martes, 22 de septiembre de 2015

Otras formas de economía y política - Primera colaboración del Mercado Solidario de Rosario a la nueva edición de El Estado posnacional

Se viene la segunda edición de El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo. Es una edición recargada con colaboraciones de amigos de varios puntos del globo y movimientos de varias cuestiones sociales.
Aquí compartimos avances de la primera colaboración del Mercado Solidario de Rosario que relata su secuencia de experimentación de otras formas de economía



2001 – 2015: La experimentación económica y política del
Mercado Solidario de Rosario


por Roberto García, socio productor del MS


El sueño es ver las formas invisibles
de la distancia imprecisa, y con sensibles
movimientos de esperanza y voluntad,
buscar en la línea fría del horizonte
el árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente



Intro: Toma de consistencia en el caldo agitado del 2001

Todo comienzo es abstracto, como la línea fría del horizonte que en lo lejano no tiene la arboleda, la playa, la flor, el ave, la fuente...
Antes de la conformación del Mercado Solidario como espacio político de experimentación económica anticapitalista, nuestra primera toma de consistencia grupal estuvo imbricada con la movilización social que durante todo el desarrollo del año 2001 fue inseminando el acontecimiento del 19 y 20 de diciembre. En aquel contexto, fuimos incentivados por la fuerza creativa desplegada por diversos sectores de la sociedad argentina. Conjunto social mayoritario que previamente había sido golpeado, marginado y excluido por las políticas neoliberales que consintieron en aplicar los partidos políticos dominantes, principalmente el peronismo, durante el mandato de Menem (aunque el período haya comenzado con la hiperinflación alfonsinista y se agotara en sus aspectos más salientes con el gobierno de De la Rúa, y muchos de sus principios continúen hasta la actualidad).
Tratamos de presentar principalmente la secuencia de problemas a las que nos fuimos enfrentando y de cuya resolución se fue dibujando un camino posible de intervención experimental en la generación de un campo político-económico no-capitalista.
Para el nosotros de aquellos días, ambos aspectos entramados de la lucha desplegada en el acontecimiento del 2001: resistencia y creación, concentraban la generosidad posible de lo imposible. Y en la inmanencia de ese movimiento comenzamos a movernos, intentando un reconocimiento cercano de esa otra política que se expandía en la creación de espacios autogestivos y formas positivas de sociabilidad, incluidas las prácticas económicas diferenciales al capitalismo.

Problema I: Invención de nuevas sociabilidades y deseo capitalista

El primer problema que atravesamos, y definió en buena parte nuestro futuro, no se hizo evidente desde el comienzo, que en forma concreta como Nodo de la Red del Trueque Solidario fue en abril del 2002.
Más allá de la relativa facilidad de ingresar en este espacio, en principio incentivados a mirar de cerca el fenómeno por la compañera María Elena Pérez, vimos con fascinación el hecho concreto de que en Rosario existieran más de 500 nodos de Truque (entre las dos Redes Nacionales), diseminados en diversas instituciones barriales o en espacios públicos. Y que en muchos de ellos se juntaran cientos de personas a trocar sus capacidades de trabajo dejadas de lado (vueltas a desligar) por el mercado neoliberal[1].
Entonces en esa etapa inicial del 2001 coincidimos en entender que el gran articulador subjetivo del trueque, en tanto sistema económico abierto de intercambio de fuerzas de trabajo libre, había sido la puesta en marcha de una moneda social inventada sin el permiso de ningún estamento del Estado. La moneda ya no sería como en su fase precapitalista un flujo descodificado por el capital de comercio, sino una instancia de conjunción de esa fuerza de trabajo libre, constituyente necesaria de la relación característica del capitalismo, y en buena parte desligada del mercado de trabajo explotado vía desocupación endémica. Esta situación desligada era por otra parte la posible condición de volver a religar dichas capacidades de trabajo ociosas, pero esta vez de manera autogestiva, a través del intercambio de los “Prosumidores”.
Sin embargo, además de la potencia desatada por la fuerza subjetiva común en el encuentro de las instancias del trueque, durante ese primer período del 2001, en nuestro acercamiento participante a los nodos, también observábamos que estaban presentes en la experiencia apetencias propias de la forma cultural del capitalismo. Estas apetencias amenazaban las nuevas y endebles relaciones de intercambio solidario desplegadas durante los 7 años de existencia del experimento. Se podía reconocer con claridad la forma mercantil, que aunque encerrada en los límites del intercambio, igualmente ponía en juego de manera descarnada la ley de la oferta y la demanda, tensionando un máximo de desigualdad entre aquellos que contaban con un excedente monetario del salario que convertían en un pequeño (y por supuesto acotado) capital de comercio para comprar mercancías de primera necesidad, que justamente por ese motivo escalaban su valor en créditos, distorsionando el valor referencial de los intercambios. De esta manera, la disposición de estos pequeños capitales de comercio comenzó a perjudicar a aquellos otros que sólo ofrecían lo producido por su capacidad de trabajo.
De la persistencia de la ley de la oferta y la demanda en el trueque resultó la sobrevaloración en créditos de los productos de primera necesidad mercantilizados, y sobre este plusvalor de código comercial motivado en la demanda, se completó el círculo inflacionario en la medida en que esos productos a su vez se convertían en insumos de nuevas producciones que también debían “aumentarse” en créditos[2].
…Esos debates críticos sobre las relaciones de composición y descomposición en pugna dentro del trueque nos sirvieron para tomar la decisión de intentar la construcción de un nodo que, participando dentro de la Red del Trueque Solidario, tuviera algunas características diferenciales al funcionamiento desbordado de los nodos en aquel período.
En abril de 2002, el grupo difuso que comenzó con la investigación-participante en el movimiento del trueque había aumentado a 27 productores de bienes y servicios conformando el Nodo 20 de diciembre, dentro de la Red del Trueque Solidario.
…La manera en que nosotros, en la preconstitución de nuestro Nodo del Trueque, intentamos articular una respuesta activa a esas dos preguntas fue proponer un acuerdo local de funcionamiento que bloqueara la circulación de las apetencias propias de la cultura capitalista que habíamos visto funcionar en la Red. Si el deseo y el interés dentro de la sociedad difícilmente encuentran un camino dirigido a la emancipación igualitaria, el intento restringido que nos proponíamos era establecer un “acuerdo” basado en las voluntades subjetivadas por el acontecimiento político de diciembre de 2001.
Hacia la mitad del 2002, comenzamos a discutir en Asamblea cómo equiparar los valores de las producciones a intercambiar, cómo desarticular la práctica del “acaparamiento” de producciones con alta demanda o cómo lograr la resolución colectiva de las consabidas necesidades de consumo de productos de primera necesidad (sin apelar al ingreso de “revendedores” al trueque, tal como planteaba nuestro acuerdo fundacional). En relación a esto último ¿cómo sería posible responder a esa necesidad una vez aislada la forma comercial de la “reventa” y su consecuencia: la forma devaluada de la moneda social? La primera parte de la respuesta era evidente: no había productores de bienes primarios agrícolas en el trueque, salvo un grupo de productores de huerta orgánica que participaban de nuestro Nodo. La búsqueda de esos productores fue entonces parte de la resolución futura que el acuerdo de sociabilidad solidaria que nos propusimos en aquel tiempo debía enfrentar. ¿Pero habría productores campesinos dispuestos a entrar en estas formas de intercambio con productores urbanos? La necesidad individual entonces se convertía para nosotros en una búsqueda genérica que ampliara los límites del sistema del trueque. Pero necesitamos muchos años para comenzar a vislumbrar una respuesta práctica a aquel problema aislado en el comienzo de nuestro recorrido.
Hacia fines del 2002, la mayoría de los nodos del Trueque fueron sucumbiendo a sus propias distorsiones. La poderosa pulsión de la cultura capitalista que nos habita, y que habían activado dentro del trueque una parte importante de sus miembros, demostraba haber sido más recurrente que las voluntades subjetivadas colectivas que se habían encontrado en aquel movimiento social[3]. El Nodo 20 de diciembre, ya había decidido desvincularse de la Red en la medida en que la interacción con el desastroso funcionamiento general de la misma se fue haciendo cada vez más incompatible con nuestro “acuerdo de funcionamiento”.
La participación, que oscilaba entre 60 y 90 personas durante las instancias de intercambio que realizábamos los días sábado, se redujo a alrededor de 30 miembros (más o menos los que comenzaron la primera jornada del Nodo 20 de diciembre), a partir del momento en que nos desatamos del movimiento nacional del trueque para generar nuestro propio espacio de intercambio con moneda social[4].


Problema II: ¿Micro o socio emprendedores?

Los caminos que llevan a la construcción de los jardines de la nueva sociabilidad siempre se bifurcan. La elección de uno u otro sendero implicará el abandono de un paisaje conocido, aún en su hostilidad, para entrar en un territorio incierto. Por eso entendemos la construcción de formas de producción, intercambio y consumo no capitalistas como experimental.
Pero la definición del carácter experimental de nuestra práctica llegó con los años. Volviendo a fines del 2002, … la represión a los movimientos sociales más activos y contestatarios como los movimientos territoriales había fracasado rotundamente con el crimen aberrante de los militantes Kosteky y Santillán del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. La actividad social todavía estaba suplementada por la cercanía del acontecimiento del 2001 y por ese motivo no se dejó pasar lo evidente: que la práctica fascista de la polícia de Buenos Aires era concomitante al intento de recomposición de la fuerza del estado gobernado por el peronismo duhaldista[5].
Sin embargo, además de las dos vías principales para recomponer la fuerza del estado (devaluación para lograr la recirculación del mercado y represión de lo social) se desarrollaron una batería de medidas de asistencia por medio de “políticas sociales” que en buena medida respondían a las demandas de los movimientos emergentes …
Esta nueva situación activa del gobierno duhaldista con respecto a las políticas sociales post-2001, reinstaló uno de los programas que se habían comenzado a utilizar a instancias de las políticas neoliberales: el emprendedurismo como intento de paliar la desocupación estructural. Como “política” había sido instalada como parche inconsecuente frente a los retrocesos permanentes que los gobiernos neoliberales realizan frente a las presiones del mercado del capitalismo mundial integrado, que a su vez son la causa de los aumentos en la tasa de desocupación.
Durante todo el año 2003, los miembros del Mercado Solidario 20 de diciembre tratamos de encontrar no sólo un lugar original como “trabajadores libres asociados” (como decíamos, con tiempos total o parcialmente desligados del contrato explotado por el capital)[6], sabiendo que a diferencia de los movimientos de desocupados no contábamos con un territorio común, o de las fábricas recuperadas no contábamos con saberes técnicos específicos a desalienar poniéndolos en marcha (ni mucho menos contábamos con medios de producción abandonados por el éxodo del capital que se había retirado del mercado productivo para proteger parte de su existencia)[7].
Cada uno de los miembros del nodo de trueque traía o había adquirido algunos saberes técnicos para desarrollar la acción productiva de bienes o servicios. En parte, para nosotros, el nombre común elegido, Mercado Solidario, se traducía como un espacio de habitabilidad de capacidades productivas ociosas que pudieran intercambiarse, de allí que la forma del emprendedor (más aún con la carga que implicaban las promesas de subsidios o de asistencia estatal) fuera una opción realmente actuante de la nueva economía solidaria[8]Un micro-emprendedor, decía Lucio Salas, de ser posible intentaría ser un gran-emprendedor y si le fuera posible trataría ser dueño de una empresa. En definitiva, la misma lógica engañosa del capitalismo nos tendía otra trampa para direccionar a los desocupados del mercado de trabajo hacia un camino casi imposible: ser un futuro explotador. Otra cosa, decía Salas, era que los miembros desligados del mercado de trabajo se pensaran como fuerzas de producción solidarias entre sí. Por esta vía llegábamos a lo que él definía como socioemprendedores.
…Esta decisión sostuvo la consistencia del antiguo grupo de trocadores para dar más adelante un primer paso hacia la asunción política de sostener un nuevo posible en la trama de las relaciones objetivas en la sociedad: experimentar formas de producción diferentes a la relación vampírica que el capital entabla con las fuerzas vitales de trabajo que explota, desde una práctica afirmativa. Sabíamos que otros grupos también estaban dando los mismos pasos que nosotros.

Problema III: El consumo alienado en interioridad

Para profundizar la constitución de los “socioemprendimientos” y conseguir un espacio propio de producción, intercambio y oferta de las producciones colectivas, discutimos durante 4 meses en un “Taller de Economía Solidaria”, cuyo resultado fue la decisión de constituir una cooperativa de producción/trabajo[9] y alquilar un espacio para producir y montar el almacén[10].
El problema que se nos presentó fue que ninguno de nosotros, en tanto miembros de un nuevo grupo de productores asociados, veíamos la necesidad política de direccionar nuestro limitado poder de compra principalmente hacia nuestro propio almacén. Comprender esta realidad no era, por otra parte, nada del otro mundo: no iba a ser tan fácil enfrentar al enemigo más poderoso de todos los tiempos. Producir de manera cooperativa, aunque no es nada sencillo, fue una respuesta que el movimiento social le dio a un problema objetivo: poder reencauzar las fuerzas de trabajo libres que estaban dispersas en bolsones de desocupación, producto de la etapa de políticas neoliberales.
Pero asumir una política coordinada a nivel del consumo no es tarea fácil, por la razón evidente de que el consumo es la fuerza motriz que mueve el sistema de explotación y expoliación del capitalismo y él mismo se ha convertido en expresión ideológica de su potencia. Comprendimos nosotros y otros grupos con los que empezábamos a relacionarnos en red, como se verá más adelante, que el problema del consumo dentro del movimiento de la economía de experimentación anticapitalista, no es solo un escollo a enfrentar dentro de la circulación económica sino un campo de batalla en la ecología de la subjetividad[11], en tanto es gestador de fantasías autocomplacientes, cuando no de una nueva tecnología del yo, en la medida en que nos propone un falso equilibrio existencial. Y de esta forma cultural que ha asumido el consumo en las sociedades post-industriales, en tanto miembros de lo social, ninguno de nosotros está exento. De allí su difícil resolución.
El trabajo de este problema nos reforzó la idea común en muchos otros grupos de que las producciones de nuestros movimientos debían encontrar espacios propios de circulación, autónomos del mercado de comercio formal[12]. Comenzar a consumir todas las producciones de otras organizaciones que comenzábamos a llevar al nuevo Almacén El Trocadero significó el primer escalón de sostenimiento de ese espacio que habíamos decidido abrir. Nuestro consumo se amplió al de nuestros familiares, amigos y, sobre todo, compañeros del movimiento social.
A partir de ese escalón inicial, comenzamos a plantearnos cómo llevar adelante estrategias de consumo organizado en la que participaran los otros trabajadores externos a las prácticas productivas asociativas (en definitiva la mayoría de los consumidores son trabajadores que reciben un dinero-salario, a cambio de vender su fuerza de trabajo, para luego usarlo para cubrir sus necesidades de consumo).
La primera comunicación que hicimos, allá por el 2006, promocionando una bolsa de productos alternativos a los del mercado formal capitalista, con la idea de desarrollar núcleos de consumidores organizados, decía lo siguiente: “se trata de proponer una redirección de parte de nuestro consumo, que no implique un gran gasto emotivo de nuestra parte, sino que algo de lo que gastamos en consumir, lo reenviemos a otro tipo de relaciones económicas, lo dirijamos a las organizaciones de productores organizados que no exploten a las personas, ni al medio ambiente. No somos meros “vendedores” que persiguen un beneficio lucrativo privado desconectado de los demás, estamos incentivando otras formas de relaciones políticas, siendo partícipes de otro tipo de economía”. Aquella primera comunicación incentivando otra forma de consumo tenía mucho todavía de manifiesto de lo que habíamos descubierto en nosotros mismos. No logramos gran cosa, pero, sin embargo, fue una manera de no “ahogarnos en las frías aguas del cálculo” propias de la circulación y el consumo capitalista a poco de haber empezado nuestra experimentación.
La conclusión sintética del problema fue habernos podido decir a nosotros mismos (dentro del movimiento de la economía solidaria): todo consumo es político.

Problema IV: La producción solidaria recapturada por el mercado capitalista

Con las organizaciones con las que avanzamos hasta la conformación de la Red Argentina de Comercio Justo (RACJ), habíamos acordado que el eje del trabajo de circulación económica de las producciones haría eje en la relaciones Sur-Sur, es decir entre organizaciones de nuestro país y de Latinoamérica. En contrapartida al esquema del Comercio Justo que mantenía relaciones tipo Norte-Sur en las que las organizaciones de los países más pobres en la escala del capitalismo mundial (cuyo eufemismo es Sur) son las proveedoras principalmente de materias primarias, alimentos o artesanías, y las organizaciones pertenecientes al Norte, donde están los países ricos, hacen las veces de comercializadoras[13]. En definitiva el nuevo problema que distinguíamos era la inconveniencia de mantener la dicotomía dentro del movimiento de la economía solidaria entre organizaciones productoras por un lado y organizaciones comercializadoras por el otro. En fin, la RACJ entró en un impasse político. La forma en que nosotros estábamos intentando enfrentar la relación entre los productores alternativos y el consumidor, era por medio del Almacén El Trocadero, donde movilizábamos nuestra producción y la de otros, sin apelar a la obtención de un rédito comercial, y eso no tenía mucho que ver con la forma tradicional del Comercio Justo.
De ese impasse salimos principalmente junto a la Cooperativa La Asamblearia (CABA) y el Centro Ecuménico Poriajhú (Cap. Bermúdez, Sta. Fe), organizaciones con las cuales habíamos compartido el proceso de conformación de la RACJ. En definitiva lo que comenzamos a observar era que luego de haber resuelto con diversa suerte las instancias de organización productiva, las organizaciones de la economía solidaria no respondían de la misma manera la pregunta ¿cómo distribuir lo producido? La respuesta generalizada pasó por intentar acceder a distintos canales de distribución comercial de tipo capitalista[14], como ya dijimos. En este sentido, las principales configuraciones que forman parte de la economía solidaria (organizaciones territoriales, movimientos campesinos, fábricas recuperadas, empresas sociales o emprendimientos familiares) han permanecido como islas circunscritas al interior de sus propios límites de cooperación, sin desarrollar un horizonte político común más allá de la búsqueda de la reproducción económica de la vida (aspecto fundamental para las nuevas luchas contra el capitalismo, pero no suficiente).
En definitiva el problema también podría expresarse como una relación diferencial entre el horizonte político común, entendido como la creación de espacios de experimentación de relaciones solidarias no capitalistas que sostengan una vida ocupada en la construcción de lo común (alejada de la competencia de los intereses particulares) y la sola organización de la reproducción solidaria de la vida[15].
En definitiva, junto a las organizaciones con las que comenzamos a intercambiar producciones con el objetivo de generar un stock en común, por un lado las producciones propias se diversificaban al ser trocadas por las de otros grupos favoreciendo la oferta, y, por el otro, de multiplicar los nodos de venta de cada organización productora. Desde el 2007, junto a la Cooperativa La Asamblearia (C.A.B.A.), el Centro Ecuménico Poriajhú (Cap. Bermúdez, Sta. Fe), la Granja Agroecológica La Verdecita (ciudad de Santa Fe) y el Almacén Ambulante (más recientemente) venimos desarrollando una experiencia de Distribución Solidaria y de Consumo Organizado de nuestras producciones y de otras organizaciones hermanas, en contraposición a la forma de comercialización tradicional[16], a la que renombramos Red de Comercio Justo del Litoral[17].
El horizonte político común que ha construido la Red es el desarrollo de un espacio autónomo y autogestivo de intercambio de las producciones de la economía solidaria y en definitiva anticapitalista, por medio de intercambios que son movilizados por Nodos de Distribución Solidarios (sin agregado de valores por comercialización o, mejor dicho, sin la resta de beneficios para las organizaciones). Cada organización de la Red se compromete a ofrecer las producciones de todos, que en realidad gracias al intercambio son las propias diversificadas, constituyéndose a su vez en Nodos de Venta que multiplican las posibilidades de oferta del conjunto. Este proceso de constitución de espacios comunes de intercambio y distribución solidaria, ya pasó por varios estadios de desarrollo[18], si bien la experiencia se encuentra activa y logramos constituir los stocks comunes de producciones motorizados por el intercambio y las relaciones de confianza con otras organizaciones, sin la necesidad de recurrir a subsidios o aportes monetarios externos a nuestras organizaciones, el horizonte político anticapitalista que sostenemos ya no se encuentra acompañado por la inmensa participación popular de aquellas jornadas “dosmiliuneras”.

A su vez, podríamos detallar problemas no resueltos todavía: ¿Cómo avanzar hacia una forma productiva colectiva más acorde a nuestra experimentación? ¿Cómo desarrollar nodos del Consumo Organizado? ¿Cómo sortear las incomprensiones propias de las relaciones con otras organizaciones con el fin de multiplicar la participación en la Red? ¿Cómo mantenernos ligados a la experimentación cuando nuestra “vida cotidiana” se enfrenta a la “vida colectiva” entendida como una política que requiere “otro tiempo”? Y sin embargo, aún en la dificultad y el peligro siempre latente de la dispersión, todavía nos mantenemos cercanos a aquella corriente subjetiva que buscaba generar espacios habitables autonomizados de la dominación del capital y del control del estado.

Epílogo

Comenzamos este racconto de la experimentación económica y política del Mercado Solidario de Rosario citando el poema Horizonte de Fernando Pessoa. El advenimiento de problemas y de nuevos intentos por acceder a un camino de construcción positiva de relaciones sociales con una lógica diferente a la capitalista, eran en aquel comienzo del 2001 tan abstractos como la “fría línea del horizonte”.
Tal como puede suceder en las búsquedas políticas emancipatorias: “el sueño es ver las formas invisibles de la distancia imprecisa, y con sensibles movimientos de esperanza y voluntad, buscar en la línea fría del horizonte el árbol, la playa, la flor, el ave, la fuente, los besos merecidos de la Verdad”.





[1]     En el Nodo llamado La Pérgola, un viejo galpón de ferrocarril perteneciente al antiguo puerto de Rosario, que estaba abandonado a hacia fines de los ´90, se llegaron a juntar 2000 personas que llegaban a la noche o la madrugada para participar de un trueque que comenzaba de mañana.
[2]     O simplemente por una valoración relacional que se equiparaba con los precios inflados de los productos de primera necesidad.
[3]     Un ejemplo ilustrativo de estas fuertes apetencias en juego dentro del trueque, era para nosotros una pareja de productores panificadores que trocaban en el nodo 20 de diciembre. Ellos encajaban perfectamente en la categoría de ser productores directos de los bienes que ofrecían, sin embargo a su vez eran coordinadores de otro nodo, donde había “reventa” y distorsiones inflacionarias que les permitían “comprar” barato en nuestro nodo que no inflacionaba los precios y “vender” caro en el suyo, donde volvían a conseguir mucha cantidad de créditos comparativamente devaluados (con la ventaja de que se trataba del mismo papel moneda). De esta manera podían “arrasar” la producción de nuestro Nodo. Ellos fueron de los productores que no estaban de acuerdo con la desvinculación del Nodo de la Red del Trueque Solidario.
[4]     El Nodo 20 de diciembre y posteriormente el Trueque Mercado Solidario funcionó en un espacio brindado solidariamente por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario, desde 2002 hasta 2004, a instancias del director del Centro Cultural de la Cooperación, por aquellos años, el Sr. Jorge Testero.
[5]     No olvidemos que el propio Secretario de estado del gobierno de Duhalde, el ricotero Anibal Fernández, actual lenguaraz del kirchnerismo, sostenía luego de la masacre de Avellaneda (26 de julio de 2002) que se había actuado a partir de la información que alertaba que los piqueteros estaban preparando un levantamiento armado.
[6]     En definitiva, el problema de las nuevas sociabilidades igualitarias es cómo transformar las “fuerzas de trabajo libre” capturada por el capital y componente de esa relación característica, en “trabajadores libres asociados” que compartan la producción dentro de un nuevo acuerdo económico igualitario. Se puede entender que la “libertad” de la fuerza de trabajo encierra su propia capacidad de ir más allá de la relación con el capital.  ¿Subjetivación de un nuevo horizonte económico?
[7]     Sobre la experiencia de la recuperación de fábricas en Rosario recomendamos el excelente trabajo de campo participante de Juan Pablo Hudson: Acá no, acá no me manda nadie: empresas recuperadas por obreros. 2000-2010. - 1 a ed. - Buenos Aires : Tinta Limón, 2011.
[8]     Es para marcar también que la forma “emprendedor” era contigua a la de Prosumidor, por su carácter individual o a lo sumo familiar. Era muy extraño que los Prosumidores establecieran vínculos colectivos para producir en común dentro del movimiento del Trueque.
[9]     En el 2004, con el nuevo gobierno kirchnerista, se empezaron a consolidar algunas de las tomas de fábricas del 2001 como cooperativas. También eligieron ese camino algunas de las experiencias de producción de bienes y servicios de los movimientos territoriales y piqueteros, por lo cual la forma jurídica era una resultante común de la emergencia de los movimientos sociales del 2001. Por supuesto también implicaba la redirección de la experiencia hacia un formato económico “clásico” que entroncaba con las políticas de desarrollo del mercado interno llevadas adelante por el nuevo gobierno.
[10]   Hasta agosto del 2004, cuando alquilamos nuestra primer sede, desarrollábamos las actividades en espacios “prestados”. El nodo del trueque dentro de la red lo llevábamos adelante en la Sala de la Cooperación de Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de Rosario. Luego producimos durante un tiempo en una cocina comunitaria de una iglesia a la que nos había invitado otra cooperativa. Y también desarrollamos ferias en el espacio de La Toma, empresa recuperada de Rosario.
[11]   Fundamenta Félix Guattarí, en su texto Las tres ecologías, que deberemos enfrentar las trabas, detenimientos o frustraciones subjetivas de manera ecológica. “Así como hay una ecología para las malas hierbas debería haber una ecología para las malas ideas”.
[12]   Uno de los grupos que defendieron esta idea y nos ayudaron a sostenerla fueron los compañeros del MoCaSe quienes asumieron que sus productos no debían “escaparse” a la economía formal capitalista, por el contrario buscaron hacerlos circular en el interior de los movimientos de la economía solidaria.
[13]   De hecho, la manera común en la que las organizaciones comercializadoras (Tiendas de Comercio Justo) muestran su trabajo es presentándose como “agregadoras” de valor (por medio del packaging, de la publicidad, etc) de las producciones sin “envoltorio semiótico” que producen las organizaciones del Tercer Mundo. En este sentido se podría decir que la tareas del Comercio Justo tradicional es darle una carga simbólica (o ideológica) a las producciones puras para ofrecerlas a los consumidores del primer mundo.
[14]   Una estrategia diferente fue la de los movimientos campesinos, que optaron por formar grupos de comercializadores urbanos. Si bien esto es una variante importante con respecto al mercado comercial capitalista, igualmente se sigue manteniendo la dicotomía entre organizaciones productoras solidarias y organizaciones comercializadoras, es decir que “viven” de la diferencia comercial de lo producido por otros.
[15]   Podríamos ver que las distintas organizaciones del nuevo movimiento de la economía solidaria tienen de partida diferentes relaciones con lo político, que expresan por otra parte la situación fragmentada en detrimento de un “horizonte común”. Un Emprendimiento Familiar tiene por lo general una pertenencia casi nula al mundo de la presentación política en el movimiento de la economía solidaria. Las fábricas recuperadas, por lo general, han circunscrito su presencia política a la situación de resistencia y luchas por la recuperación de sus empresas. Las Empresas Sociales, tal vez, presenten la mayor dispersión de pertenencias políticas, desde la ecología a los problemas de las minorías, incluyendo las luchas feministas. Y los Movimientos Campesinos, de la Vía Campesina por ej., tienen pertenencia a la presentación política de luchas de resistencia contra el avasallamiento del “mercado” (y muchas veces el estado) sobre la vida en común en los territorios y la soberanía alimentaria.
[16]   En la economía solidaria los productores asociados recuperan la plusvalía que en el formato capitalista el patrón “extrae” para alimentar el capital. La comercialización capitalista es la que en verdad pone en funcionamiento la máquina de producción capitalista al hacer circular las mercancías convirtiéndolas en dinero; por eso, para su existencia el capital mercantil requiere el reparto de una parte de la plusvalía extraída por el capital productivo (Marx, El capital, T II). En este sentido, dejar la producción asociativa en manos del capital de comercio implica una verdadera pérdida económica, ya que las organizaciones tienen que volver a repartir con las comercializadoras lo que habían recuperado en la producción. Aquí vemos que la búsqueda de mecanismos alternativos a la comercialización capitalista no es meramente una propuesta ideológica sino económica. Por supuesto, en la medida en que no existan esas opciones de circulación alternativas para la producción del movimiento de la economía solidaria quedamos atrapados en los límites del capitalismo.
[17]   Se decidió mantener el nombre conocido de “Comercio Justo”, aún cuando en la nueva Red no se trabajara con los criterios del Fair Trade. Siempre está en la mira la posibilidad de cambiar por otro nombre más acorde a nuestra práctica.
[18]   Como Red de Comercio Justo del Litoral organizamos tres Ferias Nacionales de la Economía Solidaria y Autogestiva en Rosario (en 2015 estaremos organizando la cuarta Feria Nacional), tenemos en la actualidad dos Nodos de Venta fijos: El Almacén El Trocadero, del Mercado Solidario y el espacio de La Asamblearia, en el Mercado de Bien Público de Bondpland en BsAs; una Feria semanal en la ciudad de Santa Fe que organiza La Verdecita junto al Consorcio de Productores Hortícolas; un bolsón de Consumo Organizado que reparte el Almacén Ambulante en Rosario y varias ciudades vecinas. Y en conjunto con la RCJL y la Coop. Encuentro (ENESS), gestionamos de manera autogestiva el Almacén de Las Tres Ecologías en un galpón que pertenece a la Municipalidad de Rosario que cedió ese espacio para su uso.



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