viernes, 26 de agosto de 2011
Presentación en La Casona de Flores
El libro será recibido por quienes asistamos a La Casona de Flores (Moron 2453, entre Cayetano y Artigas, Capital Federal) el Jueves 8 a las 8 p.m. Los esperamos!
Ficha técnica
Título: El estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo.
Autor: Hupert, Pablo
Edita: Pie de los Hechos.
ISBN: 978-987-33-0998-4
Páginas: 128
Peso estimado: 300g
Autor: Hupert, Pablo
Edita: Pie de los Hechos.
ISBN: 978-987-33-0998-4
Páginas: 128
Peso estimado: 300g
jueves, 25 de agosto de 2011
Índice del libro
Prólogo, por Diego Sztulwark y Sebastián Scolnik
Prefacio. ¿Por qué “posnacional”?
Primera intro. Contra la invisibilización de 2001 y la infrapolítica.
Segunda intro. 2001: el gran condicionamiento.
Los tres procesos neoliberales (y uno más).
“Que se vayan todos” como destitución.
“Que se vayan todos” como afirmación: venimos nosotros.
2002 como encrucijada.
Los tres procesos posneoliberales (y uno más).
Tercera intro. Cuatro preguntas sobre el presente.
Cuarta intro. Caracterización general.
Generalidades.
Tres condicionamientos a la gobernabilidad en la coyuntura 2003.
Los objetivos inmanentes de un gobierno en 2003.
Imaginalización.
La infrapolítica y el Estado
La infrapolítica antes de 2001.
2001: encrucijada política.
Micropolítica: La infrapolítica desde 2003.
La institucionalidad precaria
La estrategia k. Discurso de asunción.
Heterogeneidad: inviabilidad de la representación.
Heterogeneidad: compatibilización.
La gestión de la demanda
La gestión del conflicto: Soldati.
Gestión del conflicto: Qom.
Gestión de la armonía social: precios.
Conceptualización: cláusula ad hoc no es ley.
Gestión de la armonía social: subsidios.
Conceptualización: correlaciones que dan su forma al Estado actual.
Más conceptualización. Gestión posnacional no es tecnocracia.
Conceptualización: gobernar es gestionar, y esto es política en el régimen kirchnerista.
Prefacio. ¿Por qué “posnacional”?
Primera intro. Contra la invisibilización de 2001 y la infrapolítica.
Segunda intro. 2001: el gran condicionamiento.
Los tres procesos neoliberales (y uno más).
“Que se vayan todos” como destitución.
“Que se vayan todos” como afirmación: venimos nosotros.
2002 como encrucijada.
Los tres procesos posneoliberales (y uno más).
Tercera intro. Cuatro preguntas sobre el presente.
Cuarta intro. Caracterización general.
Generalidades.
Tres condicionamientos a la gobernabilidad en la coyuntura 2003.
Los objetivos inmanentes de un gobierno en 2003.
Imaginalización.
La infrapolítica y el Estado
La infrapolítica antes de 2001.
2001: encrucijada política.
Micropolítica: La infrapolítica desde 2003.
La institucionalidad precaria
La estrategia k. Discurso de asunción.
Heterogeneidad: inviabilidad de la representación.
Heterogeneidad: compatibilización.
La gestión de la demanda
La gestión del conflicto: Soldati.
Gestión del conflicto: Qom.
Gestión de la armonía social: precios.
Conceptualización: cláusula ad hoc no es ley.
Gestión de la armonía social: subsidios.
Conceptualización: correlaciones que dan su forma al Estado actual.
Más conceptualización. Gestión posnacional no es tecnocracia.
Conceptualización: gobernar es gestionar, y esto es política en el régimen kirchnerista.
Desnacionalización
Desnacionalización por descentración: muchos productores de subjetividad.
Desnacionalización por desfondamiento.
Desnacionalización por territorialización.
Conceptualización.
Síntesis (correlaciones)
El chamuyo K
La transitividad justiciera o la binarización que excluye al tercero, que es infinito.
Significación calamitosa de “que se vayan todos”.
Desnacionalización por descentración: muchos productores de subjetividad.
Desnacionalización por desfondamiento.
Desnacionalización por territorialización.
Conceptualización.
Síntesis (correlaciones)
El chamuyo K
La transitividad justiciera o la binarización que excluye al tercero, que es infinito.
Significación calamitosa de “que se vayan todos”.
Un destilado de la conversación: el kirchnerismo como equilibrismo osado
Aclaraciones y agradecimientos
Aclaraciones y agradecimientos
miércoles, 24 de agosto de 2011
Que se vayan todos significaba que se vaya el todo
¿Y si que se vayan todos quería decir también que se vaya el todo?
Que se vaya el todo es que se vaya el Estado. En este sentido, Ignacio Lewcowicz el 24 de diciembre escribía que, así como en la historia de las revoluciones burguesas se ha distinguido entre revolución desde arriba y revolución desde abajo, el pasaje del Estado-Nación al Estado técnico-administrativo propio de los tiempos mercantiles fue “desde abajo” (primer capítulo de Sucesos Argentinos, publicado en julio de 2002). Sin embargo, no hay que entender que la gente estuviera pidiendo un Estado técnico-administrativo. El pedido no estaba claro; la propuesta positiva no se había desarrollado aún con los cacerolazos del 19 y 20 de diciembre. Eso lo tomará luego la asamblea barrial que practicará una consigna no formulada, que podríamos formular como ‘que se vaya el todo, que venga nosotros’. Mientras tanto, en los cacerolazos del 19 y 20 y aledaños, lo que se podía leer positivamente -en el mail de Mariana Cantarelli y en ese escrito de Lewcowicz- era que se trataba de habitar sin el todo. Había estado de sitio, pero se vivía la calle como si no lo hubiera habido. Los que estaban ahí cuentan que la calle era una fiesta. Andrés Pezzola decía que sentía que esa noche era la noche.
En este sentido, la subjetivación del 19 y 20 no fue una subjetivación ‘acontecimental’, disruptiva, en el sentido de un advenir que irrumpiera en el devenir estructural; no fue una subjetivación revolucionaria. Más bien fue un contingir[1] que configuró algo de algo en dispersión. Que se vayan todos incluía, sin duda, que se fuera el estado de sitio. Esos eran momentos de quiebre del vínculo social, de estallido y fragmentación por doquier. Corralito por un lado, estado de sitio por otro, pretendían realizar la operación que define a cualquier Estado nacional: el emplazamiento. Fuera acorralando los sitios o los fluidos financieros, pretendían ‘poner las cosas en su lugar’. Eso que alguna vez había sido el todo buscaba restaurar la conexión entre las partes, como si otra hubiese sido la época y otras hubiesen sido las condiciones; como si en los 25 años anteriores no hubiera pasado el neoliberalismo.
En este sentido (que se vaya el todo) los cacerolazos del 19 y 20 no son mera inversión, no son mera rebelión (que era lo que entendí yo en algún momento; de hecho los periodistas y también los políticos y hasta los progresistas objetaban al movimiento cacerolero y asambleario que la consigna ‘que se vayan todos’ era sólo negativa, y le faltaba un costado de propuesta, un costado positivo), como si quedara para las asambleas el momento afirmativo del movimiento cacerolero. En la noche del 19 al 20, en la fiesta callejera, hubo afirmación. Que se vayan todos es, entonces, una consigna de autonomía; no fue una consigna que fuera al enfrentamiento, como podría haber sido ‘muerte al todo’, ‘renuncia de De La Rúa’, etc. Fue: “el vínculo está en la calle, el vínculo está en la fiesta, el vínculo está en piquete, el vínculo está donde estamos nosotros, y que no venga el Estado a dárselas de gran articulador general”. No se trata de destruir al Estado sino de ignorarlo y, en todo caso, de que no moleste, de que ‘me deje hacer la mía’ (más precisamente: que nos deje hacer la nuestra).
Este lado afirmativo sólo es visible después de haber visto la afirmación asamblearia. No quiere decir que no haya actuado, ya, el 19 y 20. El ‘que se vayan todos’ no es mera inversión, mera rebelión, mera negación: también es afirmación. Lo difícil es caracterizar esta afirmación. Estamos acostumbrados a pensar las afirmaciones revolucionarias o las acontecimentales, incluso las artísticas y las “anarcodeseantes”. Todas estas caen bajo la noción general de subversión de un orden y creación de uno nuevo o, por lo menos, de puesta de un nuevo principio de ordenamiento. El 19 y 20 no puede ser caracterizado así puesto que no era orden la circunstancia donde surgía ni proponer un principio general de ordenamiento era lo que hacía. No fue una mera inversión rebelde, ni una abarcativa subversión revolucionaria; fue, si me permiten el neologismo una transversión.
Que se vayan todos, decía Lewcowicz en Pensar sin Estado, también podía entenderse como “que se vaya uno”. Se trataba (durante el 19 y el 20) de que se fuera el Uno, que no viniera el Estado a poner orden en ese descalabro social. “Que se vayan todos. Que configuremos nosotros”, y cada nosotros configuraría su Uno (más precisamente: su unito, en diminutivo y sobre todo con minúsculas) desde su centro, sin homogeneidad unificante.
“La calle era una fiesta”, cuentan. La calle era el lugar de revinculación: la fiesta es, antropológicamente hablando, un dispositivo elemental de relacionamiento y de creación de vínculos. Gracias a la calle del 19 y 20, a la calle cacerolera de diciembre de 2001, ahora teníamos vecinos. Estábamos vinculándonos nuevamente. El todo era prescindible, incluso era molesto: bien podía dejarse de hinchar las pelotas.
[1] En el capítulo “La existencia de nosotros” de Pensar sin estado (Paidós, Buenos Aires, 2004), Ignacio Lewkowicz propone “resucitar arbitrariamente un verbo: [nosotros] no adviene, continge.” Y en nota a pie explica que “en latín, el verbo conjugadocontingit equivale a ‘suceder [generalmente algo favorable], tocar en suerte’. Entre nosotros se traduce pintó, pero bien.” (p. 227).
Breve historia de la infrapolítica III
III. La infra deriva en micro
Por supuesto, el montaje, por parte del Estado, de instrumentos para tramitar la esfera de lo sub-representable ya había comenzado antes (yo diría que con las cajas del Plan Alimentario Nacional del gobierno de Alfonsín), y es lo que se conoce como proceso de territorialización del poder (o, periodística y un poco peyorativamente, como clientelismo). El proceso se aceleró con la emergencia piquetera a fines de los ’90 y la aparición de los llamados “planes sociales”. Pero 2001 obligaba a aceitar, ampliar y profundizar el esquema. Gestionar lo social sub-representable se había convertido en condición de gobernabilidad. Si no lo hacía el Estado, lo haría esa hormigueante, dispersa y potente infrapolítica, pero no asegurando la gobernabilidad sino desarrollando valores y modos de vida alternativos y disfuncionales –autónomos. Ya en los meses de Duhalde se había acelerado ese proceso. Así lo caracterizaba el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano en los primeros meses de 2002:“Ahora tenemos una nueva situación, porque el PJ está reconstruyendo todo un aparato en red, a partir de recuperar un fuerte poder económico. Entonces uno de los desafíos que tenemos es consolidarnos acá, porque sabemos que ahora la lucha va a ser cuerpo a cuerpo. Van a poner todo el aparato en funcionamiento y eso tiene un significado para nosotros: desde lo represivo, los aprietes, hasta la competencia. Ellos lo entienden así, porque nosotros no tenemos una disputa de poder sino que estamos defendiendo nuestro laburo [de construcción]. Ellos, sin embargo, hacen todo para contrarrestar a las organizaciones autónomas.”[1]
Kirchner llegaría tras la “masacre de Avellaneda”, cuando “lo represivo” ya hubiera dejado de ser una opción. Le quedarían los aprietes y la competencia como recursos, pero también otros que supo crear, por ejemplo, estetizar su accionar con imágenes políticas setentistas (un retro-styling, dirían los diseñadores) además de cooptar políticamente, clientelizar las redes sociales y en algunos casos verticalizar las organizaciones infrapolíticas, así como crear interfaces (que no instituciones) de relación gubernativa con ellas. Es que ya no se trataba únicamente de paliar la “situación social de los excluidos” sino de tornar gobernables las organizaciones infrapolíticas. Gobernar al sujeto infrapolítico –que no anhelaba ni representación política ni satisfacción mercantil– requería crear recursos ‘pos-representacionales’ y ‘pos-neoliberales’. Requería, también, simular que esa creación era una restauración de lo perdido (lo perdido al derrapar, Dictadura y Menem mediantes, hacia el neoliberalismo: ideales, compañeros, trabajo, industria, nación, Estado, protagonismo internacional, latinoamericanismo, etc.).
La infrapolítica no es representable, tanto es subpolítica como subrepresentable. Pero lo que, ya en pleno menemismo, el Estado comenzó a advertir, sobre todo en los movimientos infrapolíticos de tipo territorial, es que la infrapolítica no es penetrable por instituciones representativas, estatales, al menos en esos movimientos era penetrable por el mercado (una de las cosas que ocurriría es que habría que comenzar a montar diferentes modos de dominación, no habría un Estado Nación, un modotout court de penetración estatal, como había sido la representación).
Los planes sociales y el clientelismo eran modos de penetración del mercado y del Estado en los movimientos territoriales, sobre todo a través de los punteros que desarrollaban las redes clientelares. Es decir, a través de los punteros entraba el Estado, y a través del clientelismo entraba el mercado. En otras palabras y más precisamente, no importando quién fuera el representante, no importando la ideología a la que suscribiera tal o cual red clientelar, tal o cual red territorial, a través de los planes sociales y del punteraje, lo mercantil hacía su entrada organizadora –‘gubernamentalizadora’- en el tejido de los excluidos del circuito económico formal (también conocido como mercado).
Como después vería Néstor, la infrapolítica, además de mercantilizable era cooptable y hasta permitiría al Estado tercerizar muchas de sus funciones, implementar un outsourcing para llevar a cabo planes de alfabetización, educativos, de contención social, capacitación laboral, cooperativas de trabajo y demás.
El modo general de relación, me arriesgo a decir, entre el Estado y la infrapolítica de los sub-representables, no es el de la representación como era el modo de relación entre el Estado Nación y los dominados. Cuando las relaciones sociales son a la vez relaciones de producción, correlativamente las relaciones políticas son relaciones de representación (por esto del fetichismo en la mercancía y de que el resultado representa el proceso de producción ausentándolo y tomando como propias del producto las características de las relaciones que lo producen). En cambio, en tiempos de capitalismo financiero o capitalismo mercantil radicalizado, las relaciones políticas, al menos en Argentina, han comenzado a tener la forma general de la transacción y la contraprestación, el famoso toma y daca que a veces es denominado corrupción pero que no es sino una de las tantas formas a través de las cuales el modo mercantil de relación matriza todos los modos de relación social.
Asumiendo esta condición, el kirchnerismo lograría darle al Estado una capacidad bastante performativa de la política en general, fuera macropolítica, fuera infrapolítica. Digamos que logró el kirchnerismo encontrar la manera a través de la cual condicionar desde el Estado el condicionamiento que éste recibía desde el mercado y esto no lo hizo institucionalizando, fortaleciendo –como se pedía en la pos-Dictadura– las instituciones republicanas, sino fortaleciendo la institución presidencial y su capacidad de improvisación y repentización, creando interfaces con diversos principios de funcionamiento, con bajos grados de rigidez, etc.
Andado el tiempo, esto significó que el Estado argentino logró la invaginación de la infrapolítica de tal modo que esta, cooptada o no, kirchnerista o no, se convirtió en micropolítica, es decir, en un extremo del continuo que va del Estado al territorio, del poder ejecutivo al movimiento irrepresentable o de lo mediático a lo sin imagen/sin rating. La declaración del Colectivo Situaciones del 6/12/10, hecha poco después de la masiva despedida de Néstor Kirchner es donde más claramente se testimonia, desde la infrapolítica, la alteración de la relación entre el campo de lo política y la instancia política que el kirchnerato logró producir: el pasaje de una relación cuasi intramitable entre ellos a una relación tan tramitada que la infrapolítica se aparece como lo micro de la instancia macro.
“Coexisten en el país al menos dos dinámicas que organizan territorialidades diferentes [por un lado, el extractivismo económico y, por otro, el reconocimiento de derechos de inclusión]. Ambas convergen y se imbrican para configurar los rasgos de un patrón de concentración y acumulación de la riqueza que se articula con rasgos democráticos y de ampliación de derechos.
A la polarización política de los últimos años se le sobreimpone, ahora, un nuevo sistema de simplificación dual: cada una de estas territorialidades es utilizada para negar la realidad que aporta la otra. O bien se atiende a denuncias en torno a la nueva economía neo-extractivista, o bien se da crédito a las dinámicas ligadas a los derechos humanos, la comunicación, etc. Como si el desafío no consistiese, justamente, en articular (y no en enfrentar) lo que cada territorio enuncia como potencial democrático y vital. La riqueza de los procesos actuales se da, al contrario, en la combinación de los diferentes ritmos y tonos de las politizaciones, abandonando las disyunciones.”[2]
El pasaje de la conflictiva relación previa a la gestionada relación actual también lo atestiguó el ministro de Educación Sileoni en declaraciones que hizo los días cercanos al último aniversario del Golpe.
En un acto en la ex ESMA, cedida a las Madres, que la convirtieron en un Espacio Cultural llamado Espacio Cultural Nuestros Hijos) el 22 de marzo, con el que jóvenes de escuelas secundarias de la Capital, gran Buenos Aires y Santa Fe conmemoraron el 35 aniversario del golpe militar de 1976, el min. de Educación Sileoni dijo que las Madres "son constructoras de la democracia moderna en la Argentina".[3] En la página del Ministerio, dice que “Como siempre, para nosotros es un honor abrazarnos con las Madres, que son de las que más han contribuido en la construcción de la democracia moderna en la Argentina. Y la democracia es la que permite que desde el 2003 tengamos este proyecto, que convirtió la muerte en vida, el desasosiego en esperanza. Hebe, las Madres y todo el pueblo vamos a trabajar para no dar ni un paso atrás y profundizar lo hecho”.[4] El 18/3, desde el mismo Ecunhi, y como parte del mismo programa educativo, había hablado con Radio Nacional y sido más categórico: ‘las Madres son el elemento fundamental de la democracia moderna en la Argentina’.
Si recordamos que las Madres son uno de los tres acontecimientos o hitos infrapolíticos de la era pos-’83, se hace manifiesto que el kirchnerato es un régimen forjado en función del reconocimiento inoculado de lo antes excluido. La cadena semántica de Sileoni se despliega así: Madres >> democracia moderna o actual >> gobierno que se alía (las “abraza”; no las incluye o incorpora) con ellas de modo bastante poco institucional >> democracia moderna en Argentina = este régimen = gobierno + Madres + proyecto (“el modelo”). Así, la instancia política ha logrado convertirse en el extremo macro de las prácticas infrapolíticas.
Esto no significa que la relación entre la micro y la macro sea aceitadamente complementaria sino sencillamente que ya no es disjunta. No significa que la relación haya logrado institucionalizarse de modo estable, pues sus términos no acaban de ser homogéneos (esto es, no pueden ser mediados por la representación), sino que la relación ha logrado conectar sus heterogéneos términos de modo ‘astitucional’[5] (con interfaces complejas) y, hasta ahora, durable. Tampoco significa que la micro se referencie siempre en la macro o que deposite toda su confianza en ella, ni que la macro sea la aspiración de la micro. Sí significa que la instancia política y el campo de lo político ya no pueden ignorarse (o, a lo sumo, temerse) mutuamente. Dicho desde el punto de vista de lo político:
“La politicidad emergente resulta casi imperceptible en su materialidad si no se asume la complejidad de esta trama, si no se crean los espacios concretos de articulación de esta variedad de experiencias.”[6]
Significa que la relación ha encontrado vías de mantener en contacto sus términos –y de mantenerlos como extremos de un mismo arco que va de uno a otro como quien fuera de lo general a lo particular y viceversa. Significa que la relación ha encontrado vías de gestionarse, de tramitar el contacto entre sus términos aunque no sea una relación estructurada que en un extremo tiene a la dirección y en el otro a las bases, o en un extremo tiene lo general y en el otro lo particular, o en uno el todo y el otro sus partes. Significa que los contactos entre lo sub-representable y las instituciones de la democracia posdictatorial han cobrado formas que exceden el ajuste excluidor y la represión pacificadora (pues 2001 los ha tornado inviables).
Así las cosas, devenida micro la infrapolítica, tanto como devenida macro la gran política, a ambas se les plantea en esta coyuntura la compleja tarea de relacionarse con la otra sin ignorarla pero también someterse a sus dinámicas. Al régimen le toca asegurar que la infra siga teniendo a la macro como marco general necesario de su existencia (es decir, que siga siendo micropolítica), aun si no logra ‘kirchnerizarla’ absolutamente, mientras que a la micro le toca asegurarse de que la macro no le cercene su autonomía.
PH: El régimen atiende la necesidad de preservar y profundizar la gobernabilidad[7] y “asegurarle sus garbanzos” a todos los argentinos sin distinción de clase,[8] así como custodiar y reforzar la relevancia social del Estado; la infra se encuentra con la necesidad de elaborar en “cada una de sus experiencias un sentido preciso de lo que significa la dinámica de desborde y apertura.”[9]La micropolítica necesita mantenerse a distancia del Estado, pues no puede evitarlo; la macro necesita mantenerla cerca, pues no puede soltarla.
Psicóloga: Parece que el padre-Estado es capaz de abandonar, pero no soporta que sus “hijos”, los gobernados dejen de reclamarle presencia y establezcan su propio hogar.
Es como si dijésemos que ante un Estado abandónico como el de los ’90 era más sencillo desarrollar valores y modos de vida autónomos que con un Estado más paternal. Me gusta la metáfora de Psicóloga. Vale para el proceso 2001-2011. La metáfora del kirchnerato es un papá diciendo “chicos, vuelvan a casa; la voy a hacer lo más cómoda posible con tal de que no me desconozcan; haré todas las modificaciones que pueda, pero por supuesto, no molestemos demasiado a los propietarios”, pues, como dice Cristina, eso no es de “un país serio”.[10]
Historiadora: ¿Vos cómo continuarías la comparación entre 1810 y 2001?
PH: Y… Yo diría que 2001 no tuvo su 1816 pero sí su 1880. Me explico. 1810, además de decir y practicar “que se vaya el virrey”, pudo configurar un espacio sin orden regio. Si se me permite diferenciar entre autonomía e independencia, 1810 fue el comienzo de la autonomía criolla y 1816 (junto a las batallas sanmartinianas) fue su consumación como independencia; los criollos en 1810 habían comenzado a organizarse y gobernarse sin virrey pero no fue sino hasta la Declaración de 1816 y el triunfo de San Martín en el Alto Perú que estuvo asegurado que no volvería un orden regio, imperial, colonial. 2001, en cambio, llegó a decir y practicar ‘que se vayan todos’ pero no alcanzó a evitar que volviera un ‘orden’ estatal. Al Estado argentino lo ayudaron, entre otras cosas, su cercanía geográfica y comunicacional con los rebeldes. Y así le llegó a 2001 como si dijésemos su 1880: un nuevo orden que no es restauración del anterior sino una creativa adaptación a las irreversibles transformaciones que el estallido había producido. Sin embargo, debemos aclararlo, 2001 no ha sido del todo conjurado en 2011, y lejos parece estar de lograrlo. La macro quiere cerrar lo abierto por 2001; la micro, que de una u otra manera conserva su autonomía (y esto incluye a las Madres) quiere explorarlo, continuar abriéndolo. En otras palabras, el nuevo orden (ese que propongo llamar posnacional) no ha aun solidificado o siquiera coagulado (las siempre mutantes cultura, economía, sociedad y política locales y globales parecen dificultarlo).
Esquematizo entonces esta breve historia. ’90s: retiro del Estado + afirmación infrapolítica >> 2001: afirmación infrapolítica + cuasi expulsión del Estado >> 2003-11: regreso del Estado sobre nuevas condiciones + invaginación de la infra como micropolítica. O también: ’90s: declinación de la representación + presentación infrapolítica >> 2001: afirmación infrapolítica + agotamiento de la representación como liga >> 2003-11: ascenso de las ligas gestionaria e imaginal + invaginación de la infra como micropolítica. Y 2011: desafío de cierre + desafío de apertura.
[ver otros adelantos del libro]
[1] La hipótesis 891…, cit., p. 149.
[2] Colectivo Situaciones, “De Aperturas y Nuevas Politizaciones”, 6/10/11; http://www.tintalimon.com.ar/blog/De-aperturas-y-nuevas-politizaciones-por-Colectivo-Situaciones; en línea, visitado el 30/4/11.
[3] http://noticias.terra.com.ar/sileoni-reivindica-a-madres-y-abuelas-en-acto-de-estudiantes-por-dia,013883ea03fde210VgnVCM20000099f154d0RCRD.html; en línea, visitado el 29/3/11.
[4] http://portal.educacion.gov.ar/prensa/gacetillas-y-comunicados/sileoni-%E2%80%9Chebe-las-madres-y-todo-el-pueblo-vamos-a-trabajar-para-no-dar-ni-un-paso-atras%E2%80%9D/; en línea, visitado el 29/3/11, subrayados míos.
[5] “Astitución” es una noción en construcción (ver por ejemplo, “Entre institución y destitución: la astitución”, ponencia presentada a la XXVI Jornada de la AAPPG en octubre de 2010 y publicada en revista digital El psicoanalítico, enero 2011).
[6] “De Aperturas…”.
[7] “En 2001 se pusieron en riesgo 150 años de conducción política. No pueden volver a suceder ese tipo de cosas.” Esteban Talpone, Entrevista a Aníbal Fernández, “Si Pedraza es inocente que le pidan perdón, pero si no lo tendrá que pagar”, Tiempo Argentino, 27/2/11; subrayado mío.
[8] “La única que le garantiza a la Argentina de a pie que sus garbanzos están bien cuidados es Cristina” y eso incluye al gran capital: “¿Por qué los empresarios, que ganaron tanto dinero con este modelo económico, son tan reticentes a apoyarlo? [preguntó el periodista, y el ministro respondió:] –No creo que sean reticentes. A mí nadie me dice que apoyen a otro. Pueden no estar de acuerdo con alguna medida o porque pretenden beneficios a los cuales no llegan. Lo que no pueden es estar en contra, porque la rentabilidad que tuvieron fue muchísima” (ibíd.).
[9] “De Aperturas…”.
[10] Por ejemplo, en su discurso del 26/12/11.
Breve historia de la infrapolítica II
II. 2001 como encrucijada
Sigamos ensayando nuestra caracterización de la infrapolítica. Los movimientos infrapolíticos no tienen al Estado en su horizonte ni en el aspecto de los problemas o la agenda que se fijan ni en los métodos que desarrollan, ni como interlocutor excluyente –aunque a veces y contradictoriamente sí en el caso de las Madres, que exigían justicia y podían desautorizar al poder judicial o al ejecutivo, o luego en los de los movimientos de desocupados que pedían planes sociales (aunque también podían pedir bolsones de comida, medicamentos o herramientas a empresas privadas), pero claramente no en 501 y casi nada entre los H.I.J.O.S., que por lo demás funcionaban reunidos en asambleas. Si lo tenían como interlocutor, no reclamaban ya que el Estado los representara sino que accediera a ciertas demandas. La representación no estaba en su horizonte, como tampoco lo estaba la toma del poder del Estado. La subjetividad que producían no se satisfacía con representación, y eso resultaba desquiciante. De tal manera, estos movimientos infrapolíticos no resultaban dominables ni integrables con los recursos tradicionales de la representación como los partidos y los sindicatos. Es en este sentido que son infrapolíticos: si el proletariado marxista iba “más allá” de las instituciones políticas burguesas, los movimientos infrapolíticos se movían, como si dijésemos, demasiado ‘más acá’ de las menguadas instituciones neoliberales como para que la política pudiera representarlos e integrarlos.La infrapolítica, por estar debajo de los límites de visibilidad y representabilidad de las cosas que el Estado detecta, representa, tramita, domeña, puede pasar inadvertida, un poco como la vida microscópica suele pasar inadvertida para los humanos hasta que nos afecta de alguna manera, hasta que nos enferma o nos tropezamos con ella por algún motivo y recién entonces nos llama la atención. La infrapolítica, a la vez que no buscaba representación, sí buscaba, y muchas veces encontró, modos de llamar la atención pública. Un primer modo fue esa “locura” de caminar en círculos sin destino en la Plaza. Otro modo fueron los cortes de ruta y la represión que recibieron, aunque la represión de los piquetes no fue tanto lo que hizo que se pudiera percibir lo infrapolítico sino que los medios atendieran esa represión y/o que la actividad infrapolítica fuera lo suficientemente contundente como lo fue por ejemplo en Cutral-có en 1996. Por su parte, un movimiento como 501 se hizo visible no porque el Estado hubiera logrado representarlo, sino porque los medios lo comentaron relativamente bastante condenándolo. Los escraches fueron otro modo aun.
Pero la visibilidad de estos movimientos no significaba representabilidad. El carácter ‘infra-social’ de sus circunstancias, y sobre todo el carácter infrapolítico de sus situaciones, de sus móviles, métodos, objetivos y logros, e incluso el de sus modos de argumentación y pensamiento de su práctica eran ‘sub-políticos’: estaban por debajo del umbral de la visual y la comprensión republicaneras de los medios, que cuando podían los ignoraban,[1] como debajo estaban del umbral de representabilidad de las instituciones (un desocupado es irrepresentable para un sindicato).
Pero entonces llegó 2001, un punto en que lo infrapolítico tomó una dimensión tan cuantitativamente grande y cualitativamente autónomo que imposibilitó el despliegue de la instancia política. En las jornadas de diciembre de 2001, el monstruo infrapolítico incluso redujo a ineficaz la represión armada –que venía siendo casi el único recurso que la política estatal podía utilizar frente a lo infrapolítico–; el Estado mató a unas 35 personas, y declaró un estado de sitio, pero sus gobiernos cayeron igual.
En circunstancias así, lo infrapolítico no deviene representable, pero deviene ‘in-ignorable’ para los medios e incluso en garantía de rating para éstos. Tal vez estos, aunque no entendieran lo que estaban transmitiendo, es decir, aunque no lo representaran adecuadamente, ayudaban a propagar su dimensión, su eficacia, su adopción.
Allí donde el Estado venía retirándose de la representación, allí donde el mercado radicalizado venía convirtiendo en irrepresentables a los antiguos trabajadores, allí se desarrollaba una vida muy activa, una vida infrapolítica, infrarrepresentable, que decía algo así como ‘si ellos no quieren representarme, yo me presento’. Pero en 2001 no solo dijo ‘me presento allí donde no quieren representarme’, sino que los voy a echar de todo eso que quieren representar, y lo gritó diciendo: “¡Qué se vayan todos!” y lo hizo con asambleas, piquetes y empresas recuperadas. Y lo practicó como diciendo: venimos nosotros.
Y entonces le tocó gobernar a Kirchner. El kirchnerismo vino a asumir la difícil tarea de hacer viable un Estado donde los movimientos sociales no pedían representación. El Estado debía llevar gobierno y gobernabilidad a la esfera infrapolítica, o, como le dijo Kirchner a Jorge Ceballos (dirigente de Barrios de Pie): “debemos llevar institucionalidad a los barrios”.[2] Kirchner sabía, y mostró saberlo muy bien, que llevar institucionalidad no podía ser llevar república, no podía consistir en lograr que la representación representara al espectro infrapolítico. Como la represión había resultado inútil con ese espectro infrapolítico, como insistir con la representación y la represión había dejado de asegurar la gobernabilidad, Kirchner desarrolló métodos posrepresentacionales –o posnacionales– de que el Estado, la instancia política, llegara a esa esfera.
Llegaría allí vía gestión, vía “redistribución” y vía imaginalización. Y, aunque no lograría hacer de la infrapolítica un actor tan identificado con el kirchnerismo como sí logró hacerlo de la clase obrera de los ’40 el peronismo, logró invaginarla hasta el punto de convertirla en micropolítica, esto es, algo así como el polo territorial (o no tanto, pero siempre informal) de un arco que tiene en el otro polo la instancia institucional o formal de la macropolítica. Ahora el campo de la infrapolítica ha sido conectado –aunque no incorporado- a un continuo que tiene en su otro extremo la macropolítica, de modo tal que aquella ha devenido algo así como la ‘pata micro’ del ‘accionar macro’ del gobierno “nacional”. Por las vías de la gestión, la “redistribución” y la imaginalización de la circunstancia social globalizada, el kirchnerato ha logrado que los agenciamientos infrapolíticos funcionen como algo así como el complemento pedestre y gobernable de las altas esferas gubernamentales. Pero esto ya es tema de la próxima reunión.
[1] Los medios solían dejar de ignorar a los piqueteros cuando podían mostrarlos como víctimas (de la miseria o la represión) o como criminales (es decir, como victimarios).
[2] Relatado por Ceballos en 2004 al salir de una entrevista con Néstor Kirchner.
Breve historia de la infrapolítica I
I. Los precursores de 2001
"Cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres"Borges, "Kafka y sus precursores"
Busco con esta breve historia comprender el avatar micropolítico en que derivó la infrapolítica luego de 2001.
Es el sinuoso y discontinuo camino que va desde el eclipse de la política estatal como lugar de pensamiento de lo común (como lugar natural de lo político) a la formación de un campo de autonomía donde pensar lo común. El camino que va de lo que llaman “crisis de representación” (y yo llamo, más bien, cesación de la representación) al estallido de presentación. El camino que, en lugar de ir del sujeto ciudadano al sujeto consumidor (un camino de desubjetivación), va hacia un sujeto colectivo bien contemporáneo pero que crea y autogestiona nuevos valores y modos de vida (un camino de subjetivación). El camino que va de la impotencia en que nos sumieron Dictadura y Neoliberalismo a la potencia que nos dan las Madres, los piquetes, 2001. Lo repasaré a trazos gruesos, obviando las interacciones e influencias de movimientos internacionales como la caída del Muro de Berlín, la emergencia del zapatismo, la globalifobia o el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, entre muchos otros, como el Caracazo y la movida boliviana.
Desde la Dictadura comenzó 4a construirse una esfera que no conocíamos, que no habíamos visto antes y que se hizo visible recién en 2001, que es la esfera de la infrapolítica.[1] Tomo la palabra y noción que propone Diego Sztulwark, aunque le voy a dar un cariz un poco diferente ya que para él infrapolítica y micropolítica son, según entiendo, la misma cosa, y en esta nota, o la siguiente, yo quiero diferenciarlas. La esfera infrapolítica es, como sugiere su nombre, una esfera política (o, más bien, de politización), pero a la vez, una esfera como si dijésemos ‘sub-política’. Es un campo que no llega a ser, por derecho propio, de la gran política, pero que tampoco –esto es fundamental– busca serlo, pues lo suyo no es la política sino lo político: el pensamiento de las cuestiones relativas a lo común.[2] Mientras la política es una instancia que tramita el “poder sobre” los demás (sobre ‘los ellos’), lo político es el campo difuso de los problemas del “poder hacer” nosotros. En criollo: la infrapolítica no busca la toma del Estado. Lo político atiende a su construcción, a sus problemas, y no a los de la agenda mediática o estatal, que es la agenda corrientemente llamada política.
La infrapolítica es entonces una actividad que problematiza lo colectivo y grupaliza los problemas. Y, justamente porque no es una instancia de tramitación, sino un agenciamiento del común, es también una actividad creativa y productiva que, más que tramitar lo que encuentra, inventa realizaciones para los posibles que encuentra en lo que encuentra. Mas que gestionar o representar a los ellos, construye su nosotros. La infrapolítica, en otras palabras, desarrolla unos lazos sociales singulares para explorar y configurar los vacíos (las indeterminaciones) con los que se encuentra –pero se encuentra con ellos porque, como sucintamente veremos a continuación, los produce con los problemas que plantea.
El campo infrapolítico es el campo donde algunos problemas de la vida en común que no son, como digo, ítems de la agenda política, ítems de la agenda de la vida común tratados como problemas de la vida en común y así son politizados: por el simple y grande hecho de que su tratamiento es colectivo: así con los colectivos de alfabetización o los que organizan comedores o administran comunitariamente planes sociales o los que realizan acciones jurídicas o tratan problemas de paco. No son problemas naturalmente estatales, no son puntos habituales de la agenda mediático-política, pero son problemas que uno que otro grupo toma como problemas de la polis, de la ciudad, de la vida en común, y en este sentido, son problemas que el colectivo politiza. Tratar juntos una cuestión, a la vez que politiza a los que nos juntamos para tratarla, politiza la cuestión; no hay temas y problemas a priori de la infrapolítica. Pero a la vez –y tal vez este sea su costado más temible desde el punto de vista de la política– tampoco hay límites territoriales o sociales a priori para la infrapolítica (un corte en Tartagal puede expandirse hasta un que se vayan todos en todo el país).
La primera politización infrapolítica fue la de las Madres de Plaza de Mayo, una politización que no se dejaba tratar según el trámite estatal acostumbrado, esto es, ni la representación, ni la represión militar. Aunque todavía en el movimiento de las Madres el interlocutor principal seguía siendo el Estado, cuando la consigna de las Madres se convierte en “Aparición con vida”, lo que las Madres presentan es un irrepresentable: un problema político (del común para tratar en común) e intramitable por la política. Como decía Raúl Cerdeiras en 1997, “Lo que exaspera al encuadre político establecido es que lo que declaran las Madres no se puede gestionar, negociar, consensuar […] ¿A quién representan? Es lo que desvela al estado y a todos las políticas que giran a su alrededor. En esto reside su potencia política,”[3] o –en los términos que aquí empleo– su potencia politizadora.
Ya en la década del '90 aparecen más movimientos infrapolíticos, especialmente los movimientos piqueteros y el de los hijos de los desaparecidos. Los piqueteros que se agruparon como movimientos de trabajadores desocupados planteaban también un oxímoron irrepresentable: ‘somos trabajadores –y en este sentido los sindicatos podrían representarnos– y somos desocupados –y en este sentido los sindicatos no pueden representarnos– y no queremos que nos represente nadie, vamos a la ruta’.
“El movimiento de trabajadores desocupados o movimiento piquetero fue un emergente de la destrucción de puestos de trabajo por las privatizaciones de las empresas del Estado y por la «reconversión» de las empresas privadas. […] Surgió de la crisis de la denominada «sociedad salarial» […] El movimiento piquetero instituyó una esperanza y una posibilidad concreta para evitar un destino terrible. Lo que asombró de este movimiento es que haya planteado desde tales abismos sociales una respuesta organizada. Las clases dominantes y la mayoría de los intelectuales argentinos suponían que desde la desintegración social […] no podía surgir ningún tipo de respuesta organizada que recurriera además a consignas potencialmente universalizables. Había un prejuicio arraigado […] Los desocupados eran una figura no histórica (lumpenproletariado), […] un fenómeno carente de capacidad transformadora […] El cuerpo «comunitarizado», en la ruta y en el barrio […] y las subjetividades que contiene, es el cuerpo mismo en el que se inscribe la historia .”[4]
“No son víctimas, realizan actos de emancipación. Más allá de los cortes de rutas, el otro corte, del que poco y nada se habla, es del circuito de la vieja política. Por eso es que estos movimientos se realizan fuera de los partidos políticos y las organizaciones sindicales (que son ambas instituciones del estado), no se proponen acceder a ningún puesto del estado y obligan al poder a ir al lugar mismo que ellos ocupan para discutir en asamblea pública la situación lo que potencia a la presentación en desmedro de la representación.”[5] “Esas luchas se inician al margen de los partidos políticos, de las organizaciones sindicales o cualquier otra institución estatal”[6]
No buscaban gobernar sino construir comunidad y resolver problemas:
“En eso seguimos el camino que han hecho los compañeros de Mosconi [Salta] de reconstruir el tejido de la comunidad, en función del bien común, el medio ambiente, la salud, los pibes, y otros problemas que todavía en los barrios están sin resolverse.”[7]
Los H.I.J.O.S. por su parte inventan los escraches con la consigna “Como no hay justicia, hay escrache”. De tal modo, la infrapolítica se convirtió en los '90, con los piqueteros y los H.I.J.O.S., en lo que hacemos cuando la política ha perdido los instrumentos para tratar ciertos problemas de la vida en común –cuando la política ha perdido, especialmente, el instrumento representativo. Si el Estado se retira, nosotros nos juntamos en su ausencia y pensamos-hacemos.
También en los '90, como frutillita que coronaba el postre, apareció otro movimiento infrapolítico, el llamado 501, cuya movida podría resumirse parafraseando a los H.I.J.O.S.: como el Estado no nos representa, vayamos allí donde la representación le es explícitamente indiferente e intentemos habitar ese espacio. 501 viajó a más de 500 km de su lugar de residencia para no participar en las elecciones de ese año y realizar allí una asamblea. La siguiente era su declaración:
“Querrán acaso acusarnos de antidemocráticos, de boicotear el único momento de la vida cívica donde se ejercen los derechos ciudadanos. Sin embargo, es exactamente por lo contrario que decidimos levantarnos: para recuperar el poder de decisión que se halla en el fundamento de la idea de democracia. Es porque el sentido profundo de la democracia se ha extraviado que rediscutirla se ha tornado imperioso. Sería mucho más simple quedarnos en casa a no votar una vez más […] Es necesario reencontrarse con la pasión política, darle brillo a palabras hoy gastadas, abandonar la inercia y el lamento ante lo que nos sucede. Intentar trazar el recorrido de una hipótesis política, comprometernos, juntarnos. 5ø1 es esa apuesta. […] 5ø1 es el nombre de todos aquellos que están hartos de estar hartos. Ellos somos nosotros”.
Como abriendo un cauce por el que fluiría 2001, 5ø1 estaba convirtiendo en problema común, vía declaración y asamblea, algo que hasta el momento solo se planteaba como malestar individual, esa sensación de que nada te representaba (‘no me siento representado por nadie’), así como convertía en común el modo de trabajar ese problema.
Profe: De todos modos, 2001 tuvo un alcance mucho mayor.
Alumno: ¿En qué sentido lo decís?
Profe: Lo de 501 fue hecho por cuatro gatos locos que se fueron de camping al medio de la pampa. Lo de 2001 fue masivo al punto de poner en jaque al poder y encontrar resonancia internacional.
PH: Yo diría que lo de 2001 no solamente fue cuantitativamente más grande. 2001 tuvo además una potencia cualitativamente distinta. Podríamos decir que mientras 501 dijo nos vamos, 2001 dijo que se vayan todos. Para hacer su asamblea, aquellos debieron irse hasta el lugar donde resultaban electoralmente indiferentes, mientras que la asamblea dosmilunera abrió, a machetazos, el espacio vacío donde reunirse. Váyanse, que aquí venimos nosotros.
[ver otros adelantos del libro]
[1] “Llamaría infra-política (o aún micropolítica) a lo real de las experiencias que (con relaciones oscilantes y variables en relación con los ‘políticos’ de los que desconfían) hacen sus cosas (es decir hacen colectivo, hacen social) sin saber del todo qué cosa es la política. Ampliando y cuestionando las definiciones que, no por casualidad, nos dan quienes ‘saben-de-política’. La descofianza de que hablan los pibes [que se autodenominan “hijos de 2001”] no me parece un dato secundario o contingente, sino inherente a la infrapolítica. Un dato que habla de lo irreversible de la experiencia […] que hizo síntesis durante la crisis del 2001.” (Sztulwark, D., “infrapolítica”, escrito en octubre de 2010, Buenos Aires; disponible en www.pablohupert.com.ar/index.php/infrapolitica/; en línea, visitado el 26/4/11)
[2] “Digamos que ‘lo político’ nombra aquí un tipo de actividad cuya orientación es la de cuestionar e instituir los lazos sociales. De revisar y crear los enlaces y las relaciones que conciernen a lo que podríamos llamar el cuerpo colectivo, la ciudad, la potencia común. Aclaro desde el inicio que lo político, así definido, no tiene una relación pacífica o armónica con la política, entendida como una instancia o conjunto de instituciones encargadas de gestionar y representar los avatares de una colectividad” (D. Sztulwark, “Suspensión de lo político”, conferencia en el Estudio de Pablo Hupert, Buenos Aires, 18/08/09).
[3] “20 tesis acerca de Madres de Plaza de Mayo y algo más”, en revista Acontecimiento Nº 13 , Buenos Aires, 1997.
[4] Miguel Mazzeo, “La respuesta impensada”, revista Acción, noviembre de 2010; www.acciondigital.com.ar/15-11-10/pais.html#bicentenario, en línea, visitado el 26/4/11.
[5] Cerdeiras, ob. cit.
[6] Cerdeiras, “La política que viene”, en Acontecimiento n° 23, abril de 2002.
[7] MTD-S en diálogo con el Colectivo Situaciones, en La hipótesis 891. Más allá de los piquetes, Buenos Aires, De mano en mano, 2002, p. 149.
La gestión compatibiliza infra y macropolítica
Cuando no hay metaestructura que homogeneíce los elementos sociales, la representación no puede ligarlos. Luego, el Estado ya no puede ligarse con la sociedad representándola. En su desgarro más candente: la política estatal no puede gobernar la infrapolítica representándola. El Estado posnacional argentino salda la inoperancia de la representación con gestión.
El Estado de tiempos postindustriales tiene un problema que también tiene la infrapolítica (que es el nombre de la subjetivación de tiempos postindustriales). El problema que ambos comparten es el problema de la gestión material de la vida. El Estado no tiene asegurada su estabilidad política ni su financiación económica; los excluídos no tienen asegurado el trabajo, el sustento.
La política de tiempos nacionales, la política de tiempos de capital productivo, a veces industrial, a veces agrario (o ambas cosas, como en el caso argentino) era una política en que no estaban en duda los modos de producción misma de riqueza. Estos años, en cambio, son tiempos en que no es seguro que haya capitales, no es seguro que haya naturaleza, no es seguro que haya trabajo. Así, si la gran divisioria de aguas políticas de tiempos industriales pasaba por el asunto de la propiedad de los medios de producción, hoy lo que está en cuestión es la viabilidad misma de la producción y del trabajo.
Incluso podríamos decir que mientras la política clásica debía preocuparse por cómo representar adecuadamente la vida, la política contemporánea en general (tanto la política como lo político) debe ocuparse de la 'presentación' misma de la vida, de tramitar todo lo necesario para que se produzca y reproduzca. Así las cosas, las diferencias entre las concepciones políticas no se dan en función de la representación (hétero-representación, auto-representación, representación parlamentaria, soviética, monárquica, corporativa, etc.), sino más bien en función de la gestión: hétero-gestión, autogestión, gestión empresarial, gestión estatal, gestión mercantil, gestión de organizaciones de la sociedad civil, etc.
En este punto ya la cuestión no es representar adecuadamente los problemas de los sectores definidos según sus lugares en la producción sino asegurar la producción, asegurar que exista y que perviva. En tiempos industriales, la producción podía darse por supuesta; era un hecho dado, y la política discutía la distribución (de la propiedad de los medios de producción, del excedente, del ingreso, de la tierra, del poder). En los tiempos contemporáneos, en cambio, es la producción misma la que está en cuestión, sea porque los capitales se fugan y escurren como agua, sea porque se extingue el trabajo fabril rutinario, sea porque los capitales se apropian el agua, sea porque el cambio climático hace dudar hasta de los ciclos naturales y las cosechas, o incluso porque los movimientos campesinos y originarios plantean la cuestión de la soberanía alimentaria. La cuestión de la soberanía alimentaria es bien contemporánea, clava su interrogación en el corazón de la encrucijada actual: ya no tanto de quién es la tierra (los pools de siembra se conforman con arrendarla) o sus frutos, sino qué produce y cómo. En un escenario más urbano y de un modo distinto, también las empresas recuperadas muestran que la encrucijada actual no está en la lucha por la distribución del excedente económico sino en la lucha por asegurar que haya economía. Es una necesidad de asegurar que haya economía que tienen tanto el Estado como los sectores excluidos.
Si me permiten esta incómoda manera de decirlo, el quid de nuestros tiempos no es ya la apropiación del excedente económico sino la producción del necesario económico; no es ya el reparto del fruto del trabajo, sino el trabajo. No ya el nivel segundo y trascendente de la distribución económica o la constitución política, sino el nivel primero e inmanente de la actividad económica y la relación social. Para el nivel segundo, se requería representación. Para el nivel primero, gestión.
Así las cosas, la penetración del Estado en la sociedad no se da por medio de la representación sino que se da por medio de la gestión, en correlación con el hecho de que el funcionamiento mismo de la economía no consiste en un fetichismo de la mercancía que hace que el resultado del proceso productivo tome el lugar de éste o que la mercancía oculte el proceso de producción o las relaciones sociales de producción representándolo, sino el puro ‘hay o no hay’, el puro ‘ya’ (o nunca). Se plantea, ya desde la misma economía contemporánea, algo así como un principio de inmanencia absoluta que es en sí mismo gestión (implementación de procedimientos, estandarizados o improvisados, consensuados o impuestos, que consigan los resultados que cuentan, que importan), a diferencia del fetichismo de la mercancía que es en sí mismo representación.
Aun si esta correlación que intuyo para los tiempos actuales (entre inmanencia económica y gestión política) no es tan sólida como la verificada entre representación política y fetichismo de la mercancía, vale por lo menos el señalamiento de que las condiciones económicas contemporáneas no son compatibles con la representación política clásica. Vale el señalamiento de que las relaciones sociales de tiempos nacionales e industriales eran penetrables por la representación, configurables representacionalmente, mientras que las contemporáneas, no. Después, si mi hipótesis de una correlación entre inmanencia pura de la economía y política gestionaria no prospera, podremos ver a qué se debe esta contemporaneidad entre una y otra, pero quedaría aun en pie la incompatibilidad entre una economía inmanente como la posindustrial y una política representativo como la nacional.
También queda para otra ocasión diferenciar entre tipos de gestión. Se me ocurren por lo menos cuatro: la mercantil, la política, la no gubernamental y la infrapolítica, y dilucidar si hay un principio común de funcionamiento entre los diferentes tipos de gestión. Por lo pronto, desde el punto de vista nosotros, habrá que diferenciar entre gestión y autogestión:
“F. Ingrassia plantea una tesis con futuro: se cierra el antagonismo en términos políticos y se reescribe en términos de gestión. Los problemas son problemas de gestión, tanto el problema del estado técnico administrativo como el problema de las asambleas. Lo más importante que están haciendo las asambleas, en general, es ir generando mecanismos de autogestión de diversos aspectos de la vida social. Pero entonces tendremos que pensar en dos modelos de cohesión, heterogestión y autogestión.”[1]
Se abre aquí todo un campo de exploración para los nosotros del que poco puedo decir ahora –salvo señalar que el espacio que exploran los movimientos campesinos y las empresas recuperadas. Sí puedo decir que se trata de un aspecto más de la pérdida de centralidad del Estado, o, en otras palabras, de su pérdida de trascendencia. Como ya no representa y gobierna, sino que gestiona y resuelve, se haya en la inmanencia de lo que gestiona. Ya no está, como un todo, por encima de las partes sino que co-gestiona lo social junto a otros elementos sociales, como empresas, medios, ong’s, sindicatos, etc. Y también junto a organizaciones micropolíticas; les leo el siguiente pasaje que menciona dos organizaciones de la cuenca Matanza-Riachuelo que plantean una agenda de cuestiones relacionadas con las redes de aguas y la contaminación:
“Tanto en el caso de las Madres de las Torres de Wilde, como en el del Foro Hídrico, 1- Se trata de colectivos que plantean una posición confrontativa con el Estado. A diferencia de las organizaciones colectivas de los ’90, por ejemplo los piqueteros, estas son más demandantes con respecto al Estado, para que controle espacios de proximidad, que establezca nuevas regulaciones, que controle las actividades industriales, las fuentes de contaminación, etc. 2- Se forman colectivos multisectoriales; es decir, hay participación de vecinos, de técnicos, de grupos de clase media, de profesionales, de militantes políticos, pero se asume que en el espacio colectivo la representación política no puede predominar sobre la articulación. 3- Ganan peso las controversias sociotécnicas, porque hay un reclutamiento de especialistas, pero también hay un proceso de aprendizaje colectivo respecto del cual los vecinos, las comunidades, dejan de ser legos y se convierten en expertos. Van armando una contraexperticia.”[2]
Peatón 3: Experticia y contraexperticia suenan como otra forma de decir que el antagonismo pasa por la divisoria entre autogestión y heterogestión.
Les leo un extracto (un poco largo, comprenderán ustedes) de una propuesta del Movimiento Nacional Campesino Indígena que me llegó por mail en enero último con el título “Represión a los Qom, villa Soldati, trabajo rural esclavo: Todas caras de la Agricultura Industrial.” Y con el subtítulo “No será sencillo pero es urgente transformar el modelo agropecuario argentino”.
“[…] Proponemos algunos ejes de Soberanía Alimentaria:
“Reconocimiento por parte de la sociedad en su conjunto: -De lo rural y de lo urbano, como formas de vidas diversas y complementarias; cuyas relaciones se definen por la solidaridad. -Del mundo rural como Espacio de vida cuya consolidación requiere de presencia de una población enraizada, con condiciones mínimas de permanencia, la más importante es el acceso y uso de la tierra, el agua y demás bienes naturales. -De que estos territorios y poblaciones diversas (pueblos indígenas, campesinas, pescadores artesanales, pastoralistas, trabajadores y asalariados rurales y otras), tienen una importancia clave y es dar al conjunto de la sociedad la provisión de alimentos y preservación de la naturaleza y al patrimonio natural y cultural, la biodiversidad que nos pertenecen a todos-todas. -De la mujer como productora de vida, alimentos, arte, cultura, conocimientos, valores y diversidad. -Respeto a las semillas y los procesos milenarios genéticos, basta de trangénicos. -De las organizaciones y Movimientos campesinos, de pescadores artesanales, pueblos indígenas como instancias directas de participación, diagnóstico y ejecución territorial de políticas de desarrollo [aquí también podemos leer “gestión” o “contraexperticia”] y luchas por las conquistas de derechos civiles sociales y culturales.
“Debemos impulsar que los gobiernos provinciales, municipales y nacional realicen: -Leyes de apoyo y estimulo que custodien y promuevan estos modelos de producción y provisión de alimentos, a las comunidades y los bienes naturales. -Leyes de suspensión de desalojos y garantizar el acceso al agua. Apoyo y Estímulo: -Al desenvolvimiento de formas de economías de proximidades que garanticen a las poblaciones urbanas alimentos sanos de las poblaciones rurales de acuerdo a la diversidad cultural (pueblos indígenas, campesinas, pescadores artesanales, pastoralistas, trabajadores y asalariados rurales) […] -Al acceso de estas poblaciones del campo y de las pequeñas ciudades a los bienes y servicios, priorizando los que esos grupos y poblacionesconsideren necesarios para el ejercicio de su ciudadanía. Que además participen en la gestión y administración de los mismos. Con énfasis especial en acceder a los bienes y servicios que garantizan los derechos básicos fundamentales, como la educación, salud, comunicación y recreación. -Ampliación de ofertas de asentamientos en el campo y a pequeñas ciudades, especialmente a los jóvenes, para reducir los impactos negativos del éxodo rural que van a los lugares más distantes, creando en el campo las condiciones necesarias para el pleno ejercicio de los derechos en las comunidades rurales. -A las organizaciones y movimientos diversos, respetando su autonomía o filiación cualesquiera ellas sean, convocándolas a participar del diseño, programas y ejecución de los mismos sin discriminación.
“El rol del Estado en este programa es importante, en la medida que transfiera los subsidios que se otorgan al agronegocio hacia la agricultura familiar y campesina, además de abastecer a los programas sociales con producción campesina y desarrollar mecanismos de acceso directo de las poblaciones urbanas pobres a los productos campesinos a bajo costo.
“Fortalecer la vida campesina y sus organizaciones creará las condiciones para derrotar a la mesa de enlace y las transnacionales y lograr la vuelta al campo de miles de familias argentinas que se encuentran excluidas en las ciudades.
“¡Somos Tierra para alimentar a los pueblos!”[3]
Para tamaña transición, tamaña coordinación es, claramente, necesario un Estado y sin duda no es compatible con el kirchnerismo una transición que, desde el punto de económico capitalista, es decrecimiento. A ojos vistas, deberemos empezar de manera infrapolítica la transición a otro modelo civilizatorio de manera grupuscular, mínima, casi infrasocial, ya que no contaremos con el beneplácito de los Estados ni del gran capital, pero tampoco de los habitantes urbanos acostumbrados al aire acondicionado, a la locomoción petrolífera, a la luz eléctrica y demás. La subjetividad consumidora no querrá mudarse a otra civilización…
[1] Lewkowicz, I., Sucesos Argentinos, Paidós, Buenos Aires, 2002, cit.
[2] G. Merlinsky en la mesa redonda “Procesos de aprendizaje colectivo, ¿democracia de las ecologías urbanas?”, en el libro del colectivo GPA - Gris Público Americano, Paraformal. Ecologías Urbanas, CCEBA/AECID: Buenos Aires, 2010, pp. 206-7; disponible en es.scribd.com/doc/55493420/Paraformal-Ecologias-Urbanas; subrayados míos; el epígrafe de este libro es una frase de B. Latour: "Si la verdad científica no se impone ya, no es porque el buen pueblo se ha vuelto irracional, sino porque se encuentra adelantado en situación de co-averiguación."
[3] Negritas en el original; subrayados míos.
El Estado de tiempos postindustriales tiene un problema que también tiene la infrapolítica (que es el nombre de la subjetivación de tiempos postindustriales). El problema que ambos comparten es el problema de la gestión material de la vida. El Estado no tiene asegurada su estabilidad política ni su financiación económica; los excluídos no tienen asegurado el trabajo, el sustento.
La política de tiempos nacionales, la política de tiempos de capital productivo, a veces industrial, a veces agrario (o ambas cosas, como en el caso argentino) era una política en que no estaban en duda los modos de producción misma de riqueza. Estos años, en cambio, son tiempos en que no es seguro que haya capitales, no es seguro que haya naturaleza, no es seguro que haya trabajo. Así, si la gran divisioria de aguas políticas de tiempos industriales pasaba por el asunto de la propiedad de los medios de producción, hoy lo que está en cuestión es la viabilidad misma de la producción y del trabajo.
Incluso podríamos decir que mientras la política clásica debía preocuparse por cómo representar adecuadamente la vida, la política contemporánea en general (tanto la política como lo político) debe ocuparse de la 'presentación' misma de la vida, de tramitar todo lo necesario para que se produzca y reproduzca. Así las cosas, las diferencias entre las concepciones políticas no se dan en función de la representación (hétero-representación, auto-representación, representación parlamentaria, soviética, monárquica, corporativa, etc.), sino más bien en función de la gestión: hétero-gestión, autogestión, gestión empresarial, gestión estatal, gestión mercantil, gestión de organizaciones de la sociedad civil, etc.
En este punto ya la cuestión no es representar adecuadamente los problemas de los sectores definidos según sus lugares en la producción sino asegurar la producción, asegurar que exista y que perviva. En tiempos industriales, la producción podía darse por supuesta; era un hecho dado, y la política discutía la distribución (de la propiedad de los medios de producción, del excedente, del ingreso, de la tierra, del poder). En los tiempos contemporáneos, en cambio, es la producción misma la que está en cuestión, sea porque los capitales se fugan y escurren como agua, sea porque se extingue el trabajo fabril rutinario, sea porque los capitales se apropian el agua, sea porque el cambio climático hace dudar hasta de los ciclos naturales y las cosechas, o incluso porque los movimientos campesinos y originarios plantean la cuestión de la soberanía alimentaria. La cuestión de la soberanía alimentaria es bien contemporánea, clava su interrogación en el corazón de la encrucijada actual: ya no tanto de quién es la tierra (los pools de siembra se conforman con arrendarla) o sus frutos, sino qué produce y cómo. En un escenario más urbano y de un modo distinto, también las empresas recuperadas muestran que la encrucijada actual no está en la lucha por la distribución del excedente económico sino en la lucha por asegurar que haya economía. Es una necesidad de asegurar que haya economía que tienen tanto el Estado como los sectores excluidos.
Si me permiten esta incómoda manera de decirlo, el quid de nuestros tiempos no es ya la apropiación del excedente económico sino la producción del necesario económico; no es ya el reparto del fruto del trabajo, sino el trabajo. No ya el nivel segundo y trascendente de la distribución económica o la constitución política, sino el nivel primero e inmanente de la actividad económica y la relación social. Para el nivel segundo, se requería representación. Para el nivel primero, gestión.
Así las cosas, la penetración del Estado en la sociedad no se da por medio de la representación sino que se da por medio de la gestión, en correlación con el hecho de que el funcionamiento mismo de la economía no consiste en un fetichismo de la mercancía que hace que el resultado del proceso productivo tome el lugar de éste o que la mercancía oculte el proceso de producción o las relaciones sociales de producción representándolo, sino el puro ‘hay o no hay’, el puro ‘ya’ (o nunca). Se plantea, ya desde la misma economía contemporánea, algo así como un principio de inmanencia absoluta que es en sí mismo gestión (implementación de procedimientos, estandarizados o improvisados, consensuados o impuestos, que consigan los resultados que cuentan, que importan), a diferencia del fetichismo de la mercancía que es en sí mismo representación.
Aun si esta correlación que intuyo para los tiempos actuales (entre inmanencia económica y gestión política) no es tan sólida como la verificada entre representación política y fetichismo de la mercancía, vale por lo menos el señalamiento de que las condiciones económicas contemporáneas no son compatibles con la representación política clásica. Vale el señalamiento de que las relaciones sociales de tiempos nacionales e industriales eran penetrables por la representación, configurables representacionalmente, mientras que las contemporáneas, no. Después, si mi hipótesis de una correlación entre inmanencia pura de la economía y política gestionaria no prospera, podremos ver a qué se debe esta contemporaneidad entre una y otra, pero quedaría aun en pie la incompatibilidad entre una economía inmanente como la posindustrial y una política representativo como la nacional.
También queda para otra ocasión diferenciar entre tipos de gestión. Se me ocurren por lo menos cuatro: la mercantil, la política, la no gubernamental y la infrapolítica, y dilucidar si hay un principio común de funcionamiento entre los diferentes tipos de gestión. Por lo pronto, desde el punto de vista nosotros, habrá que diferenciar entre gestión y autogestión:
“F. Ingrassia plantea una tesis con futuro: se cierra el antagonismo en términos políticos y se reescribe en términos de gestión. Los problemas son problemas de gestión, tanto el problema del estado técnico administrativo como el problema de las asambleas. Lo más importante que están haciendo las asambleas, en general, es ir generando mecanismos de autogestión de diversos aspectos de la vida social. Pero entonces tendremos que pensar en dos modelos de cohesión, heterogestión y autogestión.”[1]
Se abre aquí todo un campo de exploración para los nosotros del que poco puedo decir ahora –salvo señalar que el espacio que exploran los movimientos campesinos y las empresas recuperadas. Sí puedo decir que se trata de un aspecto más de la pérdida de centralidad del Estado, o, en otras palabras, de su pérdida de trascendencia. Como ya no representa y gobierna, sino que gestiona y resuelve, se haya en la inmanencia de lo que gestiona. Ya no está, como un todo, por encima de las partes sino que co-gestiona lo social junto a otros elementos sociales, como empresas, medios, ong’s, sindicatos, etc. Y también junto a organizaciones micropolíticas; les leo el siguiente pasaje que menciona dos organizaciones de la cuenca Matanza-Riachuelo que plantean una agenda de cuestiones relacionadas con las redes de aguas y la contaminación:
“Tanto en el caso de las Madres de las Torres de Wilde, como en el del Foro Hídrico, 1- Se trata de colectivos que plantean una posición confrontativa con el Estado. A diferencia de las organizaciones colectivas de los ’90, por ejemplo los piqueteros, estas son más demandantes con respecto al Estado, para que controle espacios de proximidad, que establezca nuevas regulaciones, que controle las actividades industriales, las fuentes de contaminación, etc. 2- Se forman colectivos multisectoriales; es decir, hay participación de vecinos, de técnicos, de grupos de clase media, de profesionales, de militantes políticos, pero se asume que en el espacio colectivo la representación política no puede predominar sobre la articulación. 3- Ganan peso las controversias sociotécnicas, porque hay un reclutamiento de especialistas, pero también hay un proceso de aprendizaje colectivo respecto del cual los vecinos, las comunidades, dejan de ser legos y se convierten en expertos. Van armando una contraexperticia.”[2]
Peatón 3: Experticia y contraexperticia suenan como otra forma de decir que el antagonismo pasa por la divisoria entre autogestión y heterogestión.
Posdata: crisis civilizatoria, Estado y autogestión.
Después de todo, hay un punto en que el Estado sí resulta necesario para las cuestiones de la vida ‘subestatal’ o infrapolítica, que es la transición hacia otro modelo civilizatorio. Sea por riesgos visibles como el de la central nuclear de Fukushima de Japón, sea por depredaciones más imperceptibles como la del suelo, la del subsuelo, la del aire, la del agua, las de los ocho millones de canguros que Nike deberá matar en 2011 para ponernos zapatillas a los peatones del mundo. Sea porque las ciudades no dan abasto para recibir los desplazados, por los cultivos agrarios que requieren cada vez menos mano de obra y van a la ciudad donde se deberían ofrecer los servicios que se consideran mínimos para la vida urbana, sea porque la energía es cada vez más insuficiente o más onerosa de producir y consumir, el modelo civilizatorio, lo que consideramos civilización, confort, progreso, prosperidad, los modos de asegurarlo (incluyendo alimentación, transporte, energía, iluminación, salud y tal vez incluso higiene vestimenta y demás) debe ser abandonado.Les leo un extracto (un poco largo, comprenderán ustedes) de una propuesta del Movimiento Nacional Campesino Indígena que me llegó por mail en enero último con el título “Represión a los Qom, villa Soldati, trabajo rural esclavo: Todas caras de la Agricultura Industrial.” Y con el subtítulo “No será sencillo pero es urgente transformar el modelo agropecuario argentino”.
“[…] Proponemos algunos ejes de Soberanía Alimentaria:
“Reconocimiento por parte de la sociedad en su conjunto: -De lo rural y de lo urbano, como formas de vidas diversas y complementarias; cuyas relaciones se definen por la solidaridad. -Del mundo rural como Espacio de vida cuya consolidación requiere de presencia de una población enraizada, con condiciones mínimas de permanencia, la más importante es el acceso y uso de la tierra, el agua y demás bienes naturales. -De que estos territorios y poblaciones diversas (pueblos indígenas, campesinas, pescadores artesanales, pastoralistas, trabajadores y asalariados rurales y otras), tienen una importancia clave y es dar al conjunto de la sociedad la provisión de alimentos y preservación de la naturaleza y al patrimonio natural y cultural, la biodiversidad que nos pertenecen a todos-todas. -De la mujer como productora de vida, alimentos, arte, cultura, conocimientos, valores y diversidad. -Respeto a las semillas y los procesos milenarios genéticos, basta de trangénicos. -De las organizaciones y Movimientos campesinos, de pescadores artesanales, pueblos indígenas como instancias directas de participación, diagnóstico y ejecución territorial de políticas de desarrollo [aquí también podemos leer “gestión” o “contraexperticia”] y luchas por las conquistas de derechos civiles sociales y culturales.
“Debemos impulsar que los gobiernos provinciales, municipales y nacional realicen: -Leyes de apoyo y estimulo que custodien y promuevan estos modelos de producción y provisión de alimentos, a las comunidades y los bienes naturales. -Leyes de suspensión de desalojos y garantizar el acceso al agua. Apoyo y Estímulo: -Al desenvolvimiento de formas de economías de proximidades que garanticen a las poblaciones urbanas alimentos sanos de las poblaciones rurales de acuerdo a la diversidad cultural (pueblos indígenas, campesinas, pescadores artesanales, pastoralistas, trabajadores y asalariados rurales) […] -Al acceso de estas poblaciones del campo y de las pequeñas ciudades a los bienes y servicios, priorizando los que esos grupos y poblacionesconsideren necesarios para el ejercicio de su ciudadanía. Que además participen en la gestión y administración de los mismos. Con énfasis especial en acceder a los bienes y servicios que garantizan los derechos básicos fundamentales, como la educación, salud, comunicación y recreación. -Ampliación de ofertas de asentamientos en el campo y a pequeñas ciudades, especialmente a los jóvenes, para reducir los impactos negativos del éxodo rural que van a los lugares más distantes, creando en el campo las condiciones necesarias para el pleno ejercicio de los derechos en las comunidades rurales. -A las organizaciones y movimientos diversos, respetando su autonomía o filiación cualesquiera ellas sean, convocándolas a participar del diseño, programas y ejecución de los mismos sin discriminación.
“El rol del Estado en este programa es importante, en la medida que transfiera los subsidios que se otorgan al agronegocio hacia la agricultura familiar y campesina, además de abastecer a los programas sociales con producción campesina y desarrollar mecanismos de acceso directo de las poblaciones urbanas pobres a los productos campesinos a bajo costo.
“Fortalecer la vida campesina y sus organizaciones creará las condiciones para derrotar a la mesa de enlace y las transnacionales y lograr la vuelta al campo de miles de familias argentinas que se encuentran excluidas en las ciudades.
“¡Somos Tierra para alimentar a los pueblos!”[3]
Para tamaña transición, tamaña coordinación es, claramente, necesario un Estado y sin duda no es compatible con el kirchnerismo una transición que, desde el punto de económico capitalista, es decrecimiento. A ojos vistas, deberemos empezar de manera infrapolítica la transición a otro modelo civilizatorio de manera grupuscular, mínima, casi infrasocial, ya que no contaremos con el beneplácito de los Estados ni del gran capital, pero tampoco de los habitantes urbanos acostumbrados al aire acondicionado, a la locomoción petrolífera, a la luz eléctrica y demás. La subjetividad consumidora no querrá mudarse a otra civilización…
[1] Lewkowicz, I., Sucesos Argentinos, Paidós, Buenos Aires, 2002, cit.
[2] G. Merlinsky en la mesa redonda “Procesos de aprendizaje colectivo, ¿democracia de las ecologías urbanas?”, en el libro del colectivo GPA - Gris Público Americano, Paraformal. Ecologías Urbanas, CCEBA/AECID: Buenos Aires, 2010, pp. 206-7; disponible en es.scribd.com/doc/55493420/Paraformal-Ecologias-Urbanas; subrayados míos; el epígrafe de este libro es una frase de B. Latour: "Si la verdad científica no se impone ya, no es porque el buen pueblo se ha vuelto irracional, sino porque se encuentra adelantado en situación de co-averiguación."
[3] Negritas en el original; subrayados míos.
Significado histórico de 2001
O la significación por retroacción
PH: Se dice que ningún enunciado obtiene significancia por sí solo. Todo enunciado padece una indeterminación de base que solo puede ser suturada por un segundo enunciado. El enunciado 1 necesita un enunciado 2 que le dé sentido. En términos de historiador, el hecho o práctica 1 adquiere significado a través del hecho o práctica 2.
Alumno: ¿El enunciado/hecho 2 también queda significado por el 1? ¿La significación va para los dos lados?
PH: Es buena la pregunta, porque el enunciado 2 también es indeterminado en su base, y necesita ser determinado por otro, pero no está cantado qué enunciado cumplirá esta función. Puede cumplirla un tercero, o tal vez la amalgama del primero y el segundo (esto es lo más común en situaciones estatal-nacionales: la Nación recibe la sutura del Estado, que recibe la sutura de la Nación); también puede ocurrir en algún momento quede a la vista (como creo ocurrió en 2001) la indeterminación de base de esa amalgama de modo tal que esta a su vez requiera un tercer enunciado (creo que esto viene ocurriendo 2003).
Pasemos las variables del esquema “Significación retroactiva de los hechos históricos” a sus valores concretos. “Que se vayan todos” es el enunciado/hecho 1, porque es tanto el cacerolazo como el grito, y la pregunta es qué enunciado o enunciación es el hecho que los significa. O sea, acá tenemos un “?”, una incógnita. “Que se vayan todos” era, hacia 2002, una incógnita, porque no teníamos un enunciado o un hecho que lo significara. ¿Cuál era su significado? No estaba claro. ¿Qué segundo enunciado o práctica lo determinarían? No estaba claro. Un acontecimiento, dice Badiou, es tal que se pierde en sus efectos. Lo más difícil para detectarlo es que se pierde su dimensión de acontecimiento, de irrupción, de ruptura. Como en la angustia psicoanalítica (que Lacan llama el impase de la formalización, o del lenguaje), el acontecimiento es la irrupción del vacío en lo social. Bueno, entonces cada vez que se habla de 2001, hable quien hable, parece que este vacío no se percibe. No se percibe esta dimensión de incógnita de “que se vayan todos”, esta dimensión de qué corno estamos representando. Creo que sí se pudo percibir durante un tiempito, una ventana de unas semanas o meses durante los cuales los políticos y demás agentes de la dominación todavía no estaban rearmados para salir a recubrir la consigna disruptiva con consignas que volvieran lo social a su cauce. Durante ese lapso, no había un enunciado/práctica 2 que recubriera el enunciado/práctica 1.
Opinadora: Es la primera vez en historia pasó, para mí, desde que yo tengo uso de razón por lo menos en los últimos años, es la primera vez que la gente sale así, de esa manera.
Profe: Yo leía que el 17 de octubre de 1945 pasó algo similar y puede ser que el 25 de mayo de 1810.
PH: Esto es importante: todo acontecimiento tiene el efecto de presentarse como el primero. No es que niegue lo anterior o lo circundante, tampoco es que lo anterior y lo contemporáneo no lo informen en alguna medida, pero sí ocurre que el acontecimiento se presenta como un punto a partir del cual hay que pensar todo de nuevo, pensarlo bajo una nueva luz –la luz que el acontecimiento echa: las preguntas que plantea, los posibles que crea, las prácticas que inventa. Cuando lo insertás en una serie o una tradición, cuando deja de ser punto de partida y pasa a ser consecuencia-de, es que ya perdió o comenzó a perder su potencia de afirmación, de inauguración, de configuración.
Peatón: ¿Un enunciado/práctica 2 comienza a cubrir al 1?
PH: ¡Claro! Es lo que vienen haciendo periodismo y kirchnerismo: en esos chamullos, 2001 no inaugura nada sino que es la natural consecuencia de la desidia menemista. El posneoliberalismo significa 2001 como catástrofe neoliberal, impedido de significarlo como parto. Muerte de lo anterior, sí; nacimiento de lo actual, no; nacimiento de posibles que lo actual ha venido a ceñir, menos aún.
Veo que nos resulta imposible dejar de glosar el presente –será que 2001 anda inmiscuido en nuestra circunstancia… Intentemos volver a 2002, a ese momento en que la ventana sigue abierta y el acontecimiento, salido de madre, no ha sido aun determinado por un enunciado/práctica dominante posterior a él. El estallido ya ha pasado; cuatro presidentes han caído, gobierna Duhalde; las asambleas barriales, “juguetes rabiosos”,[1] juegan con toda la rabia un juego propio allí donde todos se han ido. Tenemos el enunciado/práctica 1: que se vayan todos. Son muchos los enunciados/prácticas que lo piensan y pugnan por significarlo.
Es 2002. ¿Quién significa 2001? El agente significador puede ser la clase política (que aun no encontró su adalid en Kirchner); el agente puede ser el comentario de la gente y la opinión mediática; el agente puede ser nosotros -un agenciamiento producido por prácticas que ejercen el que se vayan todos produciendo nosotros.
El tercero era sin duda el más amplio, el más abierto y heterogéneo: incluía asambleas barriales, piquetes, nuevos cacerolazos, empresas recuperadas, sentadas y martillazos a los bancos. Pero también era el menos desconcertado, el menos atónito, el menos aturdido, el más arrollador en esa coyuntura.
Psicóloga: Pero pueden ser los dos, puede ser la asamblea, la gente q quería la opción de abajo, “que se vaya todo el estado”, o puede ser “que se vayan todos los políticos”, gente que quería un cambio de políticos pero no del estado.
PH: El comentario seguramente tenía mil variantes, pero yo diría que estábamos ante una encrucijada que reducía todo a dos caminos. Por un lado, estos dos, la clase política y la opinión, significaban “que se vayan todos” como “que se vayan estos políticos y que vengan otros”, y por otro, las prácticas autónomas que significaban “que se vayan todos” como “que se vaya el todo”. La opinión incluía al periodismo y al progresismo atávico –la trasnochada subjetividad estatal-nacional- diciendo ‘Que se vayan todos es negativo, hace falta una propuesta positiva’. De tal modo que invisibilizaban y tornaban ‘in-capitalizable’ la producción asamblearia, la dimensión positiva del enunciado “que se vayan todos”: su enunciación, las prácticas de su enunciación.
En esta encrucijada, me parece, debemos decidir desde donde miramos esto, porque no se puede mirar desde un lugar neutro. El periodismo cree que mira desde un lugar neutro, pero no. Entonces yo lo que intento hacer es una lectura desde la autonomía.
En la acepción de “que se vayan estos políticos y que vengan otros” está la intención de delegar la potencia propia en otros. En cambio en la asamblea está la intención de que nosotros ejerza su potencia y explore el mundo que se le abre.
Peatón: El cambio es a medias, no es total.
PH: Ahí viene la otra cuestión y ahí viene Kirchner. Nunca en la historia un plan (o una consigna) se concreta como fue planeado. Y ahí viene lo que se llama efectuación. La diferencia entre aplicar y realizar. Una idea se aplica tal como era si se la aplica. La idea sería un modelo abstracto y la aplicación da lugar a un modelo concreto, pero los dos modelos son réplicas uno del otro. En cambio, una realización social, histórica, no es la réplica, la aplicación de la idea o del plan original, (lo que lleva a muchos a hablar de revoluciones congeladas, como la de México, que se habría detenido antes de consumarse). Pero, más que medir cuán realizada quedó una idea, debemos pensar cómo una nube de posibles nuevos se explora, se realiza, se transforma y nos transforma. Pensar, no cómo se aplica, sino cómo se realiza. La realización no es un proceso de réplica, no es una aplicación, sino una transformación. “Que se vayan todos” se transforma en otra cosa. ¿En qué cosa? Depende del enunciado/práctica que lo determine. La práctica-enunciado que lo viene determinando es la dupla kirchnerato-medios.
Este enunciado/práctica 2, por supuesto, estará condicionado por el 1, que insistirá, inmiscuido, en la significación histórica que adopte por obra del 2. Más brevemente: e/p 1 condiciona a e/p 2 que determina a e/p1 suturando una inconsistencia que nunca se llega a conjurar del todo. El 2 determina cómo la condición (el 1) lo condiciona sin llegar jamás a liberarse del todo del condicionamiento que le impone. Digámoslo así: El 2 sutura la apertura que el 1 operó en lo social, pero no logra saturar de sutura esa apertura.
Si la sutura no satura es porque no logra suturarse del todo, no logra imponerse del todo, no logra recubrir del todo la apertura, y si no lo logra es porque la sutura no es representacional sino imaginal, no es nacional sino posnacional.
El fantasma de qsvt recorre Argentina.
[1] La expresión es de A. M. Fernández.
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