jueves, 7 de enero de 2016

La historia es la historia de los lenguajes de lo social


“Language furnishes voice, and voice constitutes history.”[1]

La historia no es la historia de la lucha de clases, sino la historia de los modos en que los hombres expresan sus conflictos y pugnan por resolverlos. En este sentido podríamos decir que la historia es la historia de los lenguajes sociales, de las problematizaciones de lo social, porque cuando digo “expresar un conflicto” no estoy hablando de reflejar algo que existe fuera del lenguaje, sino del efecto conjunto de prácticas de determinación de lo social, de los problemas sociales. Caracterizar como conflicto las relaciones entre los hombres, lo que pasa entre los hombres es ya una determinación de lo social; caracterizar esos conflictos como lucha de clases también es otra práctica de determinación de lo social; hablar de que la Argentina, nuestra coyuntura, necesita crear trabajo de calidad es otra de esas prácticas determinantes; hablar de que hay una batalla mediática, también, etc.
Ahora bien, una de las formas centrales, desde la modernidad hasta hoy en día, en que los hombres toman conciencia de sus conflictos y pugnan por resolverlos es el Estado que, mejor dicho, no es una forma de tomar conciencia de los conflictos, sino uno conjunto de prácticas de determinación de lo social y de determinación de las formas de tomar conciencia. Esto está claro cuando atendemos a la formación de un Estado. Tomo aquí la formación del Estado argentino. Por ejemplo, dice Halperín Dongui en Una Nación para el desierto argentino, varias ediciones:
“Quienes [hacia 1852] creían poder recibir en herencia a un el Estado central al que era preciso dotar de una definición institucional precisa, pero que, aún antes de recibirlo, podía ya ser utilizado para construir una nueva nación, van a tener que aprender que antes que esta –o junto con ella– es preciso construir el Estado. Y en 1880 esta etapa de creación de una realidad nueva puede considerarse cerrada, no porque sea evidente a todos que la nueva nación ha sido edificada, o que la tentativa de construirla ha fracasado irremisiblemente, sino porque ha culminado la instauración de ese Estado Nacional que se suponía preexistente” (en la edición de 1982 del Centro Editor de América Latina, es la página 10).
Brevemente, en palabras de Hugo Quiroga: “El Estado Nacional se forma construyendo la unidad nacional” (Estado, crisis económica y poder militar, 1880-1881, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1985).
Por lo general, se entiende que primero hay una economía, un mercado nacional, por ejemplo, y el Estado se apoya sobre ella para fortalecerla, fortalecerse y conformase. La investigación histórica, sin embargo, va mostrando que el proceso es sinérgico y simbiótico, que la economía –la capitalista al menos– no se forma si el Estado no contribuye a formarla y que el Estado no se forma si la economía capitalista no contribuye a formarlo. Empero, la economía capitalista, entiendo yo, actúa como condición necesaria e insuficiente, pero no como factor determinante, mientras que el Estado es factor determinante, necesario e insuficiente, que no se limita a ‘aprovechar’ las condiciones económicas y las oportunidades económicas de un contexto internacional y nacional o doméstico, sino que las conforma como condiciones y las organiza como tales, y las articula. Cuando uno atiende a la microfísica, digámosle así, de la construcción del Estado y el desarrollo del capitalismo en Argentina o en Francia o en Alemania o, incluso, en Inglaterra, esto se ve con bastante claridad: la agencia performativa del Estado, su carácter determinante de las prácticas, determinante de las relaciones sociales, su carácter de carne de la forma en que los hombres toman conciencia de lo social y lo viven, lo habitan.
Ahora bien, sería interesante trasladar este aprendizaje a los momentos en que el Estado está conformado, a los momentos en que lo social está conformado. Dejar de entender las políticas estatales, como se les dice, como medidas que actúan sobre una cosa ya hecha para retocarla, agregarle algo, quitarle algo, etc., sino como condición constitutiva permanente, que está en la inmanencia de la cosa social, configurándola. Estaría bueno pensar la historia argentina en esta clave, sin descartar por supuesto que la cosa social está en la inmanencia del Estado, configurándolo y hasta obligándolo, a veces, a actuar de determinadas maneras.
La ‘primacía’ de lo social o lo estatal en la determinación de una configuración social dependerá del historiador tanto como del momento histórico que se esté pensando, el que lo social o lo estatal o algún agente político extra estatal tenga esa primacía. Lo importante es dejar de pensar que lo social o lo estatal o cualquier configuración entre humanos se da por fuera de un lenguaje, de una ley, de una práctica configuradora[2] y que, por lo tanto, hay una práctica constante de configuración de lo social, incluso si la práctica constante es reproductora de cierto estado de lo social y que, a esta práctica, debemos llamarla política (decía Raúl Cerdeiras:[3] el secreto del capitalismo no es económico sino político). Como sea, hay aquí un problema sobre la historia argentina y todo un proyecto de investigación de la historia argentina.
Lo que hace posnacional al Estado posnacional no es el conjunto de características institucionales que describo a veces (de centralización, gestión ad hoc, figura de medusa, descentralización, etc.), no al menos en primer lugar. Lo que, en primer lugar, lo hace posnacional es el hecho de que no es el único ni el que privilegiadamente pone su lenguaje a lo social (insisto, cuando digo lenguaje hablo de prácticas determinantes y predeterminantes o performadoras). En eso, compite (y se sinergiza) con el ‘discurso’ de la imagen mercantil, al poder significador del lenguaje dinerario, los protocolos reticulares internéticos, etc. Después habrá que ver cómo conjugar conceptualmente este no-privilegio como lenguaje social y las características ‘institucionales’ que están entre paréntesis al principio.
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[1] J. Cowles “‘Vivez sans temps morts, jouissez sans entraves’: Language and Identity in the May 68 Student-Worker Action Committees”; http://journals.chapman.edu/ojs/index.php/VocesNovae/article/view/25/101#_ednref35
[2] Aquí, lenguaje o ley son prácticas.
[3]En 2011 hablando de la crisis económica europea y también de la situación e la coyuntura argentina.