III. La infra deriva en micro
Por supuesto, el montaje, por parte del Estado, de instrumentos para tramitar la esfera de lo sub-representable ya había comenzado antes (yo diría que con las cajas del Plan Alimentario Nacional del gobierno de Alfonsín), y es lo que se conoce como proceso de territorialización del poder (o, periodística y un poco peyorativamente, como clientelismo). El proceso se aceleró con la emergencia piquetera a fines de los ’90 y la aparición de los llamados “planes sociales”. Pero 2001 obligaba a aceitar, ampliar y profundizar el esquema. Gestionar lo social sub-representable se había convertido en condición de gobernabilidad. Si no lo hacía el Estado, lo haría esa hormigueante, dispersa y potente infrapolítica, pero no asegurando la gobernabilidad sino desarrollando valores y modos de vida alternativos y disfuncionales –autónomos. Ya en los meses de Duhalde se había acelerado ese proceso. Así lo caracterizaba el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano en los primeros meses de 2002:“Ahora tenemos una nueva situación, porque el PJ está reconstruyendo todo un aparato en red, a partir de recuperar un fuerte poder económico. Entonces uno de los desafíos que tenemos es consolidarnos acá, porque sabemos que ahora la lucha va a ser cuerpo a cuerpo. Van a poner todo el aparato en funcionamiento y eso tiene un significado para nosotros: desde lo represivo, los aprietes, hasta la competencia. Ellos lo entienden así, porque nosotros no tenemos una disputa de poder sino que estamos defendiendo nuestro laburo [de construcción]. Ellos, sin embargo, hacen todo para contrarrestar a las organizaciones autónomas.”[1]
Kirchner llegaría tras la “masacre de Avellaneda”, cuando “lo represivo” ya hubiera dejado de ser una opción. Le quedarían los aprietes y la competencia como recursos, pero también otros que supo crear, por ejemplo, estetizar su accionar con imágenes políticas setentistas (un retro-styling, dirían los diseñadores) además de cooptar políticamente, clientelizar las redes sociales y en algunos casos verticalizar las organizaciones infrapolíticas, así como crear interfaces (que no instituciones) de relación gubernativa con ellas. Es que ya no se trataba únicamente de paliar la “situación social de los excluidos” sino de tornar gobernables las organizaciones infrapolíticas. Gobernar al sujeto infrapolítico –que no anhelaba ni representación política ni satisfacción mercantil– requería crear recursos ‘pos-representacionales’ y ‘pos-neoliberales’. Requería, también, simular que esa creación era una restauración de lo perdido (lo perdido al derrapar, Dictadura y Menem mediantes, hacia el neoliberalismo: ideales, compañeros, trabajo, industria, nación, Estado, protagonismo internacional, latinoamericanismo, etc.).
La infrapolítica no es representable, tanto es subpolítica como subrepresentable. Pero lo que, ya en pleno menemismo, el Estado comenzó a advertir, sobre todo en los movimientos infrapolíticos de tipo territorial, es que la infrapolítica no es penetrable por instituciones representativas, estatales, al menos en esos movimientos era penetrable por el mercado (una de las cosas que ocurriría es que habría que comenzar a montar diferentes modos de dominación, no habría un Estado Nación, un modotout court de penetración estatal, como había sido la representación).
Los planes sociales y el clientelismo eran modos de penetración del mercado y del Estado en los movimientos territoriales, sobre todo a través de los punteros que desarrollaban las redes clientelares. Es decir, a través de los punteros entraba el Estado, y a través del clientelismo entraba el mercado. En otras palabras y más precisamente, no importando quién fuera el representante, no importando la ideología a la que suscribiera tal o cual red clientelar, tal o cual red territorial, a través de los planes sociales y del punteraje, lo mercantil hacía su entrada organizadora –‘gubernamentalizadora’- en el tejido de los excluidos del circuito económico formal (también conocido como mercado).
Como después vería Néstor, la infrapolítica, además de mercantilizable era cooptable y hasta permitiría al Estado tercerizar muchas de sus funciones, implementar un outsourcing para llevar a cabo planes de alfabetización, educativos, de contención social, capacitación laboral, cooperativas de trabajo y demás.
El modo general de relación, me arriesgo a decir, entre el Estado y la infrapolítica de los sub-representables, no es el de la representación como era el modo de relación entre el Estado Nación y los dominados. Cuando las relaciones sociales son a la vez relaciones de producción, correlativamente las relaciones políticas son relaciones de representación (por esto del fetichismo en la mercancía y de que el resultado representa el proceso de producción ausentándolo y tomando como propias del producto las características de las relaciones que lo producen). En cambio, en tiempos de capitalismo financiero o capitalismo mercantil radicalizado, las relaciones políticas, al menos en Argentina, han comenzado a tener la forma general de la transacción y la contraprestación, el famoso toma y daca que a veces es denominado corrupción pero que no es sino una de las tantas formas a través de las cuales el modo mercantil de relación matriza todos los modos de relación social.
Asumiendo esta condición, el kirchnerismo lograría darle al Estado una capacidad bastante performativa de la política en general, fuera macropolítica, fuera infrapolítica. Digamos que logró el kirchnerismo encontrar la manera a través de la cual condicionar desde el Estado el condicionamiento que éste recibía desde el mercado y esto no lo hizo institucionalizando, fortaleciendo –como se pedía en la pos-Dictadura– las instituciones republicanas, sino fortaleciendo la institución presidencial y su capacidad de improvisación y repentización, creando interfaces con diversos principios de funcionamiento, con bajos grados de rigidez, etc.
Andado el tiempo, esto significó que el Estado argentino logró la invaginación de la infrapolítica de tal modo que esta, cooptada o no, kirchnerista o no, se convirtió en micropolítica, es decir, en un extremo del continuo que va del Estado al territorio, del poder ejecutivo al movimiento irrepresentable o de lo mediático a lo sin imagen/sin rating. La declaración del Colectivo Situaciones del 6/12/10, hecha poco después de la masiva despedida de Néstor Kirchner es donde más claramente se testimonia, desde la infrapolítica, la alteración de la relación entre el campo de lo política y la instancia política que el kirchnerato logró producir: el pasaje de una relación cuasi intramitable entre ellos a una relación tan tramitada que la infrapolítica se aparece como lo micro de la instancia macro.
“Coexisten en el país al menos dos dinámicas que organizan territorialidades diferentes [por un lado, el extractivismo económico y, por otro, el reconocimiento de derechos de inclusión]. Ambas convergen y se imbrican para configurar los rasgos de un patrón de concentración y acumulación de la riqueza que se articula con rasgos democráticos y de ampliación de derechos.
A la polarización política de los últimos años se le sobreimpone, ahora, un nuevo sistema de simplificación dual: cada una de estas territorialidades es utilizada para negar la realidad que aporta la otra. O bien se atiende a denuncias en torno a la nueva economía neo-extractivista, o bien se da crédito a las dinámicas ligadas a los derechos humanos, la comunicación, etc. Como si el desafío no consistiese, justamente, en articular (y no en enfrentar) lo que cada territorio enuncia como potencial democrático y vital. La riqueza de los procesos actuales se da, al contrario, en la combinación de los diferentes ritmos y tonos de las politizaciones, abandonando las disyunciones.”[2]
El pasaje de la conflictiva relación previa a la gestionada relación actual también lo atestiguó el ministro de Educación Sileoni en declaraciones que hizo los días cercanos al último aniversario del Golpe.
En un acto en la ex ESMA, cedida a las Madres, que la convirtieron en un Espacio Cultural llamado Espacio Cultural Nuestros Hijos) el 22 de marzo, con el que jóvenes de escuelas secundarias de la Capital, gran Buenos Aires y Santa Fe conmemoraron el 35 aniversario del golpe militar de 1976, el min. de Educación Sileoni dijo que las Madres "son constructoras de la democracia moderna en la Argentina".[3] En la página del Ministerio, dice que “Como siempre, para nosotros es un honor abrazarnos con las Madres, que son de las que más han contribuido en la construcción de la democracia moderna en la Argentina. Y la democracia es la que permite que desde el 2003 tengamos este proyecto, que convirtió la muerte en vida, el desasosiego en esperanza. Hebe, las Madres y todo el pueblo vamos a trabajar para no dar ni un paso atrás y profundizar lo hecho”.[4] El 18/3, desde el mismo Ecunhi, y como parte del mismo programa educativo, había hablado con Radio Nacional y sido más categórico: ‘las Madres son el elemento fundamental de la democracia moderna en la Argentina’.
Si recordamos que las Madres son uno de los tres acontecimientos o hitos infrapolíticos de la era pos-’83, se hace manifiesto que el kirchnerato es un régimen forjado en función del reconocimiento inoculado de lo antes excluido. La cadena semántica de Sileoni se despliega así: Madres >> democracia moderna o actual >> gobierno que se alía (las “abraza”; no las incluye o incorpora) con ellas de modo bastante poco institucional >> democracia moderna en Argentina = este régimen = gobierno + Madres + proyecto (“el modelo”). Así, la instancia política ha logrado convertirse en el extremo macro de las prácticas infrapolíticas.
Esto no significa que la relación entre la micro y la macro sea aceitadamente complementaria sino sencillamente que ya no es disjunta. No significa que la relación haya logrado institucionalizarse de modo estable, pues sus términos no acaban de ser homogéneos (esto es, no pueden ser mediados por la representación), sino que la relación ha logrado conectar sus heterogéneos términos de modo ‘astitucional’[5] (con interfaces complejas) y, hasta ahora, durable. Tampoco significa que la micro se referencie siempre en la macro o que deposite toda su confianza en ella, ni que la macro sea la aspiración de la micro. Sí significa que la instancia política y el campo de lo político ya no pueden ignorarse (o, a lo sumo, temerse) mutuamente. Dicho desde el punto de vista de lo político:
“La politicidad emergente resulta casi imperceptible en su materialidad si no se asume la complejidad de esta trama, si no se crean los espacios concretos de articulación de esta variedad de experiencias.”[6]
Significa que la relación ha encontrado vías de mantener en contacto sus términos –y de mantenerlos como extremos de un mismo arco que va de uno a otro como quien fuera de lo general a lo particular y viceversa. Significa que la relación ha encontrado vías de gestionarse, de tramitar el contacto entre sus términos aunque no sea una relación estructurada que en un extremo tiene a la dirección y en el otro a las bases, o en un extremo tiene lo general y en el otro lo particular, o en uno el todo y el otro sus partes. Significa que los contactos entre lo sub-representable y las instituciones de la democracia posdictatorial han cobrado formas que exceden el ajuste excluidor y la represión pacificadora (pues 2001 los ha tornado inviables).
Así las cosas, devenida micro la infrapolítica, tanto como devenida macro la gran política, a ambas se les plantea en esta coyuntura la compleja tarea de relacionarse con la otra sin ignorarla pero también someterse a sus dinámicas. Al régimen le toca asegurar que la infra siga teniendo a la macro como marco general necesario de su existencia (es decir, que siga siendo micropolítica), aun si no logra ‘kirchnerizarla’ absolutamente, mientras que a la micro le toca asegurarse de que la macro no le cercene su autonomía.
PH: El régimen atiende la necesidad de preservar y profundizar la gobernabilidad[7] y “asegurarle sus garbanzos” a todos los argentinos sin distinción de clase,[8] así como custodiar y reforzar la relevancia social del Estado; la infra se encuentra con la necesidad de elaborar en “cada una de sus experiencias un sentido preciso de lo que significa la dinámica de desborde y apertura.”[9]La micropolítica necesita mantenerse a distancia del Estado, pues no puede evitarlo; la macro necesita mantenerla cerca, pues no puede soltarla.
Psicóloga: Parece que el padre-Estado es capaz de abandonar, pero no soporta que sus “hijos”, los gobernados dejen de reclamarle presencia y establezcan su propio hogar.
Es como si dijésemos que ante un Estado abandónico como el de los ’90 era más sencillo desarrollar valores y modos de vida autónomos que con un Estado más paternal. Me gusta la metáfora de Psicóloga. Vale para el proceso 2001-2011. La metáfora del kirchnerato es un papá diciendo “chicos, vuelvan a casa; la voy a hacer lo más cómoda posible con tal de que no me desconozcan; haré todas las modificaciones que pueda, pero por supuesto, no molestemos demasiado a los propietarios”, pues, como dice Cristina, eso no es de “un país serio”.[10]
Historiadora: ¿Vos cómo continuarías la comparación entre 1810 y 2001?
PH: Y… Yo diría que 2001 no tuvo su 1816 pero sí su 1880. Me explico. 1810, además de decir y practicar “que se vaya el virrey”, pudo configurar un espacio sin orden regio. Si se me permite diferenciar entre autonomía e independencia, 1810 fue el comienzo de la autonomía criolla y 1816 (junto a las batallas sanmartinianas) fue su consumación como independencia; los criollos en 1810 habían comenzado a organizarse y gobernarse sin virrey pero no fue sino hasta la Declaración de 1816 y el triunfo de San Martín en el Alto Perú que estuvo asegurado que no volvería un orden regio, imperial, colonial. 2001, en cambio, llegó a decir y practicar ‘que se vayan todos’ pero no alcanzó a evitar que volviera un ‘orden’ estatal. Al Estado argentino lo ayudaron, entre otras cosas, su cercanía geográfica y comunicacional con los rebeldes. Y así le llegó a 2001 como si dijésemos su 1880: un nuevo orden que no es restauración del anterior sino una creativa adaptación a las irreversibles transformaciones que el estallido había producido. Sin embargo, debemos aclararlo, 2001 no ha sido del todo conjurado en 2011, y lejos parece estar de lograrlo. La macro quiere cerrar lo abierto por 2001; la micro, que de una u otra manera conserva su autonomía (y esto incluye a las Madres) quiere explorarlo, continuar abriéndolo. En otras palabras, el nuevo orden (ese que propongo llamar posnacional) no ha aun solidificado o siquiera coagulado (las siempre mutantes cultura, economía, sociedad y política locales y globales parecen dificultarlo).
Esquematizo entonces esta breve historia. ’90s: retiro del Estado + afirmación infrapolítica >> 2001: afirmación infrapolítica + cuasi expulsión del Estado >> 2003-11: regreso del Estado sobre nuevas condiciones + invaginación de la infra como micropolítica. O también: ’90s: declinación de la representación + presentación infrapolítica >> 2001: afirmación infrapolítica + agotamiento de la representación como liga >> 2003-11: ascenso de las ligas gestionaria e imaginal + invaginación de la infra como micropolítica. Y 2011: desafío de cierre + desafío de apertura.
[ver otros adelantos del libro]
[1] La hipótesis 891…, cit., p. 149.
[2] Colectivo Situaciones, “De Aperturas y Nuevas Politizaciones”, 6/10/11; http://www.tintalimon.com.ar/blog/De-aperturas-y-nuevas-politizaciones-por-Colectivo-Situaciones; en línea, visitado el 30/4/11.
[3] http://noticias.terra.com.ar/sileoni-reivindica-a-madres-y-abuelas-en-acto-de-estudiantes-por-dia,013883ea03fde210VgnVCM20000099f154d0RCRD.html; en línea, visitado el 29/3/11.
[4] http://portal.educacion.gov.ar/prensa/gacetillas-y-comunicados/sileoni-%E2%80%9Chebe-las-madres-y-todo-el-pueblo-vamos-a-trabajar-para-no-dar-ni-un-paso-atras%E2%80%9D/; en línea, visitado el 29/3/11, subrayados míos.
[5] “Astitución” es una noción en construcción (ver por ejemplo, “Entre institución y destitución: la astitución”, ponencia presentada a la XXVI Jornada de la AAPPG en octubre de 2010 y publicada en revista digital El psicoanalítico, enero 2011).
[6] “De Aperturas…”.
[7] “En 2001 se pusieron en riesgo 150 años de conducción política. No pueden volver a suceder ese tipo de cosas.” Esteban Talpone, Entrevista a Aníbal Fernández, “Si Pedraza es inocente que le pidan perdón, pero si no lo tendrá que pagar”, Tiempo Argentino, 27/2/11; subrayado mío.
[8] “La única que le garantiza a la Argentina de a pie que sus garbanzos están bien cuidados es Cristina” y eso incluye al gran capital: “¿Por qué los empresarios, que ganaron tanto dinero con este modelo económico, son tan reticentes a apoyarlo? [preguntó el periodista, y el ministro respondió:] –No creo que sean reticentes. A mí nadie me dice que apoyen a otro. Pueden no estar de acuerdo con alguna medida o porque pretenden beneficios a los cuales no llegan. Lo que no pueden es estar en contra, porque la rentabilidad que tuvieron fue muchísima” (ibíd.).
[9] “De Aperturas…”.
[10] Por ejemplo, en su discurso del 26/12/11.
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