por Ricardo Cuasnicú
Los análisis que constituyen lo medular de este libro nos permiten acceder a algunas de las notas más claras del fenómeno kirchnerista, en tanto destaca algunos de sus logros interpretándolos como neutralizaciones de un impulso liberador que vuelve a irrumpir a fines del 2001.
Como señalan sus prologuistas su intención más conspicua es “hacer justicia” a ése impulso, sin embargo, a mi entender también queda al desnudo la impotencia de un poder que reclama lo imposible, más allá de las reminiscencias románticas del 68.
Uno de los grandes aciertos del ensayo ha sido levantar la noción de imaginario o, más precisamente, imaginal, como consustancial a la gestión postestatal del kirchnerismo que posibilita las identificaciones multitudinarias con las que gobierna y gana elecciones.
El autor se posiciona en sus análisis más allá del binarismo que caracteriza al kirchnerismo, en “la desconfianza y el rechazo de los valores” estatales y mercantiles, en una zona neutra que reclama para sí lo positivo sin dejar de operar negativamente sobre la apatía, la despolitización, el individualismo que se le achacan a toda neutralidad.
Su posición enfrenta la “parcialidad subjetiva” que señala en “el gesto noble del militante”, al que no interpreta como voluntad de afirmación de una tradición sino como mera mistificación del pasado, situándose así en una parcialidad objetiva propia del historiador del “nosotros”.
Como señalan los prologuistas la posición subjetiva del autor es del que desconfía de lo consolidado y de lo meramente posible, ya que presuponen un sentido derivado del mito y la tradición, como si lo simbólico admitiera la exclusión de su articulación con lo imaginario.
En mi lectura destaco la importancia del desarrollo que se hace de algunas categorías indispensables como posnacional, imaginal, infrapolítico, no-representable, porque permiten una nueva lectura sobre el acontecer en tiempos de revueltas y normalizaciones como el que vivimos.
Una de las tesis centrales que Hupert sostiene es que el “Nosotros” es la condición de posibilidad de lo político y no el Estado o la política, condición que es la fuerza positiva de lo destituyente o, dicho de otro modo, “la potencia del no-poder (destituyente-creativo) del acontecimiento”, en el supuesto que acordemos que el 2011 “es” un acontecimiento.
El Nosotros como condición de lo político implica que no se ocupa de problemas “naturalmente estatales” sino colectivos y autónomos, en cuanto sitúa lo social, lo micropolítico, en oposición a la figura impar del Estado, cuyo objeto no es el mero gobernar o gestionar sino el distinguir antagonismos en medio de la guerra civil mundial.
Una categoría a destacar es la de no-representable, que presenta la devaluación de la representación como delegación, mediación o referencia.
No-representable es lo autonómico, lo autogestionario, lo colectivo o, lo que es igual, lo que surge de la sociedad como promesa de posibilidades infinitas de configuraciones o, al decir de Cerdeiras, “de nuevas políticas emancipatorias”, que esperan ulteriores aclaraciones.
Los prologuistas han remarcado sus deseos de un análisis historico laico, profano y ateo como el que ejecuta Pablo en este sustancioso y belicoso libro; y han dejado del lado opuesto, del lado estatal-kirchnerista lo afectivo, lo místico, lo militante, lo mítico y tradicional, como emblemas de un pensamiento y una postura decidida de dominación subjetiva.
El pormenorizado y exhaustivo análisis de las políticas kirchneristas tiene por objetivo la recuperación de la potencia del Nosotros para que el discurso gubernamental no pueda anular las políticas de lo no-representable, que encarnaban las Madres, las Asambleas y los Colectivos Autónomos, sin perjuicio de que las Madres son defensoras a ultranza del kirchnerismo.
Todos los desarrollos del libro intentan fundamentar la acusación de neutralización del despliegue de la potencia del Nosotros mediante un rol benefactor o neo desarrollista.
Por eso señala acertadamente que el presidente Kirchner fue quien puso en boca de la multitud cuáles eran sus deseos, destacando que multitud es diferente que ciudadanía. Sin embargo, la potencia del Nosotros pretende decir cuáles son los deseos liberadores que subyacen en lo destituyente.
Para un kirchnerista, como es mi caso, uno de los méritos del libro reside en algunas de las premisas que postula y desarrolla, aún sin acordar en las consecuencias.
Las puntos que destaca como características de la política de Kirchner son básicamente “la plasticidad, la permeabilidad, la mutación, la fluidez, la improvisación”, el inacabamiento y la receptividad de lo otro, que son los rasgos permanentes del hombre de Estado, del estadista.
Sin embargo son muchas las notas críticas que formula, por ejemplo, continuar con el mismo patrón de acumulación y sometimiento al capital trasnacional, asegurar los medios para que se perpetúen los medios de vida de los políticos, cooptar a los sectores no-representables para asegurar la gobernabilidad, etc.
En fin, un intenso y logrado trabajo, un lúcido y controversial análisis que encenderá la polémica y el debate de ideas.
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