por Pablo Hupert
Estas
prácticas ocurren fuera de la dinámica totalitaria a la vez que son en sí
mismas expresiones del terror.[1]
El Cabildo ya está bien. Santiago
Maldonado sigue sin aparecer.[2]
I.
Última y primera.
La desaparición forzada de Santiago
Maldonado no es la primera bajo régimen democrático,[1] pero
es la primera que reunió al menos dos rasgos: por un lado, logró –mediante
hábiles prácticas de lucha– no ser negada o ignorada por el gobierno de turno y,
por otro el gobierno de turno, una vez imposibilitado de negarla o ignorarla
por omisión, intentó encubrirla (aun lo intenta) por acción. En este sentido, es
la primera,[2]
aunque más lo es por la lucha-resistencia-creaciones que está desatando
(cuestión que retomamos al final de este escrito). Por eso, creo, reescribirá
hacia atrás la serie de desapariciones forzadas bajo institucionalidad
democrática.
Esta desaparición forzada nos trajo
perplejidad y miedo. Y varias preguntas. Podemos pasar del miedo al terror
paralizante o del miedo al pensamiento y movimiento. En cuanto a pensar,
podemos pensar con acciones callejeras, organizativas o comunicativas, entre
otras que la imaginación política produzca (y viene produciendo). Y también
podemos pensar afinando algunas preguntas, convirtiendo la perplejidad en
pregunta y problema a trabajar. Esto último pretenden hacer estos apuntes.
Luego de una larga lucha (callejera,
comunicativa, investigativa, judicial, institucional) hemos llegado a tener una
película bastante definida del sistemático plan represivo dictatorial. Hoy me
deja perplejo –y no creo ser el único– que sea posible buscar la impunidad de
una desaparición sin cerrar el parlamento, sin un plan sistemático, sin
discurso coherente y cabal y sin silenciar los cuestionamientos. Quizás tenemos
esta perplejidad porque, tras la larga lucha, tenemos abrochada la desaparición
forzada a la dictadura del ’76 (pues fue la dictadura de la desaparición de
personas) y al régimen dictatorial en general. Quizás la película se nos fijó y
se nos convirtió en foto. Quizás la fijación nos impide movernos.
II.
La desaparición forzada requiere un sistema.
1.
Todo Estado requiere un régimen
de gobierno. Todo régimen es una tecnología de gobierno, y las tecnologías son
históricas. Sus técnicas mutan cada vez que lo necesita el arte de gobernar. “Lo
que no ha cesado de desplegarse desde el siglo xvii en Occidente es, a través
de la edificación de los Estados nacionales así como ahora a través de su
ruina, el gobierno en cuanto forma de poder específica.”[3] En
este sentido, el Estado es un megadispositivo que convierte lo social en
gubernamental, y son sus técnicas las que logran eso.
2.
Entre las técnicas de gobierno,
las técnicas represivas son imprescindibles. La desaparición forzada es una
técnica represiva, y también muta.
3.
La desaparición de personas
requiere un sistema. Ese sistema no necesariamente es la dictadura.
4.
Las condiciones históricas (que
incluyen, entre infinidad de elementos, régimen de acumulación, formas
subjetivas, relaciones de fuerza) condicionarán qué forma tomará un dispositivo
desaparecedor de personas. Lo importante es que ese sistema debe:
·
a) Desaparecer a la persona –y
mantenerla desaparecida.
·
b) Producir miedo o terror
pánico o inseguridad en el resto –para mantenerlas controladas.
·
c) Sortear aceitadamente los
costos de semejante técnica represiva:
i. Los costos futuros (o judiciales).
ii. Los costos actuales (o ‘políticos’, o de legitimidad).
5.
Comencemos por a). Hacer un
desaparecido no es soplar y hacer botellas. Es necesaria una maquinaria
compleja y duradera. “Para desaparecer a un tipo necesitás un cana, un juez y
un político”.[4]
6.
Para que un tipo desaparezca no
alcanza con un rato. No empieza y termina sino que empieza y continúa. Para que
el hombre o la mujer no aparezca al día siguiente o al siguiente, y tampoco al
mes siguiente, ni al siguiente, es necesaria una maquinaria. Debe evitarse que
aparezca vivo y que aparezca muerto, desde el día uno hasta el día n (y que n
tienda a infinito…). Ahí es donde no basta con la fuerza de seguridad autora
material y entra a tallar la necesidad del poder judicial.
7.
La Dictadura –la última, la de
la desaparición de personas– montó un sistema que a lo largo de los años (de
las luchas, de las investigaciones de los organismos, de los juicios) logramos
comprender bastante detalladamente. Llamémoslo sistema Esma (así como
“Auschwitz” no es solo el nombre de un campo de concentración nazi sino un
sistema industrial de exterminio, así “Esma “no es solo el nombre de un centro
clandestino dictatorial sino un sistema específico de desaparición).
8.
Esma, en tanto maquinaria
desaparecedora, en tanto sistema de desaparición, tuvo varias “piezas”: -gobierno
de facto, -sistema judicial complaciente, -prensa y expresión censuradas o
controladas, -Nación y amenaza a la Nación, -CCDTyE (centro clandestino de
detención tortura y exterminio).
·
Por supuesto, el ccdtye era una
maquinaria por sí misma, pero no se bastaba a sí misma, y requería del resto de
las máquinas de la maquinaria. Por supuesto también, había más máquinas (los
grandes capitales, la deuda externa, la doctrina de seguridad nacional, la prensa,
el miedo…).
9.
No entremos a detallar cada
máquina de la maquinaria y todos los mecanismos de cada máquina. Lo que importa
es que un sistema de desaparición no se forma con una sola pieza (por ejemplo,
una fuerza de seguridad).
10. Pasemos rápidamente por b). La eficacia de la desaparición de
personas como técnica represiva es –al menos– doble: por un lado, como no hay
muertos, impide duelar y por lo tanto no deja de doler, y por otro, produce
terror general: aterra no sólo a la víctima directa sino a también a los
testigos.
11. Sigamos por c). La eficacia de la desaparición como técnica de
reducción de costos futuros es que, como no hay cadáver, no deja pruebas o deja
muy pocas.
12. La cosa es más complicada cuando llegamos a esa pieza del sistema de
desaparición que la convierte en legítima, reduciendo así el costo actual para
el gobierno de turno.
13. Sobre la violencia, es clave postular su carácter significante. La
violencia física tiene eficacia social en cuanto porta un sentido social
socializador. La idea de una violencia desnuda que luego se justifica es muy parcial y corta. El objeto contundente
que golpea se configura desde el comienzo como una significación social –por ejemplo,
como una acción legítima. Como explican tantos, el exterminio de judíos tiene
una significación legítima si antes los judíos han sido representados como
ratas. Toda técnica represiva conlleva una técnica legitimatoria.
14. En el caso de la Dictadura, la “suciedad” guerrera de las fuerzas
que acometieron la guerra sucia (léase terrorista de Estado) significaba
reproducir un sistema de vida occidental, cristiano, argentino. La suciedad
encarnaba el sentido nacional. Los métodos aterrorizadores encarnaban el
sentido “normalización” y hasta “sanación” ante el “elemento foráneo y
subversivo que amenazaba nuestro estilo de vida”.
15. ¿Y en el caso del régimen democrático? La técnica está en ensayo,
indefinida aún. Está en ensayo su uso y está en ensayo su significación social.
16. Cotejemos las cinco piezas, como primera forma de encontrar pistas, de
delinear qué sombra se cierne sobre nosotros. Qué técnica represiva, no qué
ominosas fantasmagorías.
·
El gobierno no es de facto.
Cuenta con legitimidad electoral.
·
La gendarmería no parece usar
ccdtye. Entre el secuestro y la desaparición no parece mediar detención en un
centro clandestino (la tortura no puede descartarse, pero quizás sí la
permanencia en un "chupadero"[5]).
·
El sistema judicial funciona
'normalmente',[6]
solo que hoy normalmente significa que se gestiona juez por juez y caso por
caso el entorpecimiento de las investigaciones y enjuiciamiento.
·
La expresión no está censurada.
Sí está embarrada y acelerada, y hay algunas amenazas a periodistas,[7]pero
no con censura previa.
·
La amenaza no es a una Nación
ni la hace un subversivo con ideas foráneas. No queda claro cuál es el peligro que
habría encarnado Santiago y con su desaparición habríase cancelado: si es su
'hippismo' de artesano, su simpatía por los mapuches, sus prácticas 'piqueteras'.
Incluso no queda muy claro que Santiago haya podido o esté pudiendo ser
configurado como encarnación de un peligro. No da con el arquetipo del
peligroso contemporáneo: ni pobre ni negro ni indio ni narco ni árabe ni
inmigrante, ni siquiera kirchnerista, su fisonomía y vestimenta bien darían
para una de esas publicidades hípster
del gobierno de Caba.
·
Entonces, vienen tirando y
probando cómo configurar el personaje tras el que pueda desaparecer nuevamente la
persona desaparecida: que es un terrorista o que apoya a un grupo terrorista
y/o separatista, que es familiar de un montonero o de los Kirchner, que es un
vagabundo, que es un vándalo, incluso que es una pena y se merece ser buscado…[8] El
ensayo y error y sobre todo la demonización ad
hoc vienen impidiendo imbuir de una legitimidad coherente a la
desaparición.
·
Pero quizás la coherencia no
sea necesaria hoy como ayer para construir legitimidad. Que Noceti no estuvo
pero estuvo, que quieren encontrar a SM pero no investigan, que no descartan
ninguna hipótesis pero sí la de desaparición forzada, etc. No se niega la
desaparición ni se la presenta como “exceso”, sino que se construye sin plan
una madeja de sospechas y sensaciones que se enmarañan en el estómago de la
subjetividad. La coherencia ya no manda. La confusión, sí. La irritación,
también.[9] Las
afirmaciones no comprobadas, también, los hechos inventados, también, la
televisación de los montajes de disturbios o de hallazgos, también, la
preocupación por los desaparecidos previos no sostenida con el cuerpo, también
(y un largo etc.).
·
De la misma manera, madeja de
sospechas y sensaciones y ensayo y error vienen siendo practicados, por
gobernantes y periodistas acólitos, para construir la legitimidad del actuar
del ejecutivo, de la fuerza de seguridad y del tribunal.
·
El Estado, se supone,
monopoliza la violencia legítima. Hace rato ese monopolio ha sido relativizado
señalando la existencia de empresas de seguridad privadas. Ahora importa
señalar que la legitimidad de la
violencia estatal contra la protesta social ha quedado seriamente cuestionada
por el movimiento de derechos humanos pos-83 y vuelta opinable por los flujos
mediáticos. Cuestionada y opinable la
legitimidad de su violencia, el Estado recurre, con parcial éxito, a la gestión
de la evidencia. Esta gestión oligopólica de la evidencia no la hace ni
legal ni legítimamente, pero, como enseñó Gabriel Tarde,[10] la
sugestión de los públicos funciona sin necesidad de pedir su consenso.
·
“Macri no tiene un vocabulario
para los derechos humanos”, le dijo Sarlo a Fantino,[11] y
ejemplificó esa limitación diciendo “las palabras curro y derechos humanos no
pueden combinar”. Pero quizás Sarlo ve como defecto algo que es una condición de
época: una gramática aleatoria y recombinante que puede juntar vocablos antes
extraños y separar otros antes ligados. Violencias del lenguaje.
17. Al gobierno de Cambiemos no
le falta ese vocabulario, sino que
está construyendo una gramática de la represión no dictatorial que deje atrás
eficazmente la gramática de derechos humanos que se volvió hegemónica hacia
2001 y logró entrar como término necesario de la ecuación de gobernabilidad por
más de una década. Para reprimir sin dictadura, y luego de esa oficialización
durante los años kirchneristas, el Estado está tentando una nueva ecuación de
gobernabilidad que cancele o reduzca al mínimo ese término y sobre todo lo
resignifique (como muestran las intervenciones militares norteamericanas, el
respeto a los derechos humanos puede clamar por violencia contra los pueblos).
Esta nueva ecuación emplea una gramática muy diferente a la del Proceso, una
proactiva y recombinante.
18. Dos cosas más: una es que "técnica en ensayo" también
quiere decir quela técnica puede mejorarse, y sobre todo mejorar su combinación
con otras técnicas represivas (los allanamientos en Córdoba del 30/8 y los
disturbios montados en Buenos Aires el 1/9, así como las variaciones de la
detención ilegal de Milagro Sala y los habituales métodos contra pueblos
originarios) y técnicas mediáticas-espectaculares.
19. La otra es que "técnica en ensayo" también quiere decir en disputa. Las resistencias a tomar con
naturalidad una nueva desaparición en democracia han impedido primero que el hecho
sea negado y después que fuera disuelto en los cientos de desapariciones no
forzadas por el gobierno (por ejemplo, la de Anahí) o los casos previos (como
Casco, Bru o López).
20. Nos preguntamos si la desaparición de personas se convierte ahora en
una técnica represiva fácilmente disponible bajo un gobierno elegido
electoralmente, como en México. Quizás el gobierno de turno también se lo pregunte. Es una disputa.
21. Lo disputaremos no solo ni principalmente con enfrentamiento y
preservación de los métodos de lucha de los últimos cuarenta años, sino con una
resistencia-creación a la altura de esta nueva técnica.
III.
El terreno de la legitimidad.
1.
Hasta ahora, la lucha de
derechos humanos siempre ha conquistado sus logros disputando el terreno de la
legitimidad e incluso reconfigurando las formas de legitimación (por ejemplo:
luego de 25 años, el Estado debió incluir los juicios para que gobernar fuera
legítimo). Es en este terreno que, entiendo, podemos crear nuevas y eficaces
formas de lucha –aunque, es cierto, la lucha puede abrir eficacias en terrenos
que ahora no podemos imaginar.
2.
La legitimación de un gobierno
depende de los consensos sociales sobre lo intolerable; es claro que hace un
tiempo se ha perdido la hegemonía alcanzada hacia 2001 por las luchas que
postulaban intolerable el terror de Estado.
3.
Sin embargo, muchas cosas ha
hecho la lucha en el terreno de la legitimidad desde la desparición forzada del
primero de agosto pasado, para deslegitimarla como técnica. Las técnicas de
legitimación también mutan, y es muy difícil percibir cómo se lucha contra una
lógica semiótica que no se somete a los parámetros de racionalidad y
representación de la modernidad burguesa. Por eso quisiera indicar dos o tres cuestiones
cardinales que creo la han orientado:
·
Ante la “lógica pos-factual”[12] o
“pos-verdadera” o confusionista, la postulación inquebrantable del hecho, y la
confianza en que las palabras y las imágenes pueden expresar lo que pasa y lo
que nos pasa.
·
Ante la lógica “pos-argumental”
y “sensacional”, también confusionista, la práctica de la sensatez y el
argumento. Al otro no queremos cancelarlo ni hacerlo entrar en mi razón, sino
empujarlo a la verificación o refutación empíricas o argumentativas, y, cuando
menos, convertir su confusionismo en contradicción y alevosía.
·
Ante la gramática aleatoria y
cínica, una conjugación situada de calle, performance, comunicación y
tribunales para hacer valer la gramática de las leyes contra la desaparición de
personas. Que los cuerpos, aun los ausentes, pongan límite a la violencia
recombinante de los vocablos que necesitamos para expresar lo sensible y lo
intolerable.
·
Ante la lógica
desresponsabilizante (esa que dice “todos lo buscamos”, o “no prejuzguemos a
los gendarmes” e incluso “yo no estaba allí” o “nos quieren destituir”), la insistencia
inquebrantable en el respondé, que se
hace muy sencillamente: –“¿Dónde está Santiago?”. Pregunta insidiosa como
mosquito, multiplicada y viralizada allende las redes y allende los medios.
·
Ante la macabra lógica
terrorista de Estado (“como no aparece el cuerpo, no hay pruebas de que fue desaparecido
forzadamente”), no aislarnos, juntarnos, gritar, recurrir a instancias
internacionales, llegar a las pantallas de los medios masivos dominantes, obrar
bajo el supuesto de que la sola sospecha de desaparición invierte la carga de
la prueba y es el Estado el que debe demostrar que no es una desaparición
forzada.
·
Seguramente otras que no alcanzamos
a visualizar.
4.
Así, pues, no parece muy
acertado andar diluyendo la pregunta “dónde está Santiago” con la pregunta
“dónde está Julio”, o dónde están otros desaparecidos mapuches o el nieto de
Félix Díaz. Esta dilución la intenta el gobierno de turno, pero la practican quizás
involuntariamente también muchos izquierdistas creyendo que así van al hueso de
la cuestión (el Estado, el capitalismo). Incluso algunos indigenistas reprueban
que nos preocupemos por Santiago si antes no gritamos por otros desaparecidos
originarios; los mismos mapuches de Cushamen les responden: ¿dónde está Santiago? Es la lucha por
Santiago la que está abriendo paso a la arena nacional a desapariciones que
permanecían en el cono de sombra de la periferia –esa que, con el devenir extractivo
del capitalismo, se ha convertido en crucial. En la pregunta por este
desaparecido está la pregunta por los otros desaparecidos.
·
Si a la pregunta por Santiago,
el gobierno y sus amigos retrucan con la (impostada) pregunta por los demás,
debemos leer allí algo más que una impostación y una elusión: están
preguntándonos descaradamente “¿tanto les molesta una más?”. Preguntar por
Santiago, así, deslegitima toda
desaparición forzada y la postula intolerable.
5.
Si luego de la Dictadura la
lucha por juicio y castigo decía “No olvidamos ni toleramos”, la lucha hoy,
retomando los aprendizajes de aquella, la continúa con otro enunciado
implícito: No toleramos. No toleramos
ni desaparición forzada ni pistas falsas ni hechos inventados ni gestos
condescendientes a la vez que se entorpece la investigación y el juicio ni
persecución a los docentes que enseñan derechos humanos ni que se justifique la
desaparición forzada criminalizando a quienes enarbolan un modo de vida
incompatible con el extractivismo. Partiendo de esta intolerabilidad, con todo
lo que ella nos empuje a crear, quizá se va configurando un movimiento de
derechos humanos en las nuevas condiciones.
6.
La lucha por la aparición con vida de Santiago es el único camino
posible hacia el hueso de la cuestión (no tal o cual gobierno, sino el Estado,
no tal o cual transnacional, sino la explotación del trabajo, no tal o cual
lof, sino la civilización explotadora de la naturaleza). Pero una lucha le abre
paso a otras (¿cuándo pudimos ver en TN a un mapuche denunciando apremios
policiales y usurpación de tierras?), y, más importante, a lo general le
entramos por lo singular de las luchas. Hoy, la lucha de la aparición con vida
Santiago. Allí, en su singularidad, se juega nuestro universal.
7.
¿Dónde está Santiago Maldonado?
7/9/2017
[2] La desaparición de Julio López tuvo el primer rasgo pero no el
segundo. Cuando desapareció por segunda vez Julio López, Adriana Calvo,
integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, dijo “El gobierno
provincial reaccionó muy tarde. Y el nacional no hizo nada. Aníbal Fernández es
como que ni se enteró durante días”, La vaca,
22/9/06. Calvo agregaba en esa nota “El ministro del Interior Aníbal Fernández
nos recibió después de dos días de haber estado pidiendo una entrevista para
hablar sobre el caso de Julio López, que está desaparecido desde el domingo 17.
Es impresionante tanta inacción.” Por otra parte, “tanto Arslanian como
Fernández se negaron a aplicar la palabra ‘desaparecido en democracia’ hasta
tanto ‘no tengamos certezas sobre las circunstancias en que se produce esta
desaparición’” y “no descartaron ninguna hipótesis” así como ofrecieron elevada
recompensa a quien aportara datos para encontrarlo (Página/12, 22/9/06). Por su parte,
la primera mención de Néstor Kirchner sobre el caso se hizo esperar nueve días
(El Cronista, 25/9/06). También
recordamos la frase del entonces ministro del Interior, Aníbal Fernández,
“quizás se fue a lo de la tía”, aunque no la encontré googleando. El gobierno
de entonces también se mostró como víctima de sectores que lo querían
perjudicar y hubo quien cuestionó la figura de la víctima (Infobae, 29/9/06).
En breve,
las primeras reacciones del gobierno de turno entonces no fueron tan diferentes
a las del actual, aunque sí duraron poco y viraron a los pocos días. Quizás
este viraje, que el gobierno de Macri no va a hacer, muestra que la “ecuación
de gobernabilidad” de 2006 incluía como un término ineliminable una política de
reparación estatal de los crímenes cometios por el Estado, mientras que hoy esa
ecuación busca excluir ese término o reducirlo a su mínima. Como desarrollamos
más abajo. La disputa hoy en Argentina es la de la legitimidad de las técnicas
represivas inherentes al arte de gobernar. En uno y otro caso, las ecuaciones
de gobernabilidad se configuran y reconfiguran según relaciones de fuerzas que
no son obvias (sobre este particular, se puede ver P. Hupert y A. Pennisi, “Posible,
potencia, poder”, prólogo a D. Machado y R. Zibechi, Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo,
Autonomía – Pie de los Hechos, Buenos Aires, 2017).
[3]Tiqqun, A nuestros amigos,
Hekht, 2016.
[4] Bruno Napoli, En nombre de
mayo, La Barrica, 2014.
[5] Sí está comprobada la tortura en comisarías patagónicas y la
colaboración del poder judicial. Por ejemplo, a testigos el juicio de 2016 a
Facundo Jones Huala, o en enero de este año, en que un“fiscal
admitió haber estado presente en una sesión de torturas y no haber intervenido
para detenerla” (Noticias de Esquel,
14/6/17). También, el uso de autos sin patente y de policías o gendarmes sin
identificación.
[6] Este “normalmente” incluye, por supuesto, normas implícitas: todo
juez federal debe favores al poder político que lo designa, y todo político
gestiona esas deudas y su cobro.
[7] FM Alas de El Bolsón recibió
amenazas anónimas el 5/9/17 y el 2/12/16, así como fueron arrestados y
golpeados periodistas y fotógrafos tras la manifestación del 1/9 en Caba.
[8] Resumen magistralmente Ali Gómez Alcorta e Ileana Arduino: “Tenemos
dos demonios y si hace falta, inventamos más… [Inventamos] el demonio que cada
desmonte de garantías ciudadanas mínimas reclame.” Una demonización ad hoc, diríamos. Pero lo que quiero
señalar es que esto no es un “déjàvu” sino una mutación en las técnicas
legitimatorias. Dos demonios permanentes y bien localizados no requieren una
comunicación tan proactiva como la actual. Permiten la claridad de ideologías
antagónicas y no este confusionismo generador y avivador de resentimientos y
otras sensaciones.
[9] “Los llamamos así, pero en verdad no son “medios de comunicación”,
sino formadores de opinión o, mejor dicho, gerenciadores de emociones.” E.
Adamovsky, “Nosotros
y los medios”; Página/12, 4/6/17.
[10] “El público y la multitud”, en Creencias,
deseos y sociedades, Cactus, 2016.
[11] El 5/9/17; https://www.youtube.com/watch?v=T7rRW2-YLSg.
[12] Así la llama Franco Ingrassia, siguiendo a Ezequiel Adamovsky (que a su vez lo toma
de Anne Applebaum, “Fact-checking
in a ‘post-fact world’”), y la define como aquella en que “los
hechos no importan”. Da como ejemplo la invención de una página de Facebook de
Santiago, red de la que nunca participó, y la invención de un parentesco con
los Kirchner.
Estimado Pablo: algunas cuestiones, lo primero gracias por el texto debido a que su lectura algo muy simple como desplegar su potencia. En ese horizonte una precisión respecto del miedo, un afecto subjetivo que en este caso está producido por el cuerpo ¿Cómo? Se trata del cuerpo vivo de Santiago Maldonado, eso se revierte en cada algunos cuerpos, no a todos les pasa eso. El miedo produce dos
ResponderEliminarcaminos distintos:a.- el más común, el más difundido por la parafernalia "psi..." -Fredu invento esa cosa terrible del miedo a la castración-, este miedo paraliza: b.- el miedo puede operar como gps: es decir,como el miedo no anda en burro, nos orientamos por él ¿Cómo sería eso? Lo tomo del hermano de Santiago, cuando mostró ese gps: "Ahora lo importante es ¿Dónde está Santiago Maldonado? despues vemos otras cuestiones..." No se me escapa que hay muchas cuestiones, solo que siguiendo tu muy pertinente descripción de como la actual semiótica neoliberal que dirige al gobierno de Macri junto con los medios, más la ayuda involuntaria de grupos de izquierda, ese conjunto embarra la cancha e incluso aparece en cada uno de nosotros. Entonces, ¿cómo hacer de tu texto una potencia práctica, en acto? despejar del campo abierto por la pregunta "¿Dónde está Santiago Maldonado?" dejar de promover o introducir las otras "cuestiones", eso colabora en que las iniciativas que tomamos sean desechadas pues la semiótica neoliberal dice" "Ven esto, están en política", o "Ven aquí, aparece otra vez el relato", en concreto nuestra potencia en acto debe pasar por el terreno que la razón cartesiana a dejado de lado.Casualmente un territorio que se la ha regalado a la semiótica neoliberal que la emplea a fondo. Un abrazo
ResponderEliminarme parece que esta tesis del texto es clave:
"[El gobierno] está construyendo una gramática de la represión no dictatorial que deje atrás eficazmente la gramática de derechos humanos que se volvió hegemónica hacia 2001 y logró entrar como término necesario de la ecuación de gobernabilidad por más de una década. (...) Esta nueva ecuación emplea una gramática muy diferente a la del Proceso, una proactiva y recombinante."
01. una nueva ecuación de gobernabilidad necesita de una nueva gramática. asistimos al balbuceo que intenta darla a luz.
02. esta nueva ecuación de gobernabilidad se basa es una lectura del 2001 y del Nunca Más: el fin de la UCR y del Partido Militar obligan a que los dueños de la Argentina (los ricos, las clases dominantes, o el nombre que quieran) asuman una participación DIRECTA en la política electoral.
03. Por eso ni las gramáticas dictatoriales ni las radicales les resultan adecuadas, porque remiten a ecuaciones de gobernabilidad perimidas.
04. La apuesta es esa, encontrar un modo de hablarles a ese 35% de la población (una parte mayoritaria de los sectores medios urbanos, los sectores rurales ligados a los agronegocios, los mayores de 65 años) que históricamente habían apoyado en su momento a las dictaduras y, antes y después, al radicalismo.
05. es (por ahora) un problema de consolidación interna de la base electoral de un partido de tercios. lograron, por el momento, algo no menor: no retroceder. pero siguen teniendo el mismo techo histórico que tuvo el radicalismo luego de 1945.
Hola, postpost:
EliminarMe gusta la historia que construís. Aunque podría cuestionarse el perfil inherentemente antipopular con que ella tiñe al radicalismo, me gusta.
Me voy a concentrar sin embargo en la siguiente pregunta. ¿Y si la gramática actual fuera "agramatical"?
El intento q acometí en este escrito es descifrar una gramática que no reemplaza sin más a la radical y la militar, sino que tiene otras 'reglas' combinatorias para la construcción de mensajes. Si logré comenzar a descifrarlo, entonces queda claro que radicales y peronistas quedan del lado de las gramáticas de representación (eran sólidas, nacionales), mientras que la de Cambiemos queda del lado de la imaginalización (es fluida, posnacional).
Saludos!
Postpost: Agradecemos su comentario y su interesante caracterización. Si quisiera ampliarlo, sepa que podemos postearlo en este blog.
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