Por Mauricio Berger *
1. Introducción: Los aprendizajes de las luchas
ambientales en América Latina.
En el contexto de las luchas contra la
desposesión de bienes comunes, territorios y derechos en América Latina, el
interés de nuestra investigación ha sido y es la actualidad de las prácticas
políticas desde los afectados directos e indirectos, desde las tramas
solidarias y cooperativas entre diversas experiencias, conformando redes de
luchas ambientales contra los agronegocios, la mega- minería, la construcción
de mega-emprendimientos energéticos e infraestructura (represas, autopistas,
expansión inmobiliaria) (Berger and Carrizo, 2012). Continuando una línea de
investigación sobre auto- organización ciudadana en situaciones de
contaminación ambiental, nos abocamos en un nuevo proyecto a relevar
experiencias de Argentina, Brasil y México[1].
A partir de identificar y entrar en contacto con experiencias como la red de
Pueblos Fumigados en Argentina, la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales
de México (ANAA) y la Red Brasilera de Justicia Ambiental (RBJA), pudimos
conocer e interactuar con algunos de sus protagonistas y espacios de
trabajo y acción. Algunas de las preguntas que orientaban nuestra indagación y
que a la vez proponíamos como puntos para una reflexión compartida en las redes
fueron ¿de qué forma estas redes contribuyen a poner en común significados,
interpretaciones, marcos, estrategias, acciones en la defensa de derechos
ambientales, es decir, en qué modo las redes potencian la acción de las luchas;
¿Cuáles son las condiciones de posibilidad y sostenimiento de las redes frente
a la institucionalidad del sistema oficial- estatal? ¿Qué poder tienen las redes
para potenciar las luchas y conflictos locales y regionales en América Latina?
En lugar de remitirnos al tradicional análisis de
redes sociales para cartografiar la configuración de las interacciones entre
partes o nodos de la red, caracterizar atributos, intensidad y flujos de estos
intercambios, el uso que hacemos del término red se vinculó en una primera
instancia a la posibilidad de pensar una forma organizativa de las luchas
(Schlosberg, 1995), de la que no diremos
novedosa en relación a su propia historia, sino que la actualidad de las
prácticas políticas en las coordenadas de la globalización capitalista es lo
que le otorga relevancia y renovado interés (Castells, 2009). La diferencia de
los actores tradicionales del sistema político tales como partidos, sindicatos
y porqué no decirlo, polémicamente, los propios movimientos sociales, delinean
un límite para pensar la potencialidad, la creatividad, la inteligencia
colectiva de estas luchas no sólo en contra del avance de la desposesión sino
también contra la misma burocratización, modulación, bloqueo y parálisis de la
acción política.
Los contextos político- institucionales de estas
experiencias más allá de las configuraciones políticas neoliberales o post-
neoliberales, tienen en común el auge del llamado extractivismo (Martinez
Alier, 1995; Gudynas, 2009; Mezzadra,
2013), una explotación a gran escala de los bienes comunes sobre la base de la
desregulación y re- regulación proactiva hacia los intereses económicos de las
corporaciones y gobiernos y en detrimento de las garantías y derechos
colectivos, por un lado, y las renovadas estructuras del llamado eco-
capitalismo . Ya sea en el marco de acuerdos y negociaciones por el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte en México (Rosas Landa, 2014), del Plan de
Aceleración del Crecimiento en Brasil (Malerba, 2014; Acselrad, 2010; Almeida, 2010) o del Plan Estratégico Agroalimentario
en Argentina (Gras y Hernandez, 2009; Carrizo y
Berger, 2013) el avance de la llamada acumulación por desposesión (Harvey,
2004) no distingue fronteras nacionales e institucionales sino que las subsume
en las nuevas segmentaciones de una pretendida soberanía capitalista por sobre
las soberanías de los estado- nación y de la soberanía de las luchas por
derechos.
En este contexto, y con los interrogantes
previamente planteados, nuestro trabajo logró identificar como algunos de los
principales rasgos distintivos de dichas luchas, su configuración rizomática en
una amplia diversidad de organizaciones, colectivos, personas y personalidades
que la componen: afectados, académicos, sindicatos, ONGs, movimientos de
mujeres, comunidades indígenas y campesinas, profesionales, entre otros. Lejos
del centralismo democrático de los movimientos, las redes definieron instancias
de coordinación abiertas, colectivas y rotativas, como asambleas y encuentros
regionales (Pueblos Fumigados), Colegiados Políticos y encuentros nacionales
(RBJA), Consejo de Representantes y Asamblea Plenaria (ANAA), con esfuerzos
cotidianos para hacer posible una horizontalidad práctica, que combine la
posibilidad de deliberación y acuerdos colectivos básicos con la autonomía de
cada nodo u organización integrante de la red. La amplia diversidad compositiva
se expresa en estas experiencias no sin conflicto, la multiplicidad de
lenguajes y formas de vida que se encuentran no siempre pueden llegar a
elaborar consensos sin la amenaza de ruptura o parálisis de la acción,
pero al mismo tiempo la posibilidad de
que esas diferencias se expresen renueva y coloca el desafío de una
democratización permanente en las propias luchas. Una comprensión de la diversidad de tácticas
y estrategias ha permitido superar algunos obstáculos de la organización en lo
que concierne a los problemas para definir conjuntamente planes de acción,
mismo así la actuación en distintos contextos de interacciones o escalas
(Smith, 2002) de los problemas: local, nacional, regional, inter y
transnacional.
En la búsqueda de herramientas conceptuales para
adensar la comprensión de estas características de las redes, nos encontramos
con desarrollos teóricos que inspiran a pensar en las mismas también como una
emergente forma de institucionalidad política, de tipo móvil, nómada, inestable
tal vez, que recupera tradiciones de organización sindical pero a la vez rompe
con ellas. Desde una auto- lectura crítica de los logros y dificultades de las
luchas, desde la crítica radical a las estructuras de la representación
política estatales, partidarias, movimientistas, y desde los renovados
esfuerzos por hacer posibles acontecimientos políticos.
2. Aprendizajes de la red conceptual de la Teoría
de la Multitud y el Imperio.
La trilogía “Imperio”, “Multitud” y “Commonwealth” de
Michael Hardt y Toni Negri (2001; 2004; 2011) puede ser leída como una
sistematización de discusiones en la teoría y filosofía política y social (marxista, spinoziana, vitalista, biopolítica y post-
estructuralista, y del pensamiento
político en la vertiente del marxismo autonomista, el operaísmo italiano, el
zapatismo y los movimientos contra la globalización y las distintas olas de
protestas y acciones recientes en América Latina). Este desarrollo teórico y práctico-
político ha permitido conceptualizar la transición del esquema de la soberanía
de los estado- nación hacia los procesos de desterritorialización y
reterritorialización de actores, instituciones y procesos políticos en el mundo
de la globalización capitalista. Los
procesos de transnacionalización del capital conllevan una nueva forma
soberana, la de una administración imperial (empresas y organismos
transnacionales que ejercen el gobierno global) en la cual cada estado cumple
una subordinada función de comando local. La soberanía por lo tanto no se puede localizar en un estado o
institución o un centro de poder sino que se trata de una soberanía dispersa,
difusa, que opera distribuidamente en forma de redes: en la economía de
servicios que es el nuevo motor del capital, el poder se organiza en los
espacios de los flujos financieros, de información, migratorios, entre otros.
Tampoco la soberanía estatal en este contexto sigue teniendo como reverbero la
figura de la moderna soberanía popular. Emerge en su lugar, para esta
perspectiva, la Multitud, como una nueva subjetividad política,
múltiple, diversa, que se expresa políticamente no por la toma del poder sino
por su rechazo, por un estar en contra y una desobediencia radical como acción
política. También por lo que se juega en las demandas de producción y
reapropiación de lo común que ha sido expropiado y capturado por el capital, desde
los bienes comunes “naturales” (tierra, agua, biodiversidad) al común social
(saberes, arte y cultura, habilidades socio, comunicacionales y creativas) para
los procesos de acumulación: el general intellect.
Este último concepto, tomado de Marx,
refiere al saber social acumulado: información como saber hacer, conocimiento
sistémico, o comprensión como potencial acción, conocimiento personal como
trasfondo cultural de cada individuo y procesos de especialización individual
como mecanismos de parcelación del conocimiento personal en función del
conocimiento social (Fumagalli, 2010). La captura, modulación y explotación del
general intellect es lo que configura las modalidad de un capitalismo
cognitivo, es decir, un régimen de acumulación que se funda en la
apropiabilidad y control del saber y del conocimiento social. Mientras que en el capitalismo industrial la
aportación de cada individuo resultaba medible sobre la base de la cantidad de
mercancía física co- producida en una unidad de tiempo dada, en el capitalismo
cognitivo el proceso de acumulación tiene su origen en una estructura
reticular, el conjunto de flujos y regulaciones que son capaces de generar una
cooperación social sin la que éste no podría existir. La aportación al proceso
de acumulación no se mide individualmente sino por la interdependencia que es
capaz de desarrollar con otros nodos de una red: en el capitalismo cognitivo no
hay productividad individual sino productividad social en red. De manera que el
general intellect es tanto el eje del proceso de acumulación como el eje de las
demandas de reapropiación de la Multitud para un proyecto revolucionario. En esta lucha global juega un papel clave la construcción
de una institucionalidad propia de la Multitud, que también toma las formas y procesos
de las redes y el trabajo cooperativo pero en clave de producción y
reapropiación de lo Común: las instituciones de lo Común.
La recuperación de la noción de
institución de su concepción más ligada
a la órbita estatal, es un intento de pensar
cómo sostener y expandir el poder constituyente de una multiplicidad de
formas de vida
y subjetividades en una espacio y temporalidad de relaciones autónomas, en
éxodo con respecto a las relaciones de dominio que establecen tanto el Estado como el mercado (Hardt
y Negri, 2004). Hardt y Negri critican
la acepción de la ciencia política y la teoría del derecho en la que la
institución sirve a la fundación de un orden constitucional soberano, y
revierten este punto al afirmar que las normas y obligaciones institucionales
se establecen en las interacciones regulares y abiertas a un proceso de
continua evolución, en el que las singularidades que componen la Multitud no
transfieren sus derechos o poderes, y se oponen a la formación de un poder
soberano (Hardt y Negri, 2011). Por su parte, Paolo Virno (2003; 2007),
importante pensador de esta perspectiva, también argumenta a favor de la
recuperación del concepto de institución como un
concepto clave, en el marco de la crisis y metamorfosis de la forma Estado,
para una política de la Multitud. Se entiende aquí las instituciones como los
rituales que usamos para resolver las crisis de una comunidad, asumiendo que
nuestras especies se protegen de la incertidumbre creando reglas para proteger
su propia praxis. Entonces el debate no debería darse entre fuerzas
institucionales y no institucionales, sino que deberíamos identificar aquellas
instituciones más allá del monopolio de la decisión política encarnada en el Estado (Virno, 2007).
Consideramos que los elementos que provee
esta perspectiva aportan a pensar el poder constiyuyente de las luchas y de las
redes de luchas en América Latina, en tanto que sus acciones muestran los
límites de las estructuras estatales para defender lo público y los derechos.
Una institucionalidad propia sobre la base de la autoorganización, la
autoformación, la capacidad de definir los propios temas y cursos de acción, e
inclusive una propia estructura normativa, no implica el riesgo de la
burocratización, ni la despolitización como señalan algunas posturas críticas a
la noción de institución. Por el
contrario, la recuperación del concepto de institución que nos aporta la Teoría
de la Multitud revisada y ampliada a la vez con los aportes de las redes en América
Latina (Berger, 2013) nos provee un horizonte de reflexividad y creatividad
para sostener y expandir la potencialidad política de experiencias que producen
y defienden espacios autónomos. Esta opción teórica y política no está exenta
de problemas que derivan
fundamentalmente del salto que existe entre la conformación de lo común y la
autoadministración de lo común en sociedades complejas, de la toma de decisiones de forma
democrática, la interacción de una multiplicidad de prácticas y en múltiples escalas,
la institucionalización del reconocimiento y garantías de derechos, y la
siempre conflictiva relación con el estado.
No le pedimos a
la teoría que “solucione” estos problemas o brinde respuestas satisfactorias a
sus inconsistencias, sino que sostenga marcos abiertos de diálogo, orientaciones,
indagaciones posibles. Es así que en el marco de esta investigación tuvimos la oportunidad de
realizar en 2012 una estadía de investigación en la Universidad de Duke con el
Prof. Michael Hardt para trabajar en el marco conceptual del trabajo empírico
sobre las redes de luchas ambientales en América Latina[2].
3. Conversación, marzo 2012,
Duke University, Durham, Carolina del Norte.
Mauricio Berger (M.B.): Michael Hardt, la idea de esta conversación es
llegar a un cierre de los intercambios que hemos tenido durante la estadía de
investigación en Duke, en el marco del proyecto post-doctoral, “Redes de
Justicia Ambiental en América Latina como instituciones de lo común”. El
objetivo era construir un marco conceptual con las contribuciones de la Teoría
de la Multitud y el Imperio. Mi hipótesis era pensar en estas redes como la
generación de una institucionalidad política otra, pensando en formas
experimentales de auto- gobierno a partir del ejercicio de un movimiento
constituyente y destituyente de las redes contra el poder de los estados y las
corporaciones en un contexto de problemas ambientales. Sin embargo un aspecto
de mi trabajo que no estaba clarificado, paradójicamente, fue la cuestión de la
soberanía. Tu consejo de clarificar y especificarlo me ayudó en términos de
pensar el poder de las redes, esta relación entre un poder constituyente y
poder destituyente, y la idea de “des-hacer” la soberanía (estatal,
capitalista), en los términos de Alvaro Reyes y Mara Kaufmann[3]. Me gustaría preguntarte en
primer lugar sobre cómo pensar entonces la soberanía en un mundo global, desde
el marco de Multitud e Imperio, y como se relacionaría este concepto con el
poder de las redes? Y qué importancia tiene el concepto de soberanía para una
práctica de la Multitud?
Michael Hardt (M.H.): Parte de la dificultad del
concepto de soberanía es la tradición del pensamiento político de la que
proviene. Y esa tradición, la tradición europea de pensar la soberanía es
primariamente sobre la estructura de control que es centalizada y jerarquizada, y excluyente. El soberano, en una tradición (con Carl Schmitt) es
definida por la unidad, el uno que decide. Y la soberanía delimita un
territorio y un pueblo con la exclusión de otros, que es regulado y gobernado
en una forma centralizada y jerárquica. En contraste, el término soberanía es
usado por varios simplemente para designar auto-gobierno y auto-control, al
estilo de “nosotros somos soberanos”. Creo que esto es particularmente complejo
en movimientos políticos indígenas, no sólo en Latinoamérica sino también en
Norteamérica y Australia. El discurso común sobre la soberanía, diría yo, es
ambiguo en esos contextos. Ambiguo en el sentido de si se refiere a las mismas
estructuras de reglas que conlleva el concepto en su tradición filosófica
europea, o si la soberanía significa simplemente un mencanismo de auto-
gobierno, de autonomía. Me inclino mucho más a pensar que el auto- gobierno-
junto con estos modelos horizontales de las redes- como una governance no
soberana, y por no- soberana no quiero significar fuera de control o
aleatorio sino más bien la construcción de mecanismos de auto- gobierno que
tienen diferentes características al menos en tres sentidos: no están
centralizados, no son jerárquicos y no están externamente delimitados. Otra
característica es que están abiertos a todos, basados en la igualdad y toma de
decisiones colectivas. Ciertamente varios de los movimientos en red contienen
elementos de este auto- governance no soberano, y por lo tanto creo que aquí
hay mucha correspondencia entre lo que pienso como cierta forma de
experimentación que hay en las redes y esta reflexión que realizo sobre la
soberanía.
M. B.: Una idea que expresaste en nuestro último
encuentro fue que para ciertas discusiones la idea de redes parecería ser
antitética con la de instituciones, pero en tu trabajo con Toni Negri, en las
coordenadas del pos- fordismo y el trabajo biopolítico, ustedes dan cuenta de
cómo el capital trabaja en la forma red pero también como allí la Multitud de
apropia y re- apropia de esta forma en el mismo campo de batalla. Por un lado
podríamos decir que en este contexto las redes se acercan a las características
de las instituciones, como acabas de describir, pero por otro lado no tendrían
tales rasgos, por ejemplo, la falta de una capacidad normativa, o a veces esta
estructura abierta de las redes difícilmente consolida hábitos colectivos.
Estoy pensando en los arreglos y estructuras nómades y móviles de las redes
hacia una idea de instituciones. Luego, con la noción de Instituciones de lo
Común que Ustedes han elaborado, podemos pensar las redes como instituciones.
Trayendo las experiencias con las que he interactuado en Latinoamérica, podemos
ver que hay una experimentación que combina estas estructuras abiertas con formas
organizacionales en las cuales hay debates sobre las reglas y la
representación, orientada hacia una toma de decisiones democráticamente, más
cerca de los términos que mencionaste de un auto- gobierno no- soberano. Hasta
qué punto entonces podemos considerar las redes con el concepto de
instituciones de lo común, o podemos pensar las redes como las nuevas
instituciones de lo común?
M.H.: Estoy totalmente de acuerdo contigo que la noción de red
como modo de organización no es una respuesta sino un campo de batalla. Las
redes no son necesariamente buenas o malas, creo que con lo que tenemos que
luchar es sobre qué tipo de redes y cómo están organizadas. Por eso cuando
dices- que creo que es exactamente correcto- movimientos democráticos e
igualitarios están organizados como redes, pero igualmente cierto es que el
crimen, el narcotráfico y las corporaciones capitalistas están organizadas en
red también. Por eso lo que hay que decir al respecto es entonces las calidades de las estructuras o conexiones de
las redes. Para mi y para Toni la cuestión de la institución... déjame darte
dos ejemplos prácticos que nos llevan en esta dirección. Uno de estos es sobre
la auto- crítica que fue común en el movimiento contra la globalización, sobre
lo efímero de los levantamientos, particularmente en Argentina creo. Tu sabes,
en el movimiento post- asambleario del 2001 hubo mucha de esta auto- críttica,
quiero decir, hubo crítica desde afuera pero también una auto- critica de
aquellos involucrados en la falta de permanencia- no me refiero a permanencia
en el sentido de “para siempre”, sino de falta de duración. Y por ello parte de
la cuestión de las instituciones viene de pensar sobre hacer movimientos y
relaciones políticas duraderos, la cuestión de la duración, la naturaleza de
ello. Hay otra forma en la que Toni y yo llegamos a esto, en algún sentido mucho más práctico, en
términos del referéndum por el agua en Italia el año pasado (2011), en contra
de la privatización del agua, en algún punto no tan disímil de lo que pasó en
Bolivia en el 2000. El movimiento por el
referéndum fue conducido en nombre de hacer el agua común, pero se hizo claro
que más que devenir común, el rechazo a la privatización reafirmó la naturaleza
del control del agua por estructuras estatales. Entonces fue claro para
aquellos involucrados en el movimiento que para hacer que el agua sea un bien
común, y lo que quiero decir por común es que habría igual y abierto acceso y
estructuras de auto- administración para las tomas de decisiones- parecía que aún
tendría que haber instituciones para organizar el filtro de las tuberías, la
distribución de las tuberías y todos los aspectos mecánicos, allí es donde el
agua se haría un común. Entonces estas dos cuestiones, la duración y la
organización material parece requerir algún tipo de institución, y por
institución aquí no me refiero a algo fijo, inmutable, sino un proceso repetido
de relaciones, duraderas en ese sentido. Entonces, alguna estructura aquí que
signifique instituciones de lo común sería una relación duradera y repetida que
sea capaz de auto- administrar las cosas que compartimos. Eso es el punto en el
que llegamos a la noción de institución y lo que quiero decir con instituciones
de lo común.
M.B.: Hay una posición de objeción a la construcción
de instituciones, que se expresa por ejemplo, en el contexto del intercambio
que tuviste con John Holloway[4] . Pero también hay un
contexto de discusión política en Latinoameérica sobre la duración y
materialidad de la organización. Desde mi trabajo de campo he podido constatar
una preocupación común de quienes hacen las redes sobre las dificultades, obstáculos y límites para acumular poder y
construir instituciones, como el estado y las corporaciones las tienen. Hay mucha
gente en las redes que sostienen que ellos construyen una plataforma y una
agenda que dura muchos años, pero pareciera que en lo que a la Multitud refiere
hay muchas dificultades en este sentido.
M.H.: entonces quieres decir que
la objeción sería que si creáramos instituciones de lo común devendríamos como
las corporaciones, estaríamos en una situación homóloga?
M.B.: No es eso. Quiero decir que las estructuras de
los estados y las corporaciones tienen poder porque tienen instituciones, ellos
acumulan poder en sus instituciones. Mientras tanto en la multitud aún hay
discusiones sobre si formar
instituciones o no. Yo acuerdo con tu posición y con el marco desde donde
piensas la construcción de instituciones. Pero Holloway, por ejemplo, pensando
desde las mismas luchas señala que no hay lugar para o posibilidad para moverse
hacia la construcción de instituciones, sino que lo único que hay que producir
de forma permanente es la ruptura. Entonces cómo especifícarías formas de
pensar la institución en relación a la revuelta y ruptura permanente?
M.H.: Bueno, esta es una pregunta antes de responder: no
considerarías las redes (de justicia ambiental) como instituciones en sí
mismas? Quiero decir, a mi me parece
esto y me parece útil. Estoy pensando porqué necesitamos instituciones. En
parte se trata de hacer los movimientos más fuertes (y más duraderos) pero la
cuestión es- y es una dificultad también, y una apuesta- es que podamos
construir instituciones que no sean rígidas y exclusivas. Pienso en ellas más
como hábitos sociales que como instituciones, o
sea, no las veo como un lugar sino como una forma de actuar a la volvemos y
mantenemos en el tiempo. Una parte de esto es en relación a la eficacia,
necesitamos ser capaces de construir desde nuestros éxitos y resistir las
fuerzas represivas contra nosotros. Me pregunto si este contexto puede ser de
ayuda también: una generación previa en la izquierda estuvo mucho más enfocada
en la creación o adaptación de instituciones- las instituciones de los
trabajadores, las estructuras sindicales, periódicos, revistas, todo tipo de
instituciones- y la generación de la que somos parte ahora ha sido muy crítica
con esos aspectos: su rigidez, naturaleza exclusiva, jerarquía. Pero al menos
desde mi perspectiva, aún cuando rechacemos de plano esa rigidez, jerarquía y naturaleza
exclusiva de esas no deberíamos por lo tanto rechazar cualquier
institucionalidad, sino construir otras que sean abiertas, flexibles,
horizontales. Y creo que eso es a menudo lo que ya estamos haciendo. Quiero
decir que por eso creo que es útil mirar a estas redes como experimentos con
ese tipo de estructura institucional.
M.B.: Tu punto es muy interesante
porque parece haber una generación entera para la cual la crítica institucional
fue una herramienta para luchar contra la opresión institucional. Pero
rápidamente el sistema político y el capitalismo, el ascenso de la sociedad de
control, se apropiaron de la crítica institucional para destruir las
instituciones, contra la izquierda, porque las luchas por derechos generaron
desarrollos institucionales como conquista.
Pero la cuestión es que probablemente estemos en un momento de cambio,
tenemos que pensar en mantener la crítica institucional- critica la opresión- y
al mismo tiempo dar lugar la
constitución de nuestras nuevas instituciones. De tal manera que hay una
combinación, la crítica y su poder destituyente, con el poder constituyente de
una nueva generación.
M.H.: Solo un ejemplo más. Veo las prácticas de las comunidades
Zapatistas como experimentaciones similares en instituciones, como tratando de
crear nuevas instituciones pero no es que las comunidades no tengan relaciones
duraderas. Quiero decir, el buen gobierno en sí mismo es la idea que podemos
gobernarnos a nosotros mismos en formas justas y duraderas, pero no sin
instituciones. Mi experiencia, y no solamente con el EZLN, que es una
estructura militar, sino con las comunidades, cualquiera que ha visitado
reconoce todo los hábitos repetidos y las estructuras que hacen parte de la
vida allí. Quiero decir, si ellos tratan de generar una nueva forma de vida y
eso es realizado a través de tipo de hábitos, y pensemos en términos de hábitos
en vez de instituciones si eso es lo que les asusta a algunos (…), esa es mi recomendación.
M.B.: Dejáme preguntarte una pregunta a
partir de un ejemplo digamos, difícil, como lo es pensar la administración de
justicia. Cómo visualizás, desde tu lectura de las luchas en el mundo en el
presente pero también desde la permanente recuperación de la historia y la
genealogía de las luchas que Uds. Realizan, la cuestión de las instituciones de
lo común y la governance democrática- como extensión de las instituciones de lo
común, cuando se trata de resolver los casos de problemas ambientales con gran
complejidad, imaginemos la des- contaminación de lagos o mares, o el uso masivo
de agrotóxicos. Las instituciones del estado contra las que luchamos, por su
subordinación a los intereses del capital y la soberanía capitalista, es aún un
actor importante para las redes, digamos, tensionando el rol del estado. Cómo visualizas en este marco del proyecto
político de una governance constituyente el rol del estado y la administración
de justicia.
M.H.: Mi percepción es que hay
dos modelos de movimientos sociales en Latinoamérica hoy que me parecen
productivos. Uno, diré que es “modelo menor”, de los que los Zapatistas podrían
ser el paradigma, es uno en el que no hay más compromiso con el estado. Por
supuesto que históricamente los Zapatistas intentaron una negociación con el
estado pero desde entonces han actuado de forma autónoma. Lo que parece estar
mucho más difundido para mi como una táctica importante, es la práctica social
de los movimientos de estar tanto comprometidos como antagonistas al estado,
tanto realizar demandas como atacarlo. En muchos casos, y esto puede ser un
lugar común pero es un buen punto de partida, mucho de los gobiernos
progresistas en el continente llegaron a poder en las espaldas de esos mismos
movimientos sociales, y mucho de ellos han requerido o demandado, una vez en el
poder, que los movimientos sociales meramente los apoyen y apoyen sus
decisiones. Pero lo que pienso es que es más común y productivo es el
compromiso antagonista de estos movimientos sociales, un tipo de dialéctica-
podríamos llamarlo- o al menos un movimiento de dos frentes, contra el
capitalismo neoliberal y contra los gobiernos progresistas en la región que son
en muchos sentidos realmente anti- neoliberales, puesto que llegaron al poder
como fuerzas anti- neoliberales. Entonces termina siendo un tipo de guerra de
dos caras para los movimientos sociales. Y eso es lo que he reconocido como la
posición más productiva y beneficiosa en relación al estado. Por ejemplo, en
algunos casos apoyar al estado contra la privatización de los minerales y los
recursos, pero en otras veces oponerse a la destrucción estatal de las tierras
indígenas por las políticas extractivistas. Si, un compromiso antagonista me
parece una forma de definir lo que se ha estado desarrollando en los
movimientos como una estrategia hacia el estado.
M.B.: En el
señalamiento que realizás sobre devenir antagonista, con o sin el estado, la
construcción de las instituciones tiene que ver con la reapropiación del tiempo
y estado de la Multitud, no en términos descriptivos sino como parte de un
movimiento constituyente. Considero que el marco para pensar en la construcción
de las instituciones de lo común, una revolución, una governance constituyente
tiene que tener lugar como parte de la misma construcción, es decir, un
caracter experimental del pensamiento. Creo que un problema que tenemos es la
discusión sobre si tomar éste camino u éste otro, y ahí viene tu contribución
acerca de pensar desde una diversidad de tácticas y estrategias, lo cual está
linkeado a la idea de multiplicidad y al concepto
de lo común, que no es un común en términos de la tradición del comunitarismo,
sino en los términos de la multitud donde la diversidad se puede desplegar y
expresar. Ahora bien, pareciera que la acción política de la Multitud tiene un
gran asunto en la reapropiación de las instituciones y la governance. Si las
corporaciones y los estados tienen una governance imperial, cómo puede ésta
convertirse en una governance democrática? Es éste el camino de la revolución?
Cómo describirías la noción de reapropiacion? Cómo es posible pensar la
transformación de ser sujetos de la opresión a agentes de cambio, y por
extensión, cómo se pueden transformar las instituciones de esas estructuras
jerárquicas y fijas hacia las instituciones de lo común? Qué es lo que hay en
ese “entre”, el deseo, la experiencia?
M.H.: Es ligeramente diferente de
la forma en la que lo estás preguntando, pero sería interesante comenzar por la
tradicional noción comunista de que tenemos que reapropiarnos de los medios de
producción. Lo que el desarrollo capitalista ha hecho es separar los
productores de los medios de producción, separar los agricultores de la tierra.
Es cierto en términos industriales también en esa tradición comunista, que
necesitamos continuar produciendo pero bajo términos que controlemos. En cierta
forma, la auto- gestión/ administración de la producción sería una condición
primaria o primera para la reapropiación de los medios de producción que han
sido expropiados. Entonces, estoy pensando si consideramos la reapropiación no en los términos mecanicistas económicos sino en términos
políticos e institucionales. ¿Qué significa reapropiarse
de las técnicas de cooperación, de governance, y llevarlas a algo diferente?
Creo que es cierto que la noción tradicional comunista de reapropiación de los
medios de producción asume que las herramientas y medios pueden ser usados de
forma diferente, de manera que si los trabajadores industriales se reapropian
de la fábrica, la fábrica en si misma no es una estructura opresiva sino que
siendo auto- administrada podría ser diferente. Soy curioso acerca de cuánto la
noción de reapropiación plantea la cuestión de la neutralidad de las
herramientas. Por qué estoy pensando esto? Por que trae la cuestión de las
instituciones. Si nos reapropiamos de los medios de organización social en vez
de los medios de producción- o dicho mejor aún, los medios de producción
social- los medios en los que producimos la sociedad y las relaciones sociales.
Y diría que institución, en la forma en la que hemos estado hablando al
respecto, significa producir relaciones sociales estables. Uno tiene que
preguntar/ cuestionar cuál es el contenido de esos medios de los que nos
estaríamos reapropiando, y creo que llegaríamos a un punto así: si podemos
transformar esas instituciones en otras que promuevan en lugar de frustrar los
tipos de relaciones democráticas e igualitarias que queremos, ése sería el
objetivo. Si al revés, los medios de
producción de la sociedad de los que nos hemos reapropiado repiten de alguna forma
las jerarquías y las disciplinas que operan corrientemente, eso sería
ciertamente una señal de que tenemos que destruir esos medios antes que
reapropiarnos de ellos.
M.B.: Hay una cosa en la
reapropiación que me parece una idea importante. Por ejemplo en la tradición
marxista está la cuestión de la toma de conciencia de clase. Pero en un marco
biopolítico diríamos que no solo se trata de la conciencia, y en este sentido
te preguntaba sobre cómo es posible la reapropiación. Desde la biopolítica no
diríamos solo conciencia sino deseo, afectos, en las ideas de Spinoza o de
experiencia en el pragmatismo. Entonces, qué es lo que hace la reapropiación
posible, somos sujetos de la opresión o somos agentes? Hay algo deleuziano en
todo esto si pensamos en términos de intensidades y devenires...
M.H.: Lo hay, también me parece
importante y creo que encaja en la discusión. Al menos desde mi perspectiva no
hay razón para asumir que espontáneamente vamos a juntar y tener relaciones
amorosas y pacíficas relaciones sociales. Lo que es requerido no es tanto normas
y prohibiciones como un entrenamiento político de nuestros afectos, una forma
en la que aprendamos juntos a auto- gobernarnos. Y eso me trae otra pregunta
casi- institucional, sobre qué es lo requerido para la educación de nuestros
afectos políticos. No estoy sugiriendo que vayamos a la escuela para eso, sino
eso es en parte lo que está siendo realizado actualmente, cualquier activista
reconoce que parte de tu experiencia en el activismo es el entrenamiento de los
afectos políticos y una forma de aprender progresivamente cómo trabajar con
otros, cómo resolver conflictos con otros, cómo resolver falta de
entendimiento, cómo trabajar con otros inclusive desde el desacuerdo, todos
estos son, en pequeña escala, tipos de entrenamiento social en auto- gobierno.
Y eso es parte de lo que pienso que tiene que
ser cualquier proyecto de auto- gobierno, la transformación de los afectos es
una educación sobre cómo estar juntos.
MB.: También la auto-
valorización, como has escrito, es una idea importante porque permite superar la noción más
racionalista de conciencia, porque también nos lleva a ese lugar donde hay alguien que
tiene la conciencia y otros no. Y esa es otra discusión en las luchas, no
tenemos que llevar la conciencia a otros, sino que es un proceso colectivo que
tiene mucho que ver con el entrenamiento de los afectos.
M.H. :Lo cual es complicado, no es
una cuestión que se resuelva inmediatamente, incluso podría ser rápidamente
malentendido, como “si te voy a entrenar a ti, y ...” pero significa algo diferente
de eso, estoy hablando de aprender haciendo, creo que de esa forma cualquiera ha aprendido a formar
una comunidad activista,
haciéndolo y cometiendo errores y estar abierto a los otros aún desde los
errores, y ese es el tipo de educación...
MB.: Es muy interesante, por eso
quería traer la idea de experiencia, de aprender haciendo, de conocimiento
práctico, y también de inteligencia colectiva. Pero llegando a un cierre hay
otra cosa importante aquí. Yo no afirmaría que las redes de justicia ambiental en
América Latina son las nuevas instituciones de lo común, más bien me pienso
desde su potencialidad, porque proponen otro marco para pensar los limites y
posibilidades de la construcción de esas instituciones más que tratar de explicarlas o hacer de ellas un
modelo. Entonces creo que la contribución principal que realizas es pensar
sobre esa potencialidad y darnos herramientas para pensar en la posibilidad de
construir y reapropiarnos de lo común.
Esta entrevista es parte del libro colectivo Poder constituyente y luchas ambientales: hacia una red de redes en América Latina.
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* Licenciado en Comunicación Social y Doctor en
Ciencias Sociales. Actualmente Investigador Asistente del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Profesor Asistente en el
IIFAP- UNC. Correo electrónico: mauricio.berger@gmail.com
[1] Proyecto de Investigación para la beca pos-
doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Argentina): “Redes de luchas ambientales en América Latina. Experiencias
comparadas en Argentina, Brasil y México”.
[2] Beca Posdoctoral y programa de
financiamiento para estadías en el exterior financiadas por el Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina.
[3] Ver Reyes y Kaufmann, 2011.
[4] Ver Hardt y Holloway, 2012.
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