-Planteás que el 2001 afectó la política y lo sigue
haciendo, ¿en qué la sigue afectando?
-Es una gran
incógnita. La pretensión estatal (digo: tanto la del kirchnerismo como la del
antikirchnerismo, incluidos los medios de comunicación) es que no la afecta en
nada. La pretensión oficial es que fue un infierno que ya pasó. Ahora solo
quedaría esperar ver cómo Cristina “profundiza” y nos acerca al cielo, o, a lo
sumo, temer ver cómo la calamidad vuelve de la mano de una corrida cambiaria o
de la crisis económica internacional. En un caso o en otro (digo: tanto con
expectativas optimistas como pesimistas), se nos invita a una posición
expectante. Es como si nos dijeran “sigan ustedes consumiendo a rolete y
trabajando a destajo, ocúpense de sus propias vidas individuales, que de todo
lo que tiene que ver con vivir juntos se ocupará Cristina”. Pues bien: si
terminamos de creernos eso –lo cual veo, afortunadamente, muy lejano–, entonces
2001 dejará de afectar la gran política.
2001 fue un
momento en que vivir individualmente se hacía imposible si no se lo hacía con
otros. Lo que llamamos 2001 no es una fecha y no es solamente una crisis. 2001
es un principio activo y virósico: los más diversos colectivos sociales
asumiendo los problemas que plantea el vivir juntos sin esperar que el Estado
los resuelva, sea en la forma de empresas recuperadas en (Zanón, 2001, Brukman,
2002) sea en la forma de piquetes (Tartagal, 1999), puebladas (Cutral-co,
1996), escraches (HIJOS, 1993) y rondas (Madres, 1977), asambleas (ciudades
capitales, 2002, Gualeguaychú, 2006, etc., etc.), entre muchos otros. Un
principio instituyente que, como un fermento, leuda, organiza y produce, y como
un retrovirus, muta.
Ahora bien,
estamos en una época en la que, al parecer, el Estado resuelve todo, incluso lo
que no resuelve. Pero si el Estado actual (tanto en su versión kirchnerista
como macrista) se ha organizado para satisfacer casi cualquier demanda (desde
alimenticia hasta internética, desde habitacional hasta securitaria), si busca
siempre satisfacer a los votantes,
eso no lo hace con el objetivo que declara sino para asegurar la
gobernabilidad. 2001 mostró que la gobernabilidad podía ser jaqueada por las
organizaciones colectivas extra-estatales (lo que yo llamo la infrapolítica o
los nosotros) y colapsar. El Estado posnacional es justamente la reorganización
de la política estatal en función de lo político extra-estatal. Esto explica el
alto grado de “informalidad” del aparataje kirchnerista, pero también el de los
gobiernos nacional o capitalino.
-En 2001, según tu relato, se agota el ya corrompido
Estado-nación neoliberal y en 2003 comienza el Estado posnacional, ¿qué sucede
entre 2001 y 2003?
-Son fechas de
referencia, no más. Si bien diciembre de 2001 es claramente un quiebre, la
arquitectura de un aparato estatal que pueda gobernar sobre esa pluralidad de
colectivos no se consuma el día de la asunción de Kirchner. En 2002, Duhalde
había dado importantes pasos en ese sentido, que luego fueron premisa de “el
modelo” K: tipo de cambio alto, planes asistenciales, énfasis en la economía
extractiva y las retenciones. Pero también Duhalde ofreció un pifie que sería
básico para Kirchner: la masacre de Avellaneda, que obligó a Duhalde a adelantar
las elecciones y a Néstor a evitar la represión abierta de los conflictos
sociales. 2002 fue un año donde todo podía pasar, y “que se vayan todos” era un
enunciado cuyo sentido, aun abierto, dependía del antagonismo entre la clase
política y los colectivos dosmiluneros o extra-políticos. Hoy, en cambio, el
Estado, con ayuda por supuesto de los medios, ha logrado que ese enunciado no
signifique nada constructivo y, muchas veces, que nosotros mismos olvidemos
todo lo que podíamos hacer convocándonos con él. Hoy necesitamos otro.
-La forma de "Estado posnacional", ¿es la
definitiva o cuál puede sucederle?
-Nada es
definitivo en la historia, y menos en tiempos de tanta precariedad como estos.
Pero que quede claro: la precariedad no es “culpa” de ningún gobierno en
particular sino un rasgo del funcionamiento actual del capitalismo; también a
este rasgo se adapta el Estado posnacional con su alto grado de informalidad y
repentización.
-Planteás una tercera visión, más allá de kirchnerismo
y antikirchnerismo, es algo que suele suceder después de varios años de
superada la coyuntura, ¿cómo fue pensar el proceso kirchnerista mientras éste
se continúa desarrollando?
-No ha sido
fácil: cada nuevo suceso obligaba a reescribir varios conceptos del libro. Sin
embargo, la dificultad principal no estriba en que se continúe desarrollando el
proceso en cuestión sino en que los medios de comunicación y los políticos
siguen cacareando sobre el proceso, recubriéndolo de imágenes inútiles para
pensarlo (o mejor dicho: útiles para no pensarlo). Esas imágenes ponen el
énfasis de toda la cuestión social en las discusiones de los políticos y las
medidas de los gobiernos, invisibilizando la potencia colectiva nuestra de
hacer sociedad. Del mismo modo, ponen toda la cuestión en las coyunturas y nos
evitan ver las tendencias profundas que informan cualquier actividad. Una y
otra invisibilización hacen que veamos todo “más acá” de kirchnerismo y
antikirchnerismo. Los historiadores podemos distinguir entre épocas –por
ejemplo, entre el pasado y el presente, que comenzó en 2001 y no en 2003. Como
historiador, quise aportar a ver más allá de lo que el Estado y los medios
visibilizan.
-¿En 2011 los gobiernos siguen siendo destituibles
como en 2001?
-No parece (y
en el mundo de hoy, ser y parecer son muy difíciles de distinguir). Un dato
crucial: desde 1999, la suma de votos blancos y ausentes nunca bajaba del
30-32%; en cambio, el 23/10 no llegó al 26%. Si digo que Néstor y Cristina han
sido estadistas, constructores de un Estado posnacional, es porque lograron que
la mirada y la expectativa social vuelvan a posarse en el Estado (o más bien en
los funcionarios) y que a eso se lo llame política. Aun así, me preguntaste qué
sigue después: durar y obtener votos no son sinónimos de institucionalidad
sólida (como la del Estado-nación, que, mal que mal, rigió más de un siglo).