataje (que incluye gran diversidad de programas sociales) vuelta regla precaria para la vida de millones de personas. Los acuerdos con China anuncian la vuelta de las “relaciones carnales”, esta vez con otro poderoso de turno, “una de las potencias capitalistas más poderosas del mundo” (Rancière). Por su parte, la designación de Milani –acusado de crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura– marcó un nuevo gesto por arriba que indica la capacidad del gobierno de absorber costos políticos por abajo, o bien, la conformación definitiva del gobierno como una forma de la política por arriba a distancia del “nosotros” que Pablo Hupert caracteriza en El Estado posnacional.
No se trata de subrayar las medidas más problemáticas y desconocer otras que sí tuvieron que ver con instancias de reparación, cambios económicos, ampliación de derechos o regulación de sectores antes hostiles a la rendición de cuentas. “Una de cal y una de arena” parece configurar la dinámica de este proceso político y gubernamental que tiende a cementar un bloque dudoso a la hora de analizar perspectivas político-económicas y horizontes de sentido.
No se trata en esta suerte de balance apurado[2] de mostrar la oscuridad kirchnerista “soportada” por su militancia como moneda de cambio del realismo político. Tampoco podríamos concluir en la acusación a un gobierno engañoso o falsoprogresista que, cuando las papas queman, le baja el pulgar a los sectores populares. El dilema pasa por el lugar que tiene en la institucionalidad vigente la capacidad decisoria de los múltiples actores en lucha o en situación de construcción de redes democráticas o incluso los planteos que juegan sus energías en el sostenimiento de formas de vida minoritarias. Mejor aun: qué expresión (no representación) se da para sí eso que no funciona en términos de gobierno, lo ingobernable que es materia prima de las vidas. Más allá de un gobierno con sus postulados o, incluso, un gobierno más allá de sí mismo (de su voluntad), las viejas formas contractuales y el vivado voto popular son parte de las lógicas del circuito cerrado de la potestas. Los militantes y los adherentes cualesquiera, tanto favorables como no favorables al gobierno, en tanto asumen los discursos y tonos de voz de la pantomima representacional vuelven más dificultoso distinguir registros. Nosotros mismos, a través de este texto, escribiendo y leyendo, formamos parte apasionadamente de la discusión de café, aunque el punto de partida de este planteo es una distancia que busca su propia consistencia en tiempos de polarizaciones reduccionistas. Lo que aparece como “contradicciones” inexplicables de un gobierno parece formar parte de un contexto de dispersión y fragmentación de los lazos, los comportamientos y del Estado mismo. Retomando el planteo del historiador Ignacio Lewkowicz[3], si el Estado dejó de ser esa pan-institución donadora de sentido, aparece hoy como una facción que debe, por un lado, relegitimarse constantemente, ya no ante ciudadanos sino ante consumidores y, por otro, negociar con las facciones –no necesariamente las naciones– más potentes desde el punto de vista de recursos y fuerza. En ese sentido, “kirchnerismo” no es el nombre de la vuelta del viejo Estado benefactor, sino una construcción “imaginal”[4] que, a partir de una alteración en la composición socio-afectiva de 2001, asume plenamente la condición parcial al ser facción del Estado contemporáneo y vuelve indistinguible la distinción clásica Estado/gobierno.
El período que vio reinventarse un Estado tras la irrupción de 2001 conjuga prácticas de consumo y endeudamiento atomizadas y expandidas como nunca con restitución de derechos y discursos sobreactuadamente “civiles”; enamoramiento con los derechos humanos –antes institución, hoy objeto de disputa–  linchamientos fascistoides que descubren un policía en cualquier hijo de vecino; la multiplicación de planes sociales de emergencia que se instalan como forma regular de subsistencia, alimentando nuevos niveles de financierización, y la consolidación de un universo laboral acotado a la capacidad industrial instalada curiosamente llamado “reindustrialización”…
Escribe Horowicz en un artículo del diario Tiempo Argentino: “Los partidos políticos en Argentina, y no solo acá, han muerto de muerte natural. La sociedad los ignora y por cierto tampoco le importa si sus direcciones nominales existen o si sólo se trata de una exigencia de la justicia electoral. Los partidos han sido colonizados por una lógica estatal, donde la mínima unidad de poder es la intendencia.” Reemplazaríamos “lógica estatal” por “lógica gubernamental”, es decir, el gobierno y control territorial, el cuerpo a cuerpo con lo social, ya no mediado por lo representacional, sino interpelado como en una conversación llena de chicanas, donde las chicanas más intensas son las son las que tácitamente circulan entre dirigentes y votantes antes que entre adversarios políticos. La ilusión de transparencia en la relación votante/votado que se hace patente con la apelación a los nombres de pila sin apellido (“Gabriela”, “Mauricio”), mechada con el costado más comercial de la relación, cristalizado en las siglas y otras construcciones de marca (“CFK”, “+ a”), signa un tiempo incómodo, incierto y, esperemos, en algún lugar abierto.



2.

“En cuanto a los antikirchneristas, mantienen con los kirchneristas un consenso de fondo en el modelo de acumulación de capital (extractivismo rural, hidrocarburífero, minero y urbano, devastación del medio ambiente, concentración y extranjerización de la economía, precariedad laboral, mercantilización general de la vida).”
Pablo Hupert

Hace unas semanas, Patricio Mussi, intendente hereditario de Berazategui, hijo de un típico barón del conurbano que repentinamente adoptó los eslóganes de la comunicación oficialista, ensayó su mejor actuación, como en un  rito de iniciación y dijo: “No van a poder privatizar la sangre de jóvenes peronistas y kirchneristas que queremos llevar este modelo hasta el final.” Un twitter selló el acting reproduciendo la frase y buscando rebote mediático. El Estado publicitado es la forma de interpelación de un nuevo tipo de Estado en tiempos de un neoliberalismo que ya no es solo ideología en manos de las elites, sino corriente sanguínea de los comportamientos y prácticas de la población, funcionaria y no funcionaria, empresaria y no empresaria, acomodada y no acomodada. La sangre ya está privatizada, el desafío pasa por construir situaciones y condiciones de otras formas de consistencia, más allá de la sangre, más acá del Estado, pero no muy lejos de lo Común.
Hablando de “sangre privatizada”, cabe repasar el rol de los Mussi en Berazategui y la riesgosa situación en que pusieron a la sangre pública, a los cuerpos hechos de carne y cemento, de rutinas y sorpresas, que son las vidas de sus habitantes. En 2005 los pobladores del barrio Rigolleau en Berazategui ven con sorpresa el comienzo de una obra. Dos empresas tercerizadas habían mandado a sus obreros a pocear las veredas que van desde la calle 136 a la calle 145 sobre la Avenida 21, donde se encuentra la fábrica de vidrios Rigolleau. Meses después fueron alertados por algunas mujeres de Ezpeleta (partido de Quilmes) que venían denunciando los efectos mortales de la subestación Sobral que la empresa Edesur había instalado en esa localidad. Cuando empezaron a interiorizarse sobre las consecuencias de los campos CEM y los PCB y lo contrastaron, en principio a vuelo de pájaro, con la situación de Ezpeleta que a poco tiempo de instalada la subestación presentaba índices preocupantes de cáncer, sobre todo en las inmediaciones, salieron literalmente a la calle. El clima se espesó y no pasó mucho tiempo para que se conformara una asamblea vecinal que llegó a contar con más de 400 vecinos. Si bien en un comienzo lograron forzar al intendente Juan José Mussi a su favor, llegando incluso a prohibir la instalación de la subestación, tras ganar las elecciones Mussi se dio vuelta (o volvió a su posición original), anuló su propio decreto y se abrió una etapa de lucha intensa por parte de los asambleístas. Los primeros operativos policiales significaron forcejeos y mostraron de manera fáctica la influencia de Edesur que, a esa altura, parecía un organismo público imponiendo condiciones y contando con las fuerzas de seguridad (Gendarmeria y policía de la provincia de Buenos Aires) para avanzar con la obra. Más tarde, los vecinos rescatarían como resto de una redada un documento en el que se acredita que Edesur le da órdenes a la policía a cambio de honorarios directos. La asamblea Vecinos Autoconvocados por la Vida toma forma y le imprime a los simples vínculos vecinales una tónica que desde 2001 –por otra parte, no tan lejos– no se percibía en el barrio.
            Los vecinos de Berazategui cercanos a la fábrica Rigolleau fueron protagonistas de una lucha en la que se enfrentaron a múltiples formas de violencia institucional y parainstitucional. Fueron reprimidos en varias oportunidades por policías de distintos distritos golpeando a chicos y mujeres con bebés e hiriendo a varios asambleístas. Gendarmería y patotas que respondían al intendente, continuaban el hostigamiento y las agresiones constantes, sus teléfonos fueron intervenidos, varios de ellos fueron víctimas de persecuciones individuales con el objeto de intimidarlos, dos de los amparos que presentaron ante la justicia “se perdieron”, fueron falsificados y ocultados informes hospitalarios que daban cuenta de los daños físicos sufridos durante la represión policial y, tal vez lo más notable, tuvieron que soportar dos estados de sitio de hecho con cercos policiales, prolongados por más de un mes cada uno. La escena parece tomada de los momentos más oscuros de nuestra historia: cercos perimetrados con vallados y policías o gendarmes custodiando el paso de los habitantes que simplemente querían entrar o salir de sus casas, llevar a sus hijos al colegio… vivir su vida cotidiana. La batalla se extendió a la Universidad Nacional de La Plata donde un equipo de investigadores que ofreció ayuda a los vecinos produciendo un estudio que demostraba de manera inapelable el carácter altamente contaminante de la subestación fue intimado por autoridades de la propia universidad haciendo peligrar matrículas profesionales.
            En 2010, el intendente de la subestación del cáncer fue designado por la presidenta Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable. En abril de 2012, con un gobierno nacional fortalecido por el 54% de los votos y una intendencia completamente alineada –y pretendidamente fortalecida–, Edesur logra hacer funcionar la subestación Rigolleau. Es decir, los vecinos afectados, quedan expuestos los 365 días del año a la radiación electromagnética de 132.000v producida por un cableado que, bajo tierra, pasa muy cerca de los cuerpos de quienes viven en las cercanías de la subestación. Por su parte, Mussi dejó en la intendencia a su hijo, Patricio Mussi, quien continuó la línea del padre sin matices. El viejo Mussi, fiel a su prontuario, tuvo que abandonar la función en la secretaría tras un escándalo en ACUMAR[5].
Los asambleístas de Berazategui y quienes colaboran con ellos desde distintas disciplinas, lograron comprobar, por un lado, los efectos contaminantes de la subestación, que pueden llegar a ser mortales y, por otro, su destino económico, que nada tiene que ver con mejorar la calidad de vida de la localidad: “Esta subestación como todos los vecinos comprobamos el verano anterior y por los reiterados cortes de luz que venimos sufriendo, no es para nosotros sino que es una obra que beneficia a la empresa Rigolleau, a la Unión Industrial y a los emprendimientos inmobiliarios de la costa.”[6] Los intereses concretos de los vecinos de un barrio en la provincia de Buenos Aires, en una situación que reúne varios registros y problemáticas, quedan desfasados de lo supuestamente expresado en las urnas. La empresa Edesur, cuyos accionistas muestran una distribución entre capitales extranjeros y locales y un comportamiento que ameritaría –sobre todo con la fuerza de los votos– revisar un proceso de estatización[7] con control público para evitar que el Estado reproduzca los comportamientos de los privados, se vio favorecida por la justicia, el gobierno local (Berazategui) y el gobierno nacional, mediante el recurso a una fuerza de seguridad de jurisdicción nacional como la Gendarmería, sin mencionar la completa omisión por parte de los medios oficialistas. Mientras el gobierno se dedicó a criticar públicamente a la empresa e incluso multarla por los reiterados cortes de luz que generaron manifestaciones callejeras de toda índole, la connivencia en el caso de Berazategui muestra otra racionalidad, más bien ligada a intereses empresariales, a formas de gobierno territorial y a la prioridad de los barrios privados por sobre la vida común que intenta seguir siendo barrio.
Nuevamente, no se trata de una impugnación estilo “troskista” al gobierno nacional o al conjunto social de apoyo, ni mucho menos a sectores militantes que despliegan sus convicciones en el “territorio”. El cuestionamiento al “sciolismo” que se viene anunciando desde ya largos años[8], pasa por pensar cruces con otro tipo de territorialidades políticas que, en algunos casos, alcanzan condensaciones entre macro y micropolítica (Pablo Hupert), interfaces relativamente eficaces, pero cuando las racionalidades chocan de frente sin lograr inscribirse en la trama fallida de gestión de lo no representable, reaparece cierto primitivismo del capital. Berazategui muestra hasta qué punto el corporativismo empresa-Estado-gobernabilidad local se manifiesta cuando una instancia de contrapoder concreto es aislada y desarticulada, en este caso, mediante la aplicación de una amplia gama de estrategias represivas, disuasivas y de desgaste subjetivo. La Asamblea volvió a poner a la luz la pregunta por el mando (quién manda, cuándo y dónde), y la respuesta se dio en ese plano, a la antigua, pero con ribetes de posnacionalidad.
...
Por otra parte, las militancias locales, demasiado atentas a la “causa nacional” y, sobre todo, a no contradecir a los jefes políticos ni a manchar sus alianzas, fueron  funcionales a la embestida corporativista. Del mismo modo, algunos medios de comunicación con intereses cercanos a los de la empresa, en el terreno de las finanzas, ni siquiera intentaron usar políticamente el conflicto. Los asambleístas no se sienten fracasados, aunque el fracaso los marcara desde un comienzo; entienden que haber retrasado durante más de seis años la instalación de la subestación y haber resistido todo tipo de ataques –más allá, claro, del desgaste inevitable y la pérdida de integrantes y aliados en el camino–, no solo salvó vidas de los efectos mortales de los campos CEM, sino que politizó las vidas de muchos de ellos, en tanto, una situación concreta, eterno instante, pone en juego la vida entera. ¿Qué significan “micro” o “macro” ante un acto singular que se rompe vida?


[2] El texto completo en que se detalla cada punto mencionado como medida o política oficial desde 2012 hasta la fecha se titula “Un giro del 54%” y es de próxima publicación.
[3] Ver: Grupo Doce. Del fragmento a la situación. Buenos Aires: edición propia, 2001; y Lewkowicz. I. Pensar sin Estado. Buenos Aires: Paidós, 2004.
[4] Término que arrancamos de El Estado posnacional
[8] Recordemos, a nivel de las cuestiones electorales, que el nombre de Scioli empezó a sonar fuerte cuando, antes del fallecimiento de Kirchner, se discutía quién oficiaría como candidato del Frente Para la Victoria para suceder a Cristina Fernández. http://www.lapoliticaonline.com/nota/44270/; http://pasado.eldia.com/edis/20101012/20101012103411.htm  

viernes, 16 de octubre de 2015

Una reseña a la edición 2015


El libro

Este libro afronta un desafío desacostumbrado para políticos y para opinólogos: pensar el régimen político argentino por lo que hace y no por lo que dice de sí mismo. Pensar lo que un gobierno hace no es algo que aclaren mucho sus declaraciones ni las de la oposición. Si Sartre decía que somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros, el libro ensaya la idea de que un régimen político es lo que hace con las condiciones que encuentra en el momento en que debe gobernar.
Hupert postula que entre esas condiciones dos han sido centrales. Por un lado, la insurrección popular de 2001 y su consigna que se vayan todos. Por otro lado, la “licuación” de la sociedad argentina en tiempos de globalización y capitalismo financiero.
¿Qué técnicas de gobierno serían capaces de superar la crisis de gobernabilidad con que se encontró el sistema político en los años 2001-2? El libro troca la pregunta por los planes y las ideas de los funcionarios al llegar al poder por la cuestión de las necesidades y posibilidades del Estado tras 2001. La historia argentina reciente no se inicia en 2003 sino en 2001.
El kirchnerismo se convierte así en un “peronismo líquido”, que debe vérselas con esas condiciones iniciales, pero también con sus continuaciones. Pues, señala Hupert, 2001 no concluyó con “que se vayan todos” sino que se continúa en los diversos movimientos colectivos que practican otra consigna: “que venga nosotros” –y la practican en asambleas barriales, empresas recuperadas, movimientos territoriales y un largo etcétera. Y por otro lado, la globalización y financierización de la economía no concluyeron con la renuncia de Cavallo; de hecho, como la licuación de lo social que las acompaña, perdura en una figura subjetiva: el consumidor subsidiado. Este tipo de sujeto y aquel tipo de movimiento micropolítico son vistos como causas y a la vez efectos de este Estado que Hupert propone llamar “posnacional”.
Partiendo de los trabajos del historiador argentino Ignacio Lewkowicz sobre la crisis del Estado-nación y la subjetividad ciudadana, y abrevando en contribuciones como las de Zygmunt Bauman sobre la sociedad líquida, de Franco Berardi sobre el semiocapitalismo o del colectivo de investigación militante Situaciones sobre el nuevo protagonismo social, el libro anota y describe las transformaciones del Estado argentino en un Estado posnacional recurriendo profusamente a una variedad de fuentes historiográficas, periodísticas y académicas. Aparecen así rasgos y técnicas de gobierno que convierten en ociosas las discusiones entre republicanismo y pragmatismo. Ahora se trata de la institucionalidad precaria, la transversalidad, la gestión ad hoc, la imaginalización, la desnacionalización, etc.
Este libro logra evitar tanto la declamación y la denuncia simplistas como el sofisticado y matizado estudio académico que se abstiene de estrategias políticas. El Estado posnacional intenta afirmarse en un pensamiento estratégico y situado.

Publicado por primera vez en 2011, la nueva edición incorpora una posdata del autor (que repone el período 2011-2015) y una variedad de colaboraciones que van desde movimientos micropolíticos hablando por sí mismos hasta textos desde España y Brasil sobre sus movimientos políticos recientes y de Italia y Australia ensayando una caracterización de alcance internacional de los Estados en la globalización, y hasta una “crónica de un sciolismo anunciado”.

Las colaboraciones

El texto de la primera edición sigue presente y los editores lo consideramos válido en sus trazos gruesos. No parecía necesario actualizarlo, pero era necesario activarlo. ¿Cómo activarlo? Continuándolo, extendiéndolo. Entonces lo recargamos con textos que dialogan, explícitamente o de hecho, con el libro. El libro podía proponerse lo que 2001 hizo: abrirse a continuaciones que lo resignifiquen y a interacciones que lo activen.
No son continuaciones en el sentido coloquial, salvo quizás la posdata del autor, que caracteriza la subjetividad del consumidor subsidiado, sujeto propio del Estado posnacional. Algunas continuaciones provienen de colectivos, de esos “nosotros” que hablan en primera persona: FM La Tribu, Mercado Solidario de Rosario, Frente Ciudad Futura, La Ventana. Estas intervenciones dejan ver que la multiplicidad 2001 politizó diversos campos (la comunicación, la producción y el intercambio, la participación electoral y la educación).
Se incluyen también las colaboraciones de Amador Fernández-Savater, Giuseppe Cocco, Bruno Cava, Ariel Pennisi, Sandro Mezzadra y Brett Neilson. Los primeros tres abren el libro poniendo en diálogo la experiencia de 2001 con la experiencia española de 2011, cuando fue el 15M y la brasilera de 2013, cuando se movilizaron 400 ciudades por el boleto gratuito. Pennisi asume “el cuerpo a cuerpo” entre territorio y Estado como clave donde leer las tendencias de los gobiernos recientes hacia el sciolismo, y lo lee en la lucha ambientalista de Berazategui, en el conurbano bonaerense. Mezzadra y Neilson cuestionan la remanida idea de que Estado y globalización son incompatibles y proponen ver formas de soberanía distintas a las del Estado moderno y que generan una sinergia entre globalización y Estado, y lo leen en la historia del Sudeste asiático y de Europa.

En suma, múltiples y singulares extensiones conforman en esta edición un herramental del común para potenciar la problematización de las relaciones entre autonomía y Estado.

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¡Se viene la presentación!

Miercoles 28/10 19:00 hs - Bar La Tribu